Cuando yo todavía era el típico lector novato que a la literatura argentina solo la conoce a través de autores ya bien muertos y glorificados (Arlt, Borges, Marechal, Cortazar...) o, como mucho y por entonces, cercanos a morirse (Bioy, Sabato...), me topé en el extranjero con esta antología de autores argentinos vivos, de los que solo había leído a uno (Fogwill). Después, ya ganada esa confianza, leería a muchos más. Supongo que no soy el único que también le debe eso a Forn: no solo el placer de leerlo los viernes, sino también el ingreso a la contemporaneidad en tanto lector en formación.
