Solaris, de Stanislaw Lem

Por Martín Cristal

Soledad Solaris

Stanislaw-Lem-Solaris Casi todas las traducciones de Solaris, novela publicada en 1961, habían sido hechas a partir de su versión francesa y no del original escrito por Stanisław Lem (1921-2006). Finalmente, la editorial española Impedimenta reeditó la novela en traducción directa del polaco, a cargo de Joanna Orzechowska. Hay varias razones para agradecer esta reedición: por la exquisitez de su factura editorial; porque —en los últimos años y por estas pampas— las ediciones anteriores sólo podían conseguirse a duras penas en librerías de usados; por la informada y entusiasta introducción de Jesús Palacios; y, sobre todo, porque es una excelente excusa para leer una gran novela, o para releerla, o bien para cotejar el texto con sus adaptaciones cinematográficas: la muy rusa y muy sesuda de Andréi Tarkovski (1972), o la muy yanqui y más liviana de Steven Soderbergh (2002).

El siguiente párrafo de la novela sintetiza bien su concepto central: “El ser humano ha emprendido el viaje en busca de otros mundos, otras civilizaciones, sin haber conocido a fondo sus propios escondrijos, sus callejones sin salida, sus pozos, o sus oscuras puertas atrancadas”. Sobre esa tensión funciona Solaris. Buscando comprender un planeta del espacio exterior, los personajes —el solarista Gibarian, el cibernético Snaut, el físico Sartorius y el psicólogo Kelvin, protagonista de la novela— acaban asomándose a los abismos de sus propias existencias: las miserias y la oscuridad de su interior.

Solaris-Lem-Tarkovski

El carácter de la novela deviene del trenzado genial de dos posibles ángulos de lectura: por un lado, si se la lee desde dentro del género, se trata de una novela de esas que la ciencia ficción llama “de primer contacto” (con seres extraterrestres), aunque más bien postule la imposibilidad de lograr dicho contacto con cualquier ser que nuestro entendimiento humano no pueda antropomorfizar. Por otro lado, desmarcándose ya de la Ciencia Ficción, es una novela psicológica, que explora las relaciones humanas, el amor, la culpa, el peso del pasado, la angustia del porvenir, la amenaza permanente de la locura, el miedo a la soledad: nuestra contextura espiritual más profunda.

El fanático de la CF dura disfrutará los cálculos y las especulaciones sobre el planeta, las descripciones casi abstractas de sus fenómenos y, sin duda, también una interesantísima prueba empírica a la que Kelvin se somete para demostrarse a sí mismo que la pesadilla que está viviendo no es tal, sino una tortura psicológica perteneciente al mundo real, en lo que podríamos leer entrelíneas como una refutación del solipsismo, o un “Test-Anti-Philip-Dick”. (Todos estos aspectos son los menos explotados por las dos películas basadas en la novela). Por su parte, los menos adeptos a las ciencias duras seguramente preferirán concentrarse en los personajes y enredarse en los vericuetos de sus almas, ya desde el plano sentimental (como Soderbergh) o desde una perspectiva más intelectual (como Tarkovski).

Solaris-Lem-Soderbergh

Hay una tercera manera de pensar este libro. Si —como decíamos acá— Richard Matheson en Soy leyenda (1954) actualizó el Drácula de Stoker al tomar los miedos típicos que suscitaba el vampiro victoriano y superponerlos a los miedos típicos de un siglo XX posnuclear (fusionando así “terror” con “ciencia ficción”), podríamos decir, en un sentido igual de amplio, que Lem hace lo propio en Solaris con las historias de fantasmas: las saca de aquellas mansiones embrujadas y góticas para ponerlas en órbita, superpuestas a los miedos de una década del sesenta ya en plena carrera espacial. Lem hace deambular a esos fantasmas dentro de una nave claustrofóbica en la que, si el chico de la película Sexto sentido llegara de visita para decir “veo gente muerta”, todos los demás tripulantes le responderían: “chocolate por la noticia”.

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Solaris, de Stanisław Lem. Novela. Traducción de Joanna Orzechowska; introducción de Jesús Palacios. Impedimenta, 2011 [1961]. 292 páginas. Recomendamos este libro en “Ciudad X”, La Voz (Córdoba, 1 de agosto de 2013).

El empapado Riquelme, de Francisco Mouat

Por Martín Cristal

Huesos en el desierto

Francisco-Mouat-El-Empampado-Riquelme“Empampado”, según el Diccionario de voces del norte de Chile, significa “perdido en el desierto, desorientado en medio de la pampa”. En 1956, Julio Riquelme, humilde portero del Banco del Estado chileno, sube a un tren en Chillán para hacer un viaje de cuatro días hacia Iquique. Va al bautismo de uno de sus nietos, lo que de paso servirá de reconciliación con uno de sus hijos. Allá también estará su ex esposa, a quien no ve desde hace años.

Riquelme nunca llega a Iquique. La última estación donde algún pasajero recuerda haberlo visto es Los Vientos: una desolada parada técnica de pocos minutos en el desierto de Atacama. Una de sus valijas sí llega a destino. Lo buscan en las inmediaciones: nada.

Cuarenta y tres años más tarde, en el baño de un aeropuerto aparece un sobre cerrado con todos los efectos personales de Riquelme (gastados por el tiempo, pero por lo demás intactos). Los acompaña una carta anónima que da las coordenadas exactas donde encontrar, en pleno desierto, un esqueleto sin enterrar, blanqueado por el sol de cuatro décadas.

Esto resume las primeras cinco páginas de El empampado Riquelme, la crónica de investigación realizada por el periodista Francisco Mouat (Santiago de Chile, 1962). Los primeros capítulos plantean los interrogantes mayores sobre el destino del viajero, preguntas que operan como la intriga de un policial. ¿Qué le pasó a Riquelme? ¿Se tiró, se cayó, lo tiraron? ¿Por qué, ya abandonado por el tren, se internó diecisiete kilómetros en el desierto en vez de caminar siempre junto a la vía férrea?

Las respuestas quedarán en suspenso. En los capítulos siguientes, Mouat revisa el contexto: nos cuenta otras historias de empampados, o nos amplía la genealogía y las relaciones internas de la familia Riquelme (en la que cundieron toda clase de hipótesis sobre la desaparición, no todas a favor del desaparecido).

El libro pasa de la crónica llana de los hechos a la crónica de la investigación en sí: Mouat va apareciendo cada vez más dentro de su propio relato. Entrevista a ex compañeros del Banco, revisa la prensa de la época, sondea los archivos del registro civil; la potencia de las preguntas abiertas es tal que el lector sigue adelante aunque alguno de estos pormenores pueda resultarle accesorio. El libro también abre una dimensión fuerte referida a las relaciones filiales: incluye una interesante análisis psicológico y una digresión sobre la relación de Mouat con su propio padre.

El lector puede temer que la investigación sólo amplíe el lienzo contextual, sin llegar a una definición sobre el misterio de Riquelme. Por eso vale advertirle que, en los capítulos finales, sí recibirá noticias reveladoras de buena fuente (y luego otras de una fuente no tan acreditable, aunque pueden tomarse como especulaciones verosímiles). Esas noticias despegarán —del amplio fondo de sospechas— las hipótesis más plausibles sobre qué puede haber hecho que el pobre Riquelme termine como aquel rey de Borges: entrampado en el laberinto sin paredes que es todo desierto.

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El empapado Riquelme, de Francisco Mouat. Crónica periodística. Libros del Náufrago, 2011. 140 páginas. Recomendamos este libro en «Ciudad X», La Voz (Córdoba, 7 de febrero de 2013). Adrián Savino me regaló este libro, y también lo reseñó en su blog.

Ready Player One, de Ernest Cline

Por Martín Cristal

Nostalgia geek de los ochenta

Primero una historia real. En las tempranas consolas Atari, la empresa no ponía el crédito de los programadores en ninguna parte. Esto llevó a Warren Robinett, programador del videojuego Aventura, a esconder subrepticiamente una llave especial en uno de los laberintos del juego: quien la encontraba podía entrar en un aposento secreto donde aparecía la leyenda “Creado por Warren Robinett”. A estas sorpresas que los creadores de un programa ocultan entre su código, se les llama “Huevos de Pascua”.

Ahora la historia de ficción. En 2044 fallece el creador de Oasis, un programa de realidad virtual (una especie de Second Life archimejorada) que acabó por tragarse a Internet: no hay interacción web que no se haga a través de Oasis. En su video-testamento, James Halliday revela al mundo que no tiene herederos y que quien encuentre el Huevo de Pascua que ha escondido en el inabarcable universo virtual del programa, pasará a poseer toda su fortuna y a controlar Oasis. Millones de cazadores románticos o ambiciosos abrazan el concurso y —provistos de casco y guantes especiales— exploran la cebolla virtual, mientras afuera el mundo real se cae a pedazos. Uno de ellos es Wade Watts, el joven protagonista de la novela Ready Player One.

El truco de Ernest Cline (Ohio, 1972) reside en establecer que Halliday era un viejo geek que vivió su adolescencia en los ochenta; así, las pistas sembradas para encontrar el Huevo provienen de la cultura tecno-pop de esa década. Como otros jóvenes de 2044, Wade se vuelve un experto en Pac-Man, Star Wars, Ultra Siete, Calabozos & Dragones… y en muchos otros subproductos ochenteros. Si Halliday “siempre quiso que todo el mundo compartiera sus obsesiones, que a todo el mundo le encantaran las cosas que a él le encantaban”, Cline busca lo mismo: inyectarnos su berretín retro, su nostalgia geek de los ochenta. Empieza a hacerlo ya desde la solapa, donde aparece sentado sobre el capot de un DeLorean. Claro que Cline viaja en sentido opuesto al del auto de Volver al futuro: dice llevarnos a 2044, pero en realidad nos devuelve a 1984 y sus zonas aledañas.
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¿La traducción? Floja: hay que deducir varios nombres de videojuegos y series de TV, que en Argentina no se llamaban como en España; incluso hay varias inexactitudes que muchos lectores no perdonan, como por ejemplo la de llamar “réplicas” a los replicantes de Blade Runner. ¿El relato? Muy explicativo, con algunas resoluciones apresuradas y argumento pum-para-adelante: puro best-seller, sí, tanto que la contratapa del libro va directa a los réditos económicos: rey del ranking en Amazon, derechos vendidos a Warner Brothers para una película…

Ready Player One es un entretenimiento ligero, con más fórmulas de best-seller que de ciencia ficción, cuya aventura —¿un derivado post-cyberpunk light?— está estructurada como un videojuego (en esto último recuerda un poco los desafíos graduales de El juego de Ender). En líneas generales, no es más que una búsqueda del tesoro puesta por escrito, aunque puede resultar divertida e incluso absorbente para quienes —como Cline o un servidor— hayan quemado una parte de su gloria adolescente jugando en las maquinitas de los ochenta.

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PD. Sobre esta misma novela, recomiendo leer también la reseña de Jack Moreno.

Debate en la Feria del Libro 2011

El realismo en autores cordobeses

Mesa-debate en la Feria del Libro de Córdoba 2011, con
Perla Suez, Eugenia Almeida, Sergio Gaiteri y Martín Cristal.

Coordina: Susana Chas.

Jueves 8 de septiembre, a las 19:30 hs.
en la Biblioteca Córdoba (27 de abril 375). Entrada gratuita.

[Ojo: los que saben de realismo son ellos. Yo acepté estar en el panel
para poder escucharlos de más cerca. Todo lo que digamos podrá ser usado
en nuestra contra.
Quedan todos invitados.]

La casa del admirador en México

Edición mexicana de La casa del admirador.
Plan C Editores, colección La Mosca Muerta.
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Parece que salió, nomás.
Aquí la noticia sobre la presentación en la
XXXII Feria Internacional del Libro
del Palacio de Minería, México DF.

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