Informe sobre ectoplasma animal, de Roque Larraquy y Diego Ontivero

Por Martín Cristal

Los cazafantasmas

Larraquy-Ontivero-Informe-Ectoplasma-animalRoque Larraquy se desmarca de las expectativas que siempre genera una muy buena primera novela —como sin duda lo fue La comemadre, su debut narrativo de 2010— mediante la publicación de un segundo libro que no pueda encajarse fácilmente en ese mismo género… o en cualquier otro. Un buen intento de evitar las (inevitables) comparaciones.

Su flamante Informe sobre ectoplasma animal consta de 23 episodios brevísimos cuyo punto en común más evidente con La comemadre es el retorno a la exploración ficcional del ámbito científico de principios del siglo XX (que en esta ocasión se prolonga hasta la década del cincuenta). En la ingenuidad entusiasta de esas investigaciones primigenias —en ese no saber si lo que se estudia hoy tendrá, algún día, estatuto de ciencia, o aplicaciones prácticas relevantes—, hay una cantera muy rica para la imaginación narrativa, algo que Larraquy sabe aprovechar.

La narración en presente le otorga inmediatez a una acción que se enfoca —en las dos primeras partes del libro— en la recolección de un módico zoológico de aparecidos: son espectros de animales muertos, “un residuo matérico inscripto en el éter”, que puede registrarse mediante una novedosa técnica, todavía en desarrollo: la ectografía. Con ella es posible captar el “ectoplasma” animal, y luego sugerir las más diversas conclusiones respecto de cada uno de esos registros.

Los episodios del catálogo espectral de Larraquy funcionan en dos direcciones: presentan una historia fantasmagórica que luego el registro ectográfico vendrá a interpretar; o bien, a la inversa, describen primero una ectografia, cuyo resultado el lector comprenderá mejor al conocer el contexto en que se obtuvo la toma.

La tercera parte de este informe propone una trama mínima en torno al intento de desarrollar la técnica ectográfica por parte de una típica sociedad (pseudo)científica: caballeros honorables que buscan sistematizar sus observaciones en pos de convertir su afición común en una ciencia hecha y derecha (lo otro que buscan, claro, es credibilidad y apoyo económico). La convicción de los científicos de Larraquy a veces parece más basada en la fe que en la razón, y muchas veces provoca una sonrisa. Su fascinación por ver lo que usualmente no puede verse, recuerda el asombro de Hans Castorp —en La montaña mágica de Thomas Mann (1924)— al ver el esqueleto de su primo Joachim (y los huesos de su propia mano) en una “moderna” radiografía.

Diego-Ontivero-TrilobitesEl texto íntegro abarca apenas 55 páginas, que se complementan bien con las ilustraciones de Diego Ontivero: 23 composiciones geométricas de colores desaturados —cuando no en blanco y negro—, posiblemente realizadas con algún programa de dibujo vectorial (Ontivero es diseñador gráfico). Figurativas o abstractas, apelan a sintéticas vistas frontales o con perspectivas isométricas, y a la elogiable estrategia de sugerir antes que explicar. Destaca la de un trilobites, mezcla de fósil y móvil colgante.

En un dibujo mucho más antiguo (un grabado en realidad), Goya inscribió aquello de que “el sueño de la razón produce monstruos”. En este informe, el monstruo provisto por la razón —por la ciencia, como sucede desde Frankenstein— toma la forma evanescente de un espectro mixto, un residuo fantasmal que en su más mínimo contacto con el hombre parece capaz de alterarlo, excitando su violencia intrínseca. Todo el orden moral humano queda en cuestión cuando nuestra bestialidad puede atribuirse a algo invisible, incontrolable, que nos atraviesa. El epílogo de este Informe sobre ectoplasma animal funciona como contraste para esta percepción. ¿Somos más de lo que se ve de nosotros? Aun si así fuera, los hombres ya hemos establecido las penitencias que les corresponden a todas “nuestras” malas acciones.

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Informe sobre ectoplasma animal, de Roque Larraquy (texto) y Diego Ontivero (ilustraciones). Nouvelle ilustrada. Eterna Cadencia, 2014. 88 páginas. Recomendamos este libro en “Ciudad X”, La Voz (Córdoba, 8 de mayo de 2014).