Por Martín Cristal
Las hazañas de Diómedes
En el bando de los griegos, Diómedes Tidida se muestra imparable: aunque es herido un par de veces, no deja de eliminar troyanos. Eneas no puede detenerlo. Diómedes lo hiere, y también a la diosa Afrodita, que ha intervenido para salvar a Eneas. Diómedes está en llamas, inspiradísimo para la lucha: sobre el final llega a herir en combate al propio Ares, el dios de la guerra. No cualquiera…
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Qué bronca me dio cuando Afrodita le salvó las papas a Eneas, el nene de mamá.
Yo quería que Diomedes lo achure, pero bueno, el señorito tenía que fundar Roma.
Matías: Sí, hay varios así, salvados una y otra vez por los dioses. La misma bronca da cuando Menelao, en el duelo del Canto III, no puede liquidar a Paris, lo que es decir: cuando el cornudo no puede dirimir sus asuntos con el «pata ‘e lana» (como le dicen por estas tierras al que entra y sale del dormitorio sin hacer ruido). Si ese duelo llegaba a su término, la guerra de Troya hubiera podido aplazarse, pero Afrodita interviene… y salva al troyano. La intervención divina era una resolución lógica y plausible en aquel entonces, pero hoy no la toleramos porque ya no creemos en dioses.
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