Tiempo recobrado (II)

Por Martín Cristal

Lectura del primer tomo de En busca del tiempo perdido de Marcel Proust mediante la tecnología Text to Speech (“Texto a audio”). Segunda parte: apuntes sobre la experiencia.

[Leer la primera parte: motivos y preparativos]

Duración

Comencé la escucha el 15 de junio de este año; la terminé el 30 de agosto. En esos dos meses y medio repartí las 18 horas de audio de “Por el camino de Swann”. Creo que leer el mismo libro en papel me hubiera tomado menos tiempo, pero seguramente no hubiera podido hacerlo en el lugar y las condiciones en que lo escuché: parado, apretujado o casi a oscuras en un ómnibus de la línea T. Fueron 18 horas ganadas al tiempo muerto de esos viajes. Tiempo recobrado para la literatura.

Concentración/dispersión

Estoy esperando el bondi y pasa un amigo en auto. No sólo no se ofrece a llevarme, sino que encima me saluda alegremente. Le devuelvo el saludo y, distraído con estas cosas, me doy cuenta de que el narrador ha seguido adelante con el relato. Debo rebobinar para retomarlo donde me quedé. Esto es molesto (rebobinar es esperar, así que ahora espero por partida doble: al narrador y al bondi), pero en lo referente a la mera distracción, esto no es muy diferente de distraernos mientras leemos un libro.

En otras oportunidades, rebobino tres veces un mismo fragmento, y me distraigo otras tantas en el mismo punto del relato; así me doy cuenta de que mi atención no está bien dispuesta. Entonces cambio de carpeta en el reproductor y me pongo a escuchar música; volveré al texto otro día. Es lo mismo que pasa con un libro al reconocer que nuestros ojos cansados ya han repasado dos o tres veces la misma página sin poder extraerle un sentido.

También es frecuente que, al surgir una reflexión para estos mismos apuntes, deje de concentrarme en el texto de Proust; así pasan varias frases, que luego debo rebobinar.

Hay una diferencia crucial entre leer y escuchar un texto. Dejarnos llevar por los pensamientos que genera la lectura de un libro es algo muy común y disfrutable. Eso no es distraerse; al contrario, es pensar más hondo, discurrir por caminos insospechados con la lectura como pretexto. Un narrador que nos habla al oído sin detenerse no nos deja espacio para eso: o lo seguimos a él o nos vamos detrás de nuestros pensamientos. Sí, podríamos andar con el dedo listo sobre las teclas Pausa o Stop, pero eso seguiría teniendo la desventaja de ser un movimiento consciente, una burocrática aduana entre el texto y nuestra potencial divagación.

Sin subrayados

Resulta lamentable la imposibilidad de subrayar. A veces escucho un fragmento que me maravilla —el famoso de la magdalena, entre muchos otros— y deseo marcarlo de alguna manera para volver a escucharlo luego. Puedo hacerlo de inmediato, rebobinando (todavía decimos así, aunque en la era digital ya no haya bobina alguna), pero más tarde ya no podré ubicar ese fragmento sin ponerme a renegar con el rewind y el fast forward. Al final, cuando llego a casa termino subrayando lo que me interesa en el archivo de Word… pero a eso ya tengo que hacerlo en un tiempo que estaba destinado a otra actividad.

La voz

La traducción de Pedro Salinas, demasiado castiza para mi gusto, milagrosamente coincide con la voz de “Jorge”, cuyo acento es ibérico, por lo que cada una de estas cosas resulta tolerable gracias a la asistencia de la otra. Poco a poco me voy encariñando con la voz como si fuera la verdadera de ese narrador proustiano. ¿Qué va a pasar cuando use el programa para escuchar otro texto con la misma voz? ¿Voy a pensar que me lo lee Marcel? Puede que no: la sintaxis hace milagros.

ProustOye

En otros ámbitos

Voy acostumbrándome. Aunque a veces estoy en un lugar donde podría leer algo en papel, siento que tengo ganas de ponerme los auriculares y seguir con Proust. Mérito de Marcel más que del sistema de audio, sin duda, pero al menos eso prueba que el sistema no es necesariamente un obstáculo para el disfrute.

Empiezo a probarlo en otras partes. Por ejemplo: a pie, apenas anochece, por un camino que conozco bien —de mi trabajo a lo de mis padres o de la parada del ómnibus a mi casa— puedo abstraerme un poco del entorno, en penumbras y ya visto mil veces, y así escuchar mejor el relato. Muchas veces mis distracciones no son fugas del texto a la realidad, sino en el sentido opuesto, desentendiéndome de la realidad debido al texto; al descubrirme en tal estado, cruzando calles como un zombie, me da miedo de que me atropellen. Voy con el dedo sobre el botón de Pausa, para poder cortar el sonido de inmediato ante cualquier emergencia.

Estoy en un bar: quiero leer un libro de papel, pero el televisor está prendido en un programa de chismes de la farándula. Está con el volumen a mil y el bar es chiquito. Dejo el libro, me pongo los auriculares y sigo con Proust, que me cuenta sobre su amigo Bloch. Mientras, miro por la ventana. Ya bajó el sol, la gente cruza una esquina céntrica, vuelve a sus casas. Puedo verlo todo, aun siguiendo el relato, como si alguien me lo contara desde el otro lado de la mesa. Pero, si mi atención es convocada por un culo llamativo o una cara conocida (o viceversa), entonces… a rebobinar. [Más sobre estas distracciones en la tercera parte de esta serie.]

Pequeños accidentes

Con el peso de la mano dentro del bolsillo de la campera, vuelvo sin querer hasta el minuto cero del fragmento que estoy escuchando. Entonces, para volver al punto en que estaba, tengo que apretar el botón de fast forward, haciendo una parada cada tanto para escuchar por dónde voy. En esas paradas reconozco no sólo los párrafos que ya he oído antes, sino que también vuelven, como un flashback, los lugares por donde yo andaba cuando escuché esos párrafos la primera vez. El efecto es, irremediablemente, proustiano.

Otro: termino el fragmento 19 y el reproductor, en el que no he cargado la novela completa, recomienza con el fragmento 10, que ya he escuchado hace días, pero que no reconozco desde las primeras líneas porque, casualmente, dicho fragmento comienza con un “Pero”, lo cual le añade cierta continuidad con la última oración del anterior. Cuando me doy cuenta del error me veo forzado a admitir que en realidad no he estado escuchando con total atención; me siento como si un maestro me retara en la clase por haberme descubierto mirando por la ventana.

Defectos

Hay problemas con los nombres propios en otros idiomas: el programa los castellaniza y muchos suenan mal. Si hay algo mal tipeado o mal puntuado en el texto, esto se refleja en una pronunciación o un pausado defectuosos, que pueden resultar molestos. También hay algunos fragmentos breves que se han grabado entrecortadamente; se los entiende, pero se oyen como en los casettes cuando la cinta estaba mordida.

Utilidad

Quizás la tecnología TTS resulta mejor para textos ensayísticos, periodísticos o académicos que para un texto narrativo. Con todo y lo mejoradas que están las voces, la cadencia de la lectura es, a la larga, demasiado mecánica. [Más sobre esto en la tercera parte.]

El recurso quizás funciona mejor con textos que tienen enunciados no demasiado largos, por lo que hay que reconocer que Proust no era lo más indicado para arrancar… Lo probé con algunos de los artículos de Mario Vargas Llosa recopilados en su libro La verdad de las mentiras, y la experiencia resultó bastante satisfactoria. También con el primer capítulo de Una introducción a la teoría literaria, de Terry Eagleton, aunque aquí los enunciados sí eran largos, y los nombres propios en inglés quedaban deformados. Para la poesía creo que este recurso no sirve de mucho, salvo que quisiera usárselo de forma experimental.

También sirve en casa, para no tener que leer tanto en pantalla: un texto bajado de internet, un trabajo para la facultad, un artículo periodístico… No hace falta ser ciego para recurrir a esta tecnología; podemos usarla justamente para no quedarnos ciegos.

_______
En el artículo siguiente termino la serie con algunas relaciones entre el texto de Proust y esta experiencia de audio.

15 pensamientos en “Tiempo recobrado (II)

  1. Tu relato me hace acordar a un cuento de Pirandello que leí hace mucho, de un profesor ciego que contrata a una mujer joven para que le lea. Si me acuerdo cual era, después te lo paso, quizás te interese ese antecesor del formato TTS.
    Abrazo

  2. Buenísimo.
    Leer este post fue como compartir una lectura.
    Coincido tanto con lo de los subrayados! Yno no puedo ni empezar a leer sin un lápiz en la mano.
    Cuando no lo tengo y algún párrafo se ilumina en la hoja, pienso: después lo copio o lo subrayo. Pero después no lo encuentro, paso las hojas de un lado para el otro… y nada.

    Me impresiona todo lo que contás; eso de rebobinar y acordarte de la situación en que leíste tal o cuál párrafo.

    La cadencia de otro en la lectura de uno, qué raro.
    Cierto lo de Proust, no es el más apropiado para esta modalidad tan extraña. No sé. Quizás, como decís, me vendría bien para cuando los ojos se me cansan de tanto leer. A veces no es sueño, sólo los ojos que piden pista.

  3. Aunque vos mismo lo destacas cuando avanzas en el texto lo primero que me llamó la atención es el uso de la palabra rebobinar. Inmediatamente se me apareció la imagen del grabador Geloso de cinta abierta.
    Como decía McLuhan «le damos a lo nuevo la forma de lo viejo»

  4. Ayer al volver a casa lo busqué y esta mañana lo leí, el breve relato de Pirandello. Se llama «Mondo di carta» y esta en las «Novelle per un anno» en el volumen titulado «La mosca».
    Tomar en mis manos el pequeño libro de tapas rosas de la colección «Gli Oscar di Mondadori», fue volver 20 años atrás cuando lo leía colgado de un colectivo 49 que me llevaba a casa en Roma, tratando de familiarizarme con la lengua del Dante.
    La materialidad es difícil de vencer.
    Abrazo

  5. Herida: No leí el relato de Pirandello, pero quizás Paul Auster sí lo leyó antes de inventar al viejo ciego de El palacio de la luna, el cual contrata al narrador para que le lea… Un viejo cabrón, muy al estilo de otro ciego con un joven empleado: el de Perfume de mujer.

    Es verdad, la materialidad es difícil de vencer. Cualquiera que tenga una colección de discos o CDs sabe que bajar música de internet, si bien es práctico, no produce la misma sensación (¿burguesa?) de tener el disco entre las manos, abrir el celofán, leer el librito, preparase para escuchar la música…

    Quizás es difícil de vencer porque lo material no sólo involucra los sentidos en los que la humanidad ha ido depositando su mayor confianza —la vista y el oído, ambos privilegiados por el mundo virtual—, sino también el tacto, el olfato, el gusto… De esto mismo habla Proust, sin ir más lejos: de cómo esos sentidos disparan nuestros recuerdos.

    La relación entre el objeto-libro y la circunstancia de su lectura es imperecedera. Así como vos, al volver a tener el libro de Pirandello en tus manos, recordás el bondi de Roma, Borges hablaba de la Divina comedia y no podía evitar el relato de cómo y dónde la leyó: en el tranvía, de camino a la biblioteca donde trabajaba, en una edición de bolsillo, bilingüe, en tres volúmenes, etcétera.

    Te basta tener el libro en la mano para volver a Roma. Con el TTS, como con cualquier soporte de información mediado por lo electrónico, se interponen demasiadas capas para que esa evocación directa ocurra: hay que tener un reproductor, con pilas, poner play, escuchar… El tacto (o el gusto, como en el caso de la magdalena de Marcel) lo hacen menos burocráticamente.

    Creo que la relación afectiva entre un texto y el lugar en que se lo ha leído es muchas veces más duradera que el recuerdo del texto mismo. Así lo expuse en una charla sobre bibliotecas públicas en la Facultad de Arquitectura de la UNC, la cual quizás te interese:

    https://elpezvolador.wordpress.com/2008/05/05/el-lector-en-la-biblioteca-publica-i/

    Saludos y, como siempre, gracias por leer.

  6. Estrella: Así es, el TTS viene bien para ese momento en que los ojos no se bancan más la lectura pero uno todavía quiere un poco más.

    A veces vuelvo a casa del trabajo, y mientras liquido algún quehacer doméstico, pego en el programa de TTS algún texto que copié de Internet y que no tuve tiempo de leer en la compu del estudio. Entonces lo escucho mientras hago otra cosa, como si fuera un programa de radio (con un locutor monótono, sí, pero que al menos siempre habla de temas que me interesan…).

    Por lo demás, ¡la de párrafos que se me han perdido por no subrayarlos enseguida! En eso soy antisarmientino: a los libros sí hay que rayarlos, por lo menos a los propios… Saludos.

  7. Ale: “Le damos a lo nuevo la forma de lo viejo”. Brillante. Esa cita de de McLuhan seguirá siendo cierto siempre. Pasa con los objetos y con las palabras.

    En México me llamaron la atención un par de ejemplos cotidianos: a la birome o lapicera se le sigue llamando pluma, y al auto, carro.

    Lo mismo pasa con el traslado de todo lo real al mundo virtual: ya no hay bobina, pero «rebobinamos» el mp3; el e-book no tiene tapas ni páginas ni lomo, pero queremos seguir viéndolo como un libro, por lo que —en su afán semiológico— los diseñadores de algunos modelos le siguen dando al aparatito el espesor de un libro promedio, cosa que en rigor no es necesaria para su funcionamiento.

    Si no recuerdo mal, McLuhan también sostenía que el privilegio de la vista por sobre los demás sentidos se había acentuado a partir de la creación de los libros y la imprenta. El olfato y el oído, que le habían sido tan útiles al cazador prehistórico, pasaban a un segundo plano a medida que el sentido y la experiencia se podían (re)construir desde otro lado.

    Saludos.

  8. Martín: Efectivamente Mc Luhan hablaba del libro como una extensión de la vista, y de ahí derivaba su concepto de Galaxia Gutemberg, a lo que oponía los «futuros» medios electrónicos que debían llegar a ser una extensión del sistema nervioso todo.
    Lo bonito e irónico del asunto es que lo exponía en un librito que es un prodigi0 del diseño pero que no funcionaría fuera del papel (Mc Luhan y Fiore: El Medio es el masaje: un inventario de efectos), y que a mi entender es un encanto como objeto pero sufre de un inevitable envejecimiento camp (bueno, como pasa con casi todo)
    Buena semana.

  9. hace un año mas o menos se hizo la experiencia colectiva de recopilar lo que resentian los lectores de Proust. La iniciativa venia de Brasil creo; pero se le hizo mucha fiesta en Francia e incluso me invitaron a sumarme a la cadena de lectores desde France Inter. Desisti honorablemente.

  10. REsentian; pues se trataba de un acto de lectura que implicaba la reflexion sobre sus emociones.
    Desisti honorablemente, pues nunca me he interesado por pasar mas alla de las 40 primeras paginas del tiempo recobrado. He tenido otros imperativos en cuanto a lecturas se refiere, sobre todo poesia. Eso si, vi la pelicula de R. Ruiz y creo que es una de sus mejores.

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