Por Martín Cristal
El sábado 24 de octubre, unas veinte personas nos encontramos en La Lucinda, Río Ceballos, para disfrutar de una serie de lecturas que Federico Racca organizó en su casa de las sierras chicas.
Al aire libre, entre los mates y las facturas que repartieron Cande y Cristina, arrancó leyendo el propio dueño de casa. Racca abrió la tarde con algunos poemas de Glauce Baldovín, en los que las palabras miedo y veneno resonaron con singular fuerza.
Después, a pedido del público, siguió con las primeras páginas de su novela Los leprosos, escrita en un portuñol tan probable como inventado, tan creativo como bello de oír:
Yo, el Aleijadinho, hijo do juez do ofício de carpinteiro Manuel Francisco Lisboa y de uma escrava de nome Isabel, nací en la Vila Rica, hoy chamada Ouro Preto.Aprendí el oficio de meu pai Manuel y por su intermedio fui aceitado en la logia de carpinteiros y constructores. Disfruté de placeres y trabajé. Meus obras, inmortales dicen, adornan as calles y as igrejas de Congonhas, Sabará, Ouro Preto y otros pueblos de Minas Gerais, meu longa tierra.
Yo, el Aleijadinho, cuento meus histórias en la fronteira entre lo hispano y o luso, entre a Europa y la indiarada, entre o tupi y la Nova Andalucía.
Después fue mi turno. Leí un cuento inédito que, de haberse gestado a tiempo, podría haber formado parte de Mapamundi (2005). De paso comenté las dificultades para traducir el epígrafe de Shakespeare con el que empieza ese cuento. A quien escribe nada lo halaga más que un lector atento; ser escuchado con tanta amabilidad fue un verdadero placer.
Al terminar mi parte, el aire ya amenazaba con ponerse frío, por lo que las lecturas se trasladaron al interior de la casa. Adrián Savino siguió con un cuento de su propia cosecha, inédito, redondo y divertidísimo: “Doble yema”. En varios momentos logró arrancar la risa de todos los que escuchaban.
El mate fue relevado por el fernet y el tinto. Así todos estuvimos listos para escuchar a Paula Oyarzábal, que compartió con nosotros un poema recién sacado del horno: “Pájaro que sangra no muere”.
Mientras Paula fumaba y leía, nuestro pulso se ajustó a la cadencia de su voz, la atmósfera bajó un cambio para hacerse más densa y el sol terminó de perderse tras las sierras.
Entonces hubo que prender una lámpara para que Carlos Schilling leyera un capítulo de su nueva novela, inédita: Números primos. Antes nos resumió algunos rasgos generales de la trama y nos explicó la estructura de la novela, simétrica y rigurosa.
Sergio Gaiteri cerró la serie con dos cuentos de su autoría, recién escritos: “Primer verano”, cuyos personajes son unos amigos que se juntan regularmente a comer un asado (el cuento estaba dedicado a sus amigos presentes en el encuentro); y también “Lona”, más breve, en cuya anécdota aparece un registro humorístico al que Gaiteri no nos tiene acostumbrados, pero que cayó justo para dejarnos un muy buen sabor de boca sobre el final de la velada.
Ese final no fue el final: abusando de la amabilidad de los anfitriones, el encuentro devino en un potente asado. Nos fuimos de La Lucinda a las tres y media de la mañana, agradeciendo a Federico y Cande su hospitalidad y con la esperanza de que más encuentros como éste se repitan en Córdoba.
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para la próxima un “algo” capturando audio y luego poder escucharlos, eh
que no es lo mismo, pero seguro guarda otro gustillo distinto al de las fotos
Luciano: Cierto. Sucede que no tengo toda la tecnología a mi disposición todavía… incluso la cámara era prestada, imaginate. También hay otras limitaciones técnicas que tienen que ver con WordPress. Abrazo.
Qué tardecita-nochecita!… Para mí que estuve allí, una felicidad poder revivirla.
Un abrazo Martín, y hasta lueguito!
¡Abrazo para vos, Adrián!
Me sorprende felizmente ver que Gaiteri abandona de a ratos su célebre misantropía. Cosas prodigiosas pueden estar sucediendo.
¡Y a mí me sorprende felizmente volver a leerlo por acá, Drallny! Abrazo.
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