Por Martín Cristal
Huesos en el desierto
“Empampado”, según el Diccionario de voces del norte de Chile, significa “perdido en el desierto, desorientado en medio de la pampa”. En 1956, Julio Riquelme, humilde portero del Banco del Estado chileno, sube a un tren en Chillán para hacer un viaje de cuatro días hacia Iquique. Va al bautismo de uno de sus nietos, lo que de paso servirá de reconciliación con uno de sus hijos. Allá también estará su ex esposa, a quien no ve desde hace años.
Riquelme nunca llega a Iquique. La última estación donde algún pasajero recuerda haberlo visto es Los Vientos: una desolada parada técnica de pocos minutos en el desierto de Atacama. Una de sus valijas sí llega a destino. Lo buscan en las inmediaciones: nada.
Cuarenta y tres años más tarde, en el baño de un aeropuerto aparece un sobre cerrado con todos los efectos personales de Riquelme (gastados por el tiempo, pero por lo demás intactos). Los acompaña una carta anónima que da las coordenadas exactas donde encontrar, en pleno desierto, un esqueleto sin enterrar, blanqueado por el sol de cuatro décadas.
Esto resume las primeras cinco páginas de El empampado Riquelme, la crónica de investigación realizada por el periodista Francisco Mouat (Santiago de Chile, 1962). Los primeros capítulos plantean los interrogantes mayores sobre el destino del viajero, preguntas que operan como la intriga de un policial. ¿Qué le pasó a Riquelme? ¿Se tiró, se cayó, lo tiraron? ¿Por qué, ya abandonado por el tren, se internó diecisiete kilómetros en el desierto en vez de caminar siempre junto a la vía férrea?
Las respuestas quedarán en suspenso. En los capítulos siguientes, Mouat revisa el contexto: nos cuenta otras historias de empampados, o nos amplía la genealogía y las relaciones internas de la familia Riquelme (en la que cundieron toda clase de hipótesis sobre la desaparición, no todas a favor del desaparecido).
El libro pasa de la crónica llana de los hechos a la crónica de la investigación en sí: Mouat va apareciendo cada vez más dentro de su propio relato. Entrevista a ex compañeros del Banco, revisa la prensa de la época, sondea los archivos del registro civil; la potencia de las preguntas abiertas es tal que el lector sigue adelante aunque alguno de estos pormenores pueda resultarle accesorio. El libro también abre una dimensión fuerte referida a las relaciones filiales: incluye una interesante análisis psicológico y una digresión sobre la relación de Mouat con su propio padre.
El lector puede temer que la investigación sólo amplíe el lienzo contextual, sin llegar a una definición sobre el misterio de Riquelme. Por eso vale advertirle que, en los capítulos finales, sí recibirá noticias reveladoras de buena fuente (y luego otras de una fuente no tan acreditable, aunque pueden tomarse como especulaciones verosímiles). Esas noticias despegarán —del amplio fondo de sospechas— las hipótesis más plausibles sobre qué puede haber hecho que el pobre Riquelme termine como aquel rey de Borges: entrampado en el laberinto sin paredes que es todo desierto.
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El empapado Riquelme, de Francisco Mouat. Crónica periodística. Libros del Náufrago, 2011. 140 páginas. Recomendamos este libro en «Ciudad X», La Voz (Córdoba, 7 de febrero de 2013). Adrián Savino me regaló este libro, y también lo reseñó en su blog.