Por Martín Cristal
Éste es el texto que escribí para la presentación de Preparación para el amor, novela de Leticia Obeid (Caballo Negro, 2015). 8 de julio de 2015, en L’Ecole Bon Appetit, Ayacucho 333, Córdoba.
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En Preparación para el amor, segunda novela de Leticia Obeid (Caballo Negro Editora, 2015), una artista argentina —que se mueve en el universo de las artes visuales pero que también escribe— conoce a un joven cineasta palestino que está de paso por Buenos Aires. No son Scherezade y Onur y no comparten mil y una noches. Sólo pasan juntos trece noches, las suficientes para enamorarse. ¿Se enamora la artista realmente de ese hombre en particular o simplemente estaba “con ánimo de amar”, tal como titulaba Won Kar Wai una hermosa película suya (In the Mood for Love)? Y el cineasta palestino, ¿estará igualmente enamorado de ella? ¿Está dispuesto a profundizar una relación, a dejarse llevar por el amor?
Parece que sí: él da clases en Berlín y, ante la inevitable separación, invita a la artista a que vaya a Alemania y pase un tiempo con él. Ella acepta encantada (literalmente). Ya conoce Alemania, especialmente Frankfurt (de sus visitas previas trata la primera parte del libro, titulada “Heidi”). Tampoco la atemoriza el invierno europeo, así que allá va ella, con todas sus estrategias de amorosa cazadora y todas las incertidumbres de una nueva presa del amor.
El texto, entonces, además de construirse mediante la lógica secuencial y acumulativa de cualquier diario íntimo, se irá entreverando con los rasgos de una crónica de viaje. Recordemos que Leticia Obeid participó anteriormente en una antología de crónicas de viaje editada por Caballo Negro, titulada Los visitantes (2011). Su crónica en ese libro era la de un viaje a México DF. Viví un tiempo en esa ciudad y recuerdo que los mexicanos tienen un dicho —toda una opinión— sobre la situación de dos amantes geográficamente distanciados. Ellos dicen: Amor de lejos, amor de pendejos. No quedar atrapados en la lógica de desearse solamente por Skype es quizás otro buen motivo para que la narradora decida viajar a Berlín.
Ahora bien, a esta artista no le basta sólo con saberse enamorada: ella además quiere saberlo todo sobre el amor. Esta ansiedad reflexiva trastoca su diario; se había propuesto escribir una página por día sin por eso circunscribirse a un tema dado, pero —de a poco y en cierta medida— el texto se le convierte en un tratado sobre el amor.
La novela se estructura en un vaivén entre el relato principal del reencuentro amoroso y una larga serie de notas (que el libro prefiere no ubicar al pie de la página como es tradición hacerlo, sino en las páginas pares; el texto central del diario se lee en las impares). Estas notas —cuya recurrencia nos recuerda vagamente a David Foster Wallace— suelen expandir el relato en digresiones ensayísticas sobre diversos temas, aunque lógicamente el tema central nunca deja de ser el amor.
A veces las notas también expanden el argumento, presentando ramificaciones del viaje o más detalles de la experiencia amorosa. Un tercer uso que Obeid les confiere es el de insertar materiales adicionales —letras de canciones, por ejemplo—, un poco como Cortázar lo hace en la tercera sección de Rayuela. En el libro también hay imágenes intercaladas entre el relato principal, un poco a la manera del escritor alemán W. G. Sebald.
Tenemos, entonces, una narración heterogénea entretejida con densa reflexión: del mismo modo en que, según nos dice la narradora, a ella le gusta organizar las actividades de cada día, este libro también mezcla las acciones “más intelectuales con las más domésticas”.
El carácter reflexivo de la narradora no logra ser refrenado ni siquiera por su analista, que le pide que deje el autoanálisis. Pero a ella la escritura le ofrece un terreno que la enfoca y que le sirve, según ella misma confiesa; y entonces, interpreta. Analiza. Se sienta y escribe cosas como ésta: “El enamoramiento es un momento anticapitalista, de puro gasto y pérdida, de potlatch y, a veces, de locura; […] después viene el amor, que es otra cosa”. Y también: “El texto enamorado […] es como una especie de conjuro para sostener un estado, una forma, extender un momento o volverlo espacio”.
Pensamientos de este tenor remiten inmediatamente a los Fragmentos de un discurso amoroso de Roland Barthes; en efecto, la referencia a ese genial diccionario del amor no tarda en aparecer en la novela. Así como es posible leer el Werther de Goethe apoyándonos en el libro de Barthes, también se puede leer el libro de Obeid a través de esa misma lente. En mi opinión, las entradas de Fragmentos de un discurso amoroso más aplicables a Preparación para el amor serían ocho:
- El rapto amoroso inicial (ese arrebato, que siempre se analiza en retrospectiva);
- Conducta (sintetizable en la pregunta “¿Qué hacer [con esto que me está pasando en este mismo momento]?”);
- Comprender (acción quizás mejor expresada en la frase “Quiero comprender lo que me ocurre”);
- Escribir (todo sobre un “inexpresable amor”);
- Incognoscible (lo inapresable que resulta el amor para el intelecto);
- Contingencias (término que abarca todos los “Acontecimientos, reveses y contrariedades”);
- Salidas (búsqueda de soluciones hipotéticas para las crisis amorosas); y…
- Insoportable (aunque esto será mejor no detallarlo aquí).
En algunas escenas puntuales figuran dos conceptos más: la Dedicatoria y la Escena (¿qué pareja de enamorados no se ha enzarzado en una escena?).
Escribe la artista en su diario: “Releo a Barthes y su Discurso amoroso porque me resulta terapéutico y reconfortante. Me siento menos idiota…”. Sería entonces su hemisferio racional el que se apoya en Barthes, en reflexionar a lo Barthes, para sacarla a flote del vaivén de sus sucesivas contradicciones amorosas.
Ese torbellino de contradicciones de esta enamorada resulta central; se manifiesta en expresiones oximorónicas, como por ejemplo (cito):
“Mi cabeza entiende que estoy hecha una tonta inteligente.”
“Anoche decidimos que me voy yo a Berlín, a verlo. A estar juntos, nomás, todo lo que se pueda. Me parece una locura, pero muy lógica…”
Dicho estado nos remite a la condición intrínsecamente contradictoria del amor, cortocircuito que Shakespeare ya pintaba en Romeo y Julieta. Temprano en la obra, Romeo define al amor con una seguidilla de hermosas contradicciones. Aquí en la traducción de Neruda:
¿Por qué el amor que riñe? ¿El odio que ama?
¡Y de la nada todo fue creado!
¡Vanidad seria! ¡Levedad pesada!
¡Informe caos de agradables formas!
¡Pluma de plomo! ¡Humo que ilumina!
¡Salud enferma! ¡Fuego congelado!
¡Sueño de ojos abiertos, que no existe!
(Podemos recurrir también a un ejemplo más cercano en el tiempo y el espacio: “Pasajera en trance”, de Charly García, canción que dice: “un amor real es como dormir y estar despierto / un amor real es como vivir en aeropuertos”. De paso ese verso nos devuelve al tema del viaje).
Así las contradicciones a las que el amor somete a esta artista. “La única independencia que tengo en este momento, con respecto a vos, es la música…”, dice ella, pero vive atrapada escuchando una misma lista de Grooveshark todo el día: es la música que le recuerda a él.
Romeo, en otra parte de la obra, también define al amor como una “locura juiciosa” (a madness most discreet). En el mismo sentido, Obeid escribe: “La obsesión amorosa […] es un estado parecido a la psicosis”.
Aun sin conocer la vida privada de Leticia Obeid, la “sensación autobiográfica” que emana del texto es alta. Esa misma sensación ya la habíamos tenido al leer su novela anterior, Frente, perfil y llanura, editada por Caballo Negro en 2013. Sabemos, claro, que difuminar las categorías de autor y narrador es uno de los juegos más frecuentados por la ficción, y también que buena parte de cualquier ficción consiste en poner una mentira muy cerca de una verdad. De ahí que esa “sensación autobiográfica” en el lector deba tomarse como una virtud del texto, ya sea por la verosimilitud lograda en la construcción de sus mentiras o por la natural honestidad con que expone sus verdades.
Cada lector podrá elegir qué creer. ¿Serán los preparativos de este viaje (o todos los viajes anteriores) la “preparación para el amor” que la espera en Berlín? ¿O será toda esta experiencia en sí misma la preparación para un amor todavía más hundido en el futuro, uno que logre equipararse con las historias de amor de nuestros abuelos, que tanto nos gusta idealizar?
Para saberlo tendremos que leer. Y dejarnos enamorar por esta novela.
Hola! Increíble el artículo. Quiero leerla. Conocer su obra. (Después de leer esta novela :) ) tenés idea Cómo puedo hacer para conseguirla desde Uruguay?
Muchas gracias
Patricia
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Hola, aquí los puntos de venta de Caballo Negro:
http://caballonegroeditora.com.ar/producto.asp?menu=6
En Montevideo figuran varias librerías. Igual esta novela recién sale, va a tardar un poco en llegar por allá. Otra es que te contactes por la web de la editorial y les preguntes a ellos: http://caballonegroeditora.com.ar/contacto.asp
Saludos.