2666: La parte de los crímenes

Por Martín Cristal

Continúo con mi recorrido por 2666, la novela póstuma de Roberto Bolaño. Ya hablamos sobre el título de la novela, y sobre sus primeras tres partes. Aquí discurrimos sobre la cuarta (de cinco): «La parte de los crímenes».

4. “La parte de los crímenes”

La apuesta más alta del libro, la parte más densa de las cinco que lo componen. Bolaño muta otra vez: sus metáforas, siempre tan exuberantes —esas que se desbocan casi hasta convertirse en alegorías de algo misterioso, oculto, terrible y bello a la vez—, aquí se retraen, contenidas por un ritmo de prontuario policial, un lenguaje seco, forense, que apenas se permite algunos momentos de poesía (muy pocos si se compara con las otras cuatro partes) y casi nada de su habitual humor: esta parte de 2666 no es “divertida” sencillamente porque no puede ni debe serlo.

Consiste en 350 páginas de hallazgos de cadáveres, entrelazados con algunas historias intermitentes y teorías truncas sobre los crímenes de Ciudad Juárez y su contexto violento, impune, miserable, machista, terrorífico. Bolaño busca desbordar al lector, hartarlo, indignarlo; lo lleva hasta el límite del asco mediante la variación y repetición —es decir, el ritmo— de los asesinatos. La ficcional Santa Teresa, en el desértico estado de Sonora, es reflejo fiel de la Ciudad Juárez mexicana, y también de la cita de Baudelaire que abre el libro: “Un oasis de horror en medio de un desierto de aburrimiento”.

Ese “horror” que capta Bolaño va más allá de los asesinatos de mujeres: se presenta también en los abusos policiales, en las vejaciones, en la violencia de las cárceles y la frialdad de los manicomios, y también en el fordismo de las maquiladoras (sueldos de miseria, horarios inhumanos, despidos por querer organizar un sindicato…).

La descripción de las heridas en los cadáveres es insistente, y por momentos tiene algo de homérica:


«…destinado a morir: la lanza se clavó en la unión de la cabeza con el cuello, en la primera vértebra, y cortó ambos ligamentos…»
(Ilíada, muerte de Arquéloco).

«La muerte se la habían producido las cuchilladas que exhibía en el tórax y en el cuello, y que afectaban los dos pulmones y múltiples arterias» (2666, muerte de María de la Luz Romero).

Pero si en la Ilíada las heridas, tan detalladas, indican una muerte que equivale a gloria y honor (porque se producen en combate, de hombre a hombre, con armas iguales), aquí señalan crueldad y cobardía, miseria, anonimato, olvido: mujeres violadas, tiros en la nuca, estrangulamientos, cadáveres NN, casos que se cierran sin resolverse…

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Lo central me parece lo siguiente: si en Los detectives salvajes Bolaño se enfocó en los infrarrealistas —un grupo under de poetas del DF de los años setenta, que en su momento fue casi desconocido, o al que algunos conocían pero casi sin considerarlos poetas— y, fabulando sobre su propio pasado entre aquellos poetas, consiguió darles un cuerpo ficcional hasta elevarlos a la estatura de mito (a punto tal que hoy ya hay quienes se han puesto a estudiar y desentrañar la correspondencia de los personajes de esa novela con personas de la vida real), en “La parte de los crímenes” Bolaño vuelve a un esfuerzo similar, pero en la dirección contraria: del mito nos devuelve a lo concreto. Bolaño toma el mito compacto de “Las muertas de Juárez”, ese relato ya instalado en la sociedad, un bloque del que pareciera que ya no es necesario hablar porque es un cuento conocido y sin final, y lo baja al plano detallado de lo múltiple, le da entidad pormenorizada a eso que, por acumulación y costumbre, llamamos en bloque “Las muertas de Juárez”. Toma a esas “muertas” indiferenciadas por nuestra indiferencia y las convierte en mujeres particulares, con un rostro preciso y un determinado color de cabello, con ciertas trazas y señales, vestidas de tal y cual manera, con tales y cuales trabajos, aspiraciones, parientes y amantes. Son personas. Asesinadas. Muchísimas, demasiadas. El que sea ficción no le resta horror al asunto, porque la ficción se rige por la verosimilitud, y no hay nada más horroroso que el hecho de que los crímenes de Ciudad Juárez sean verosímiles, y aun peor: verdaderos.

La Santa Teresa de Bolaño —cuyas calles son “oscuras, similares a agujeros negros”— funciona, precisamente, como un agujero negro: un punto donde lo que sucede es tan oscuro y grave, un punto de tanta gravedad, que hasta la luz cae y se pierde en él. Un agujero que arrastra a todos, no importa cuán lejos hayan nacido. Cesárea Tinajero, Ulises Lima, Arturo Belano, Lupe y Juan García Madero, Amalfitano y su hija, Oscar Fate, los críticos europeos —Pelletier, Espinoza, Norton—, y hasta el enigmático Archimboldi (en la quinta parte de 2666): todos ellos, terminan siendo atraídos por el agujero negro de Santa Teresa.

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Imagen: Escena de la adaptación teatral de la novela, dirigida por Álex Rigola y estrenada en 2007. (Fuente: www.publico.es – EFE).

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15 pensamientos en “2666: La parte de los crímenes

  1. Como lector, la experiencia más potente que sentí fue cuando ya llevado unas doscientas páginas de “La parte de los crímenes” leer otro asesinato no fue una novedad, ya no había sorpresa.

    El horror de lo cotidiano…

    saludos desde Chile

  2. Estex: tal cual, eso también sucede, y es terrible. Aun dentro del horror aprendido, al principio a mí todavía me quedaba un margen donde todavía esperaba que ocurriera una variante en el relato… variante que nunca llega. Creo que todas mis esperanzas desaparecieron junto con el personaje de Magana, el sheriff gringo.

    Sin embargo, creo que ese acostumbramiento que se produce en la novela es de un orden diferente al que nos anestesia cuando los hechos reales se repiten en el noticiero de la tele, porque nos acerca más al sinsentido, al pormenor, al individuo muerto, que aunque se parezca a los anteriores, en la novela nunca es un número más.

    Saludos.

  3. Cristal:
    Comparto tu visión de la cercanía a lo absurdo. La afección que provoca es la conciencia de nuestra tragedia.

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  6. nadie ha advertido el humor rugiente en la parte de los crímenes; nunca hay solemnidad en Bolaño, no nos engañemos,ni siquiera en una de las más crueles y negras novelas del autor como lo es esta, sino póngase atención en el personaje del penitente,¿qué es la sacrofobia, sino la expresión simbólica de la transgresión?; el humor negro tiene en estas páginas su punto más alto.

  7. Ludvic: algo de humor hay en esta parte, sí, pero es mínimo si se lo compara con el habitual de Bolaño. Calificarlo de «rugiente» me parece un exceso.

    En cierta ocasión aparece de manifiesto cierto humor popular, pero en boca de los personajes y más bien como una vía para la crítica social: me refiero al fragmento en la cafetería Trejo’s, donde los policías se juntan a desayunar y, de paso, a contarse chistes machistas.

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  9. Estoy deacuerdo en eso del humor, en la parte de los crímenes hay un humor negro peculiar(opera de manera distinta que en otros textos de Bolaño)Uno de los matices más acidos esle que muestra de manera contundente la violencia, denuncia la crueldad, esa crueldad innecesaria en la que habitamos, o leemos en el noticiero, para muestra los chistes machistas de los policìas.
    Bolaño intenta mostrarnos que cada mujer asesinada puede ser una màs, sin embargo a veces narra su historia y al hacerlo esa mujer es un rostro, un rostro humano, de esta manera El Mal, ese hoyo negro es algo inevitable, un ataque contundente al mundo «civilizado», cómo Ciudad Juarez hay otros parajes que albergan igual densidad, ej Haíti, pero disculpen ya me desvie, pero no importa…

  10. Laud: La verdad, como le decía a Ludvic, sólo veo algo de humor en unos pocos momentos de esa parte (los chistes de los policías, cierto pasaje con Lalo Cura), pero el tono general a mi juicio no es, ni remotamente, de humor (ni negro ni de ningún otro). Lo más abundante en esta parte es una descripción casi forense de mujeres asesinadas y violadas, ¿qué humor puede encontrarse ahí? Quizás sólo el que algún lector poco dispuesto a esa clase de texto quiera aportar a su propia lectura.

    Gracias por el comentario. Saludos.

  11. No lo había visto por ese lado, solo en dos partes no aguante el el libro(lo cual es un contrasentido, ya que lo leí en tres semanas trepidantes) la primera fue en las violaciones de prisión cuando cae ahì el sobrino de Archimboldi, esa manera de mostrar a los presidiarios, la otra fue en los partes de los crímenes, pero sin duda es una novela llena de guiños y lecturas distintas(ahi esta lo interesante)
    Posdata: difiero mucho con Raùl Zurita, paisano de Bolaño que considera a 2666 una novela decimonónica.
    Contraposdata: Hay muchas maneras de sonreir entre el horror
    … Buen blog Pez Volador

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  14. Hola. gracias por su artículo. Me queda una duda que no consigo dilucidar. Se sabe si estas fichas policiales de La parte de los crímenes, son fichas policiales reales?. Si fuera así, creo que ese agujero negro arrastraría no solo a los personajes sino a nosotros mismos metiéndonos en la realidad, la nuestra, no forzosamente en la realidad horrorosa del capítulo, de la que ya no podríamos salir hacia ninguna representación.

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