Por Martín Cristal
De la discusión cervantina citada en el post anterior se desprende luego el problema de la “escritura comercial”. Éste es señalado por el cura cuando matiza:
“…no tienen la culpa desto los poetas que las componen [a las comedias pensadas para el vulgo], porque algunos hay dellos que conocen muy bien en lo que yerran, y saben extremadamente lo que deben hacer; pero como las comedias se han hecho mercadería vendible, dicen, y dicen verdad, que los representantes no se las comprarían si no fuesen de aquel jaez; y así el poeta procura acomodarse con lo que el representante que le ha de pagar su obra, le pide.”
Así el cura excusa a aquellos buenos autores que, ya demostradas sus capacidades con obras de valía, de vez en cuando realizan alguna obra de calidad inferior por motivos comerciales, diciendo que “por querer acomodarse al gusto del representante, no han llegado todas [sus obras], como han llegado algunas, al punto de la perfección que requieren”. A quienes no perdona Cervantes son a los que “no saben representar otra cosa” que los disparates que prefiere el vulgo, porque no han demostrado ninguna capacidad que vaya más allá de eso.
Interrelación arte/entretenimiento:
Donkey Xote, un videojuego basado en
una película de animación sobre el Quijote.
Cervantes reclama que el texto —narrativo o teatral— guarde los “preceptos del arte”, pero en otras partes del Quijote también señala que se escriben ficciones “para universal entretenimiento de las gentes”, “para entretener nuestros ociosos pensamientos”, “para el efecto […] de entretener el tiempo” o “para gusto y general pasatiempo de los vivientes”. Así, a Cervantes le importa tanto la opinión de los doctos como el entretenimiento del vulgo. Como dijimos, es un equilibrio bastante difícil, y más aún si a la exigencia cervantina se la pormenoriza como en el famoso prólogo de la Primera parte:
… Procurad también que, leyendo vuestra historia, el melancólico se mueva á risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla.
Nada fácil, aunque justamente por eso vale la pena intentarlo.
justamente, martín. en todos los términos el equilibrio es siempre lo más difícil. y comparto tu conclusión, a lo que haría extensible a otros órdenes, no sólo a la literatura.
te mando un abrazo!
Hola! te dejo la dirección de mi blog, cuando puedas date una vuelta,
http://sabrina-eremita.blogspot.com/
Un beso
Martín: Sí, pero sin olvidar que pretender siempre el punto medio a ultranza también es ser un extremista. A veces hay que irse a la mierda… ¡Abrazo!
Creo que en estos tiempos, y desde los de Cervantes no existen más que «libros comerciales». Sí, existen escritores que no ‘comercian’ sus textos… pero esos son abogados, o trabajan en una fábrica o piden monedas en las esquinas. El que trabaja de escritor necesita que le paguen por ello para poder comer.
Publicar sin intenciones de ser retribuido me suena a filantropía barata. ¡Ojo! tampoco es una cuestión moral, no importa si está bien o está mal hacerlo, eso no me interesa.
Fran: Es cierto que el libro en sí, en esta época —y también en la de Cervantes— es una mercancía más, y como tal se vende siempre. En lo que quería pensar era en las intenciones de los autores. Están los que desprecian toda trascendencia y van directamente al billete; y, por otro lado, están los que tienen una búsqueda personal/artística/conceptual más arriesgada, sin preguntarse si ese texto que están escribiendo, vestido como libro, se venderá bien o no (es decir, considerando lo económico como un efecto secundario, que se da o no por añadidura).
Por supuesto, no porque un texto venda es necesariamente basura, ni tampoco lo es porque no venda… De lo que se trata es de descubrir si la intención de un escritor para determinada obra es artística o comercial —o cuánto de cada una— para poder juzgarlo con parámetros más precisos, propios de cada liga, digamos.
Saludos a los Krakens.
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