Desayuno por la tarde, de Andi Watson

Por Martín Cristal

Se buscan jóvenes con experiencia

Andi-Watson-Desayuno-por-la-tardeAndrés Calamaro contaba, en alguna de las 103 canciones de El salmón, que pasó por una época en la que, tras desintoxicarse y engordar, “desayunaba al mediodía”. Parece haber sido una época plácida, aunque breve (“cinco minutos de felicidad”). En cambio, en las 208 páginas de Desayuno por la tarde, el inglés Andi Watson (Yorkshire, 1969) plantea la sensación contraria: no es tan feliz desayunar después del mediodía si lo hacés porque perdiste tu trabajo y hace rato que no podés conseguir otro.

Esta historieta agridulce, enmarcable en lo que genéricamente se denomina slice of life —o “porción de vida”: narraciones realistas sobre el cotidiano contemporáneo— tiene un planteo inicial tan simple como efectivo. Rob y Louise son una joven pareja. Ya conviven y planean casarse pronto, pero entonces la fábrica en la que ambos trabajan hace un gran recorte de personal, debido a una renovación pero también por la crisis económica de la región (estamos en tiempos de Tony Blair). Ambos quedan en la calle. El futuro ya no parece tan claro como antes. Rob y Louise deberán salir a buscarse a sí mismos.

Se ha repetido hasta el hartazgo en todo tipo de manuales de empresa y superación personal que la palabra china para decir “crisis” está compuesta de dos caracteres que significan “peligro” y “oportunidad”. En lo dual de ese (inexacto) cliché de la sabiduría new age, se puede hallar el germen de las respectivas estrategias de supervivencia que encararán Rob y Louise. Él, poco flexible ante el cambio, se emperra en la negación y se entrega progresivamente a una peligrosa abulia, de corte depresivo; ella, con más cintura y ánimo, busca alguna solución, e incluso vuelve a estudiar, para aumentar sus posibilidades de encontrar un nuevo empleo. Lo interesante de la historia es lo que este forcejeo en direcciones opuestas hará con el proyecto y el amor de ambos. Otros ingredientes del temporal que deben capear es la presión social de los amigos y, más ampliamente, la de la sociedad de consumo.

Watson-Louise-and-Rob

Con trazo grueso y en blanco y negro —con un solo escalón intermedio de gris—, Watson consigue una atractiva síntesis geométrica para sus dibujos (algo de su búsqueda y sus intentos se pueden comprobar en los bocetos que completan las últimas páginas del volumen editado por Astiberri). Dicha síntesis condice con la del argumento: con escenas cortas y precisas, Watson consigue pintar el drama del desempleo, profundo aun en sociedades como la inglesa, que cuenta con paliativos estatales largamente establecidos para el problema.

¿Prevalecerá el amor por sobre la adversidad? Esto es lo que el lector quiere saber. Watson muestra interés por las relaciones de pareja también en otras de sus obras (como por ejemplo en Sed de noticias o Peleas de enamorados), pero en ninguna lleva los conflictos internos entre el hombre y la mujer al cruce con una realidad social tan urticante y palpable como en Desayuno por la tarde, lo que hace que esta historieta pueda considerarse, a la fecha, su obra más importante.

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Desayuno por la tarde, de Andi Watson. Historieta. Astiberri, 2006. 208 páginas. Recomendamos este libro en «Ciudad X», La Voz (Córdoba, diciembre de 2013).

Fabián Casas Remixed

Por PJ Martín Cristal

El Poet-Jockey viene embalado y también remixa [*] a Fabián Casas:


Un escritor, ¿no debería ir siempre / en contra de su habilidad? / ¿Quién consigue expresar sus emociones / en una simple conversación? / ¿Qué es lo que hace / que una vida funcione y avance? / Todavía somos jóvenes, pero eso / se pierde enseguida. / Las parejas y las revistas literarias / duran casi siempre dos números. / Conozco gente que desea ser amada / y gasta su tiempo en los flippers.

La dicha se engendra / en el corazón de lo trivial. / Cada corazón latiendo al unísono. / El winco al mango con Led Zeppelin / la ropa usada, el hip hop, el trash / y las cosas quietas en la felicidad de su condición. / A las cosas no les importan los mortales. / Aún así, las cosas persisten en crecer. / A tu derecha, una heladera de coca cola / ilumina la estación de servicio. / Una heladera roja de Coca-Cola / que tiene luz propia durante la noche. / Como vos la dejaste, / fosforescente en la noche. / Pienso esto y abro la heladera: / Tal cual. Se abrió. / Un poco de luz desde las cosas / que se mantienen frías.

Suena el teléfono y me despierta. Es mi padre. / “Lo único que podemos hacer / —dice él— es superar a nuestros padres”. / Nos ponemos todos de pie. / De pie, señores, un poco de respeto para los hombres como mi viejo. / Fabián Casas y su padre / van en coche al muere. / “No”, digo. El violín finísimo  / de un mosquito orbita mi cabeza. / No tenemos la culpa de ser herederos / del mismo crimen. / No todo es tan duro, ya lo sé; / pero así también podría ser la muerte: / Un error con el cual mantenés / una particular relación de intimidad.

casas-remix

En días en los que me creo / el Jedi más duro, / llevo a mi padre —que duerme a mi lado— / hacia su casa. Así, con la cara distendida / sacrificando sus deseos y su importancia personal / está por morir. / Está bien, papá, ya han pasado muchos años / y es bueno que duermas un poco.

Entonces salta y se sostiene en el aire.

No me parece bueno / quedarme callado cuando estoy con mi viejo. / Tratando de sepultar la narración de nuestros padres / se va la adolescencia / pero convengamos que esta falsedad / de tensar los poemas con una catástrofe / se ha convertido ahora en mi segunda naturaleza. / Y cuando en la Academia se habla de mis versos, / dos luchadores de sumo / tiran de cada uno de mis brazos / y después se van.

Ningún parte sobre mi corazón. / Porque ya no compone para seres humanos. / Que tu corazón esté / con los que viven solos / separados por un vidrio inmenso.

Este es el patio donde fui chico. / Sobre la vereda de los setenta / los chicos ponen monedas en las vías / bajo el desierto spleen de Boedo. / No viene el tren del Oeste. / Me pregunto en qué momento / los dinosaurios sintieron / que algo andaba mal. / No tenemos nada, pienso, / mientras me lavo la cara, / definitivamente este es mi rostro de hoy. / La vejez es el último verso del poema; / después de él empieza la crítica.

Bueno, eso es todo.

[*] Versos de Fabián Casas mezclados libremente por mí. Fueron tomados de los siguientes poemas: “Foto 1965”, La radio anuncia precipitaciones aisladas, “Paso a nivel en Chacarita”, “Una heladera en la noche”, “Hoy mi madre tendría que cumplir 48 años”, “Suena el teléfono y me despierta”, “Conduciendo durante la noche”, “A los pies de la cama de mi viejo”, “Final”, “Me pregunto”, “Sin llaves y a oscuras”, “A mitad de la noche”, “Vida en común”, “Hegel”, “Un plástico transparente”, “Una canción que no recordás”, “Mientras me lavo la cara”, “Esperando que la aspirina”, “Tratando de sepultar”, “Despertarte”, “Cancha Rayada”, “Pogo”, “El malogrado”, “F. C. divaga sobre un trastorno”, “El Horla”, “En el vidrio”, “Cosas que hace tu bata blanca”, “Sindicalismo”, “Frank Zappa”, “Oda”, “Dora Markus”, “Mantis”, “Problemas de la vida moderna”, “El spleen de Boedo”, “Tratando de ver cómo será”, “Los olímpicos”, “Los condecorados”, “El soldador” y “Trece maneras de mirar a un cuervo”. Todos estos fragmentos se encuentran en Horla City y otros. Toda la poesía 1990-2010 de Fabián Casas (Emecé, 2010).

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Otros remixes: Nicanor Parra | Joaquín Giannuzzi