Por Martín Cristal
Con una versión más corta del presente artículo, recomendamos este libro en el Nº 17 de la revista Ciudad X (noviembre de 2011).
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Hay artistas que un día se mudan a un lugar distinto del que los vio nacer, pero no olvidan de dónde son. Por eso —ya sea que vuelvan o que no—, se convierten en nexos entre las culturas de ambos lugares: las invitan a dialogar. Es lo que pasa, por ejemplo, con Marjane Satrapi (1969), la historietista que nació y creció en Irán, que vio cambiar las costumbres y la política de su país y que resolvió irse a Europa, para terminar afincada en Francia. Satrapi narraría en clave de historia familiar su visión personal acerca de Irán, sus cambios y mudanzas. Lo haría en cuatro tomos imprescindibles titulados con el antiguo nombre de la capital iraní: Persépolis. Sí, sí: en 2007 hicieron la peli, codirigida por la propia Marjane.
Después del éxito mundial de Persépolis, la siguiente historieta de Marjane Satrapi puede parecer modesta. En Bordados reencontramos a la joven Marjane —ya no tan niña— en su casa de Teherán. La acompañan su entrañable abuela y otras siete mujeres. Acaban de almorzar. Los hombres ya se han ido a dormir la siesta; ellas toman el té y conversan. Hablan de amor y de sexo, de las ilusiones y realidades del matrimonio. Hablan de hombres y también de otras mujeres. “Lo mejor para desahogarse es hablar”, dice la abuela.
La comparación de sus situaciones con la de las mujeres en Occidente, desnuda la condición particular de la mujer iraní. Sin embargo, Satrapi consigue un tono universal: los relatos están signados por costumbres orientales pero, al mismo tiempo, esa sobremesa y la forma en que esas mujeres se reconfortan mutuamente “aireando sus corazones” podría ocurrir en cualquier parte del mundo.
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Satrapi no se basa en estereotipos; su humor no toma por el lado de la caricatura (como, por ejemplo, sí lo hace exitosamente Maitena). La autora pinta a esas mujeres con fidelidad, incluso en un sentido formal: apela al alto contraste —muy probablemente con pincel y tinta china—, narrando sin retícula fija ni cuadritos en la página, libre en su forma de ir y volver entre la representación de la anécdota evocada y la dinámica del círculo de mujeres que la escucha y la comenta. También reemplaza la tipografía por la personalidad de una caligrafía infantil, la cual afirma la relación entre el relato y su fuente: el recuerdo juvenil de aquellas reuniones.
El título original en francés —Broderie— aloja varios sentidos: el literal de “bordado”, una actividad marcada ancestralmente como femenina; pero también el de “chisme”, e incluso el de la reconstrucción quirúrgica del himen (asunto que se discute en alguna de las anécdotas). A medio camino entre la confidencia y la infidencia, las historias de este círculo de mujeres establecen una relación intimista con quien las lee. Cada lectora será una más en este grupo que ríe y llora; los varones quizás puedan sentirse algo excluidos, pero al menos podrán enterarse qué se dice de ellos mientras duermen la siesta.
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Bordados, de Marjane Satrapi. Historieta. Norma editorial, 2009.
(Publicada originalmente en 2003).
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