El pez volador en Fenómenos (I)

Por Martín Cristal

Síntesis de la presentación de El pez volador en el espacio Fenómenos, nuevos soportes para las letras. Feria del Libro de Córdoba (Cabildo Histórico, 18 de septiembre de 2008). Parte 1 de 2.
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Del sitio web al blog

Mi primer libro, Las alas de un pez espada, salió en 1998. En ese momento recién se empezaba a experimentar con Internet. Un amigo me ofreció hacer un sitio web (que hoy se vería muy rudimentario); yo acepté sin saber muy bien cuál podría ser su utilidad y alcances. En él pusimos algunos cuentos del libro.

Más tarde rediseñé mi sitio web tal como se ve hoy: mis libros puestos sobre un estante virtual. Uno puede “sacar” un libro y ver material relacionado con él: fragmentos, críticas… En suma: leer un poco de la obra y un poco lo que han dicho otros sobre la obra. Ese estante con “la obra completa” era un estante imposible, un estante que no podía tener nadie, porque los libros que publiqué en México no se consiguen en Argentina, y viceversa… Yo quería que pudiera percibirse ese conjunto de libros en algún lado. Ése fue el motivo para diseñar un sitio con esta forma.

En el sitio pueden leerse muestras de la obra, fragmentos. El website no es la obra: la obra son los libros reales, los textos completos en su soporte material. Me interesa el libro de verdad en manos de alguien que lee en el mundo real, abstraído, atento. El sitio web es sólo una herramienta para provocar la lectura de esos textos completos.

El sitio se enmarca en el concepto de Web 1.0; yo ya lo tenía cuando surgió la tecnología del blog, la cual se enmarca en la Web 2.0. Si yo ya tenía un sitio, ¿por qué hacer además un blog? Decidí pensar lo mejor posible para qué hacer un blog y en tal caso qué tipo de blog hacer.

Mis ideas iniciales sobre este blog figuran en su primer artículo: “Inauguración de El pez volador”. No quise hacer un blog con un material diverso cuyo único eje fuera mi persona; preferí circunscribirlo a un tema, a una forma: un diario de lectura con apuntes sobre narrativa. Esto me serviría para no viciar mi obra narrativa con cierta tendencia que tengo a la metaliteratura: concentraría mis apuntes literarios en un blog, para no poner esos conceptos en boca de mis futuros personajes. He detallado mejor todo esto en un artículo anterior: «Vida y literatura en la literatura«.

Desde aquel primer libro han pasado diez años. Ésa es otra razón para un blog como éste: hacer un corte, un balance del oficio, ver qué caminos seguir de ahora en más, dejar de soltar un libro tras otro en forma inconexa para pensar un designio para una obra completa… Pensar abiertamente sobre todo eso. Lo venía haciendo en apuntes privados, hasta que un amigo me dijo: “todo esto se podría compartir”. Me hizo ver que la experiencia podría ser enriquecedora. Esto devino en El pez volador.

Una buena pregunta

En el Nº 83 de la revista Ramona —dedicado al tema “Blogs & Flogs”—, leí un interesante artículo de Reinaldo Laddaga, titulado “Un artista se explica”. La siguiente es una síntesis apretada pero fiel de los conceptos que más me atrajeron de ese texto:

  • Eric Gans propone que la novela En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, es una precursora de los blogs. En efecto, la composición de esa novela es tan nebulosa como la de un blog…
  • Laddaga opina que Gans se equivoca al pensar los blogs sólo como si fueran diarios personales. Esto “no es, en general, lo que hacen los que mantienen blogs”. Cuando estos individuos son artistas, lo que hacen es asociar a sus obras “una multitud de materiales que Proust pensaba que era preferible dejar ocultos”.
  • “No explicarse nunca (o a lo sumo hacerlo de manera indirecta, por señas e indicios): ésta es la regla cardinal, pensaba Proust, del artista que se preciara de ser tal”. Lo contrario —explicarse— era una vulgaridad.
  • “Pero un número creciente de artistas se pone, voluntariamente, en la escena del Internet para explicarse. ¿Por qué? Debe de haber multitudes de razones. Lo cierto es que la situación normal entre nosotros es que al artista se le solicita que se explique”. En efecto, lo hace en festivales, bienales, ferias, entrevistas, mesas redondas, conferencias… Que no percibamos como una vulgaridad esa insistencia del artista en hacer acto de presencia en el lugar en que recibimos su obra, es un índice de cuánto han cambiado las cosas, dice Laddaga.
  • Hace veinte años, el axioma de la crítica era que el artista, en tanto artista, no era idéntico a la persona, en tanto persona. Sus preferencias, sus explicaciones no tenían que distraer al crítico de la lectura de su obra. Así lo preferían Foucault, Derrida, Deleuze, Lacan, Barthes… (éstos coincidían con el imaginario de Proust).
  • Laddaga opina que esos términos ya “no son particularmente útiles para analizar las maniobras de los artistas cuando se explican, y menos de los que ensayan hacer de la explicación una forma que es, me parece, lo que pasa con los blogs más ambiciosos”.

Me interesó este artículo porque, sin querer, yo estaba empezando a hacer eso en el blog: a explicarme, con la salvedad de que me pareció importante no hacerlo en el mismo lugar donde estuviera la obra, o las muestras de la obra. Me sentí interpelado sobre todo por la pregunta: ¿por qué el artista usa Internet para explicarse?

Entre “multitudes de razones”, Laddaga propone como respuesta el hecho de que hoy “al artista se le solicita que se explique”. Cierto. Aunque hacerlo no sea una necesidad del propio artista, sí le son requeridas esas explicaciones, al punto tal que casi todas las artes han incorporado esa información adicional a sus formatos más comunes: después del The End de la película, ahora tenemos los extras del DVD; en las muestras de artes plásticas están las obras colgadas en la pared y, en la misma pared, un texto en plotter de corte que explica la muestra; el cuadernito del CD trae las letras y material adicional, etcétera.

Se me ocurren veinte razones —cuyos bordes se superponen— para representar esas “multitudes de razones” que Reinaldo Laddaga sospecha en su artículo…

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