Cuestionario para escritores en Horas robadas a la noche

gr-27-7-2009-15503147Horas robadas a la noche es un blog hecho desde la ciudad de Rosario. Reúne reflexiones en torno a los lugares y las metodologías de trabajo de escritores argentinos, en un intento de aproximación al mundo —público y privado— de su oficio. El cuestionario incluye preguntas sobre el lugar y el momento para escribir, la relación con la biblioteca y la inspiración, los libros infaltables, los autores sobrevalorados e infravalorados, la escritura y los estados alterados de la conciencia…

Mis respuestas pueden leerse aquí

La selección de autores es ecléctica y muy amplia: ya hay más de cien escritores en su blogroll.

Notas de recienvenido al mundo del e-reader

Por Martín Cristal

Desatada mi fiebre de ciencia ficción, me fue muy difícil encontrar incluso títulos clásicos del género que no deberían faltar en las librerías. Después de un año de trajinar inútilmente —no, no están—, en agosto decidí comprar un lector de libros electrónicos (e-reader). Por precio y recomendaciones de amigos, opté por el Kindle Touch de Amazon.

Es decir que el Factor 1 que me inclinó a probar el e-reader fue la disponibilidad de los textos. Y no precisamente porque antes yo hubiera verificado que los que yo quería estuvieran disponibles en la web de Amazon, if you know what I mean. De hecho no me interesó registrarme, y creo que no lo haré al menos hasta que se me pase la impresión de que el asunto conlleva un aura orwelliana que no me cae nada bien (recordemos el episodio ocurrido hace algunos años con el e-book de la novela 1984, nada menos). ¿Qué tiene que saber Jeff  “Big Brother” Bezos qué carajo leo, qué subrayo o cómo clasifico mis libros? Mientras tanto, he encontrado por otras vías los textos de CF que quería leer.

Los demasiados libros

Pronto padecí el mal inverso: de repente tuve demasiados libros, como diría Gabriel Zaid. De hecho, mis primeros diez días con el aparato me llenaron de una ansiedad tipo “lo-bajo-lo-cargo-lo-abro-lo-cierro-y-bajo-otro”, sin leer ninguno. Hay que darle la razón a Ricardo Piglia, que nos recuerda que, por más aparatitos novedosos que tengamos para leer, la velocidad de lectura es siempre la misma. Llega un momento en que hay que salirse de la ilusión burguesa que iguala la descarga de libros con su lectura. Y hay que ponerse a leer, otra vez, como siempre. En ese punto, toda la superabundancia se desvanece tras un solo libro, tras una sola página, tras un solo párrafo y una sola línea: la que estás leyendo ahora.

Así que bajé un cambio y elegí de mi nueva biblioteca virtual uno de los libros que moría por leer pero no había podido conseguir en librerías: Matadero Cinco, de Kurt Vonnegut Jr. Y sí: me puse a leerlo.

Otras ventajas

Aquí se evidenciaron las otras ventajas que me interesaban del aparato: el factor 2, la salubridad de la tinta electrónica en comparación con la lectura en el monitor de la computadora, frente al que ya de por sí paso demasiado tiempo quemándome la vista. Esto también es muy útil para leer los textos de los amigos escritores que te pasan su más reciente novela de 100, 200, ¡300 páginas! “porque me interesa que la leas”, pero sin que ese interés suyo los lleve al extremo de imprimirme una copia: “te la mando por mail” (conciencia ecológica, digamos en su favor). Ahora al menos puedo convertir el texto al formato .mobi y leer esos inéditos en el patio, incluso subrayando y tomando notas. O sea, factor 3: comodidad. (La batería también colabora, ya que la carga dura muchísimo).

Es evidente que la ventaja del aprovechamiento del espacio la notaremos más adelante, en la ralentización del crecimiento de la biblioteca, cosa que agradeceremos en nuestra próxima mudanza, cuando sea que ésta ocurra.

Desventajas

Hablábamos de convertir de un formato a otro. En cierto pasaje de la novela de Vonnegut, se lee lo siguiente:


“Sus raptores
[del planeta Tralfamadore] tenían cinco millones de libros terrestres metidos en un microfilm, pero era imposible proyectarlo en la cabina donde él estaba.”

Esto que le pasa —y le pasó y le pasará una y otra vez— al Billy Pilgrim de Vonnegut, yo lo sentí como mi bienvenida al planeta del libro electrónico, y en particular al monoformato de Amazon: el mencionado .mobi, incompatible para otros e-readers. El Kindle tampoco lee los formatos ajenos —como el .epub, que poco a poco se va convirtiendo en el más popular—, y así todo esto sería un infierno de incompatibilidades de no ser por las diligentes conversiones del programa Calibre, alabado sea. Lo cual me recordó un poema tecno del viejo y querido Charles Bukowski:


16-bit Intel 8088 chip

with an Apple Macintosh
you can’t run Radio Shack programs
in its disc drive.
nor can a Commodore 64
drive read a file
you have created on an
IBM Personal Computer.
both Kaypro and Osborne computers use
the CP/M operating system
but can’t read each other’s
handwriting
for they format (write
on) discs in different
ways.
the Tandy 2000 runs MS-DOS but
can’t use most programs produced for
the IBM Personal Computer
unless certain
bits and bytes are
altered
but the wind still blows over
Savannah
and in the Spring
the turkey buzzard struts and
flounces before his
hens.

Es así. Con lo electrónico nos hacemos acreedores de toda la burocracia y la mediatización que el soporte conlleva, algo que el papel dejaba felizmente fuera del asunto (para el acto de leer; para el de escribir esta complejización llegó mucho antes, como atestigua el poema de Bukowski). Ya lo veníamos haciendo con la música y con las películas: verificación de calidades, cambios de formato, copias de respaldo… Ahora también nos tocará con los libros. Será sólo cuestión de costumbre, espero.

Con Calibre puedo revisar los textos antes de leerlos (cosa que primero también quise hacer en masa, hasta que me di cuenta de que podía pasármela en eso mismo hasta el fin de mis días sin leer nada). Ahora solo reviso la formación del texto que me dispongo a leer antes de hacerlo —como se chequean los subtítulos de una película recién bajada— y enseguida me dedico a eso: a leer. A la velocidad de siempre, libros que quería leer desde hace mucho, sin quemarme las retinas más de lo necesario, e incluso en lugares donde el viento todavía sopla.
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A los interesados en actualizaciones y más experiencias sobre e-books, e-readers, etc., les recomiendo darse una vuelta por El club del ebook.

Sobre la secuencia de las lecturas

Por Martín Cristal

I.

La secuencia de lecturas de un escritor es un aspecto importante a la hora de modelar su creatividad: no sólo importa qué obras ha leído, sino también en qué orden las ha ido descubriendo. Lo que escriba sin duda no será igual si intercaló lecturas disímiles —distintos autores y países de origen, distintas épocas y temáticas— que si leyó en bloque los clásicos griegos, o toda la literatura inglesa del siglo XIX.

A mi entender, uno de los problemas de cursar la carrera de Letras es que la secuencia de las lecturas está organizada de manera inflexible, siguiendo la cronología o la geografía de las lenguas. Este método, cuando la pretensión del alumno es la de ser un cabal lector para dedicarse al estudio, la investigación, la enseñanza, la crítica o para comprender la historia de la literatura —no la literatura, sino “la mera historia de la literatura”, parafraseando a Herbert Quain—, me parece orgánico y positivo; pero si la intención del alumno es narrar, cuando su anhelo es inventar historias… entonces esa rigurosidad puede cercenar buena parte de la alquimia creativa que ofrece una secuencia aleatoria (o la estructurada según intereses personales). Disminuye en mucho las posibilidades de un error en el sistema, de una grieta en los cánones, de una reacción química sorpresiva que le permita al autor basar su obra en una combinación de lecturas diferente. De ahí que muchos de los alumnos de Letras que poseen la intención de convertirse en narradores, necesiten un tiempo después de la facultad para “olvidar” lo aprendido y desembarazarse de las lecturas canónicas. Si tienen la paciencia de esperar, entonces realmente no tienen un problema; pero si no la tienen…

El disfrute inicial de una obra —y, particularmente, su posterior relectura— son los mejores maestros que se puede tener si se quiere escribir. Luego vendrá el trabajo propiamente dicho: Scribendo disces scribere.

secuencia

II.

El juicio que hacemos de las obras literarias también se ve modificado por la secuencia de su lectura. Luego de leer un libro al que le otorgamos una calificación personal alta, es probable que el siguiente libro pase desapercibido si recibe una media; en cambio, en nuestra percepción, ese mismo libro con calificación media puede recordarse como dueño de una calificación media-alta o alta si fue leído luego de una ristra de libros intragables, con calificaciones bajas. (Hablo de “calificaciones” sólo a los fines prácticos de explicarme; no sé si alguien le ponga una calificación formal a cada libro que lee).

Ésa es la falla por la que, muchas veces, no funcionan los listados de recomendaciones. Cuando un amigo nos pide la listita con «los mejores 10 libros que hayas leído en tu vida», es inevitable que, si los consigue a todos y los lee de corrido (cosa que muy rara vez sucede), esta secuencia condensada de diez títulos —que uno leyó distanciados por otros libros intermedios de distinta calidad— se vuelva en sí misma un factor más entre los que impedirán que el juicio de ese amigo sobre esas obras coincida al 100% con el de uno (sumándose este factor, claro, a las diferencias de gusto o conocimientos que ya ambos traen de fábrica).

Algo parecido sucede cuando entramos al universo de un nuevo autor. A él también podemos llegar a juzgarlo de modos muy diferentes según cómo sea la secuencia de lectura que hagamos de sus obras. Para paladear cabalmente a un nuevo autor es muy importante saber por qué puerta —por qué libro— nos conviene entrar a su universo. La obra completa de un autor es un cosmos, una pequeña galaxia llena de estrellas: algunas centrales, otras periféricas; algunas brillantes, otras menos; posee planetas extraños, alguno inhabitable, alguno más hospitalario, otros que aún no han sido descubiertos…

No da igual leer por primera vez a un autor entrando por su obra cumbre, que por la excéntrica, que por las de juventud, que por la póstuma. No es lo mismo “más famosa”, que “más influyente” o “mejor” (esto último exige declarar un criterio previo). No es lo mismo “iniciática” que “más representativa”, “de ruptura” o “de transición”. Nuestra percepción de ese autor y su obra completa variará también de acuerdo al orden en que abordemos la lectura de los textos que la componen. Para ello creo que no debemos hacer un ranking las obras del autor que pretendemos leer, sino hacer un mapa: comprender sus interrelaciones, su posición relativa dentro de la obra total del autor.

Preguntas y respuestas

Por Martín Cristal

El pez volador se presentó en Córdoba durante la Feria del Libro de 2008, en el espacio Fenómenos, nuevos soportes para las letras. Al término de la primera parte de la presentación habíamos arribado a la pregunta: ¿Por qué el artista (el escritor) de hoy usa Internet (el blog) para explicarse?

En la segunda parte aportábamos veinte posibles razones para esa práctica actual. Una de ellas era la posibilidad de concentrar en el blog todas las explicaciones adicionales que hoy se le piden al escritor sobre sí mismo y sobre su obra, las cuales antes quedaban mayoritariamente dispersas o sin registro.

Con ese espíritu recopilo aquí dos invitaciones que recibí de otros blogs de cordobeses. La primera fue de uno de los (miles de) blogs de Iván Ferreyra, Célebres clandestinos. Se trataba de responder un cuestionario fijo, al estilo del de Proust pero con preguntas extrañas como «¿Dónde están los que abrazan?», o «¿Cuál es el mundo que menos desea?». En el mismo blog se pueden leer las respuestas que otros participantes dieron a las mismas preguntas.

La segunda invitación, más reciente, fue para participar en un proyecto de José Playo y su blog Peinate que viene gente. Se trata de una serie de charlas con distintos escritores de Córdoba, las cuales quedan registradas en podcasts (archivos de audio). Las charlas pueden escucharse on-line o descargarse en formato Mp3. En general, las preguntas giran en torno a la lectura, el acto de escribir, los inicios y la literatura en general. El proyecto está en progreso: a la media docena de autores ya entrevistados se irán sumando otros. Pasen y oigan…

El pez volador en Fenómenos (I)

Por Martín Cristal

Síntesis de la presentación de El pez volador en el espacio Fenómenos, nuevos soportes para las letras. Feria del Libro de Córdoba (Cabildo Histórico, 18 de septiembre de 2008). Parte 1 de 2.
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Del sitio web al blog

Mi primer libro, Las alas de un pez espada, salió en 1998. En ese momento recién se empezaba a experimentar con Internet. Un amigo me ofreció hacer un sitio web (que hoy se vería muy rudimentario); yo acepté sin saber muy bien cuál podría ser su utilidad y alcances. En él pusimos algunos cuentos del libro.

Más tarde rediseñé mi sitio web tal como se ve hoy: mis libros puestos sobre un estante virtual. Uno puede “sacar” un libro y ver material relacionado con él: fragmentos, críticas… En suma: leer un poco de la obra y un poco lo que han dicho otros sobre la obra. Ese estante con “la obra completa” era un estante imposible, un estante que no podía tener nadie, porque los libros que publiqué en México no se consiguen en Argentina, y viceversa… Yo quería que pudiera percibirse ese conjunto de libros en algún lado. Ése fue el motivo para diseñar un sitio con esta forma.

En el sitio pueden leerse muestras de la obra, fragmentos. El website no es la obra: la obra son los libros reales, los textos completos en su soporte material. Me interesa el libro de verdad en manos de alguien que lee en el mundo real, abstraído, atento. El sitio web es sólo una herramienta para provocar la lectura de esos textos completos.

El sitio se enmarca en el concepto de Web 1.0; yo ya lo tenía cuando surgió la tecnología del blog, la cual se enmarca en la Web 2.0. Si yo ya tenía un sitio, ¿por qué hacer además un blog? Decidí pensar lo mejor posible para qué hacer un blog y en tal caso qué tipo de blog hacer.

Mis ideas iniciales sobre este blog figuran en su primer artículo: “Inauguración de El pez volador”. No quise hacer un blog con un material diverso cuyo único eje fuera mi persona; preferí circunscribirlo a un tema, a una forma: un diario de lectura con apuntes sobre narrativa. Esto me serviría para no viciar mi obra narrativa con cierta tendencia que tengo a la metaliteratura: concentraría mis apuntes literarios en un blog, para no poner esos conceptos en boca de mis futuros personajes. He detallado mejor todo esto en un artículo anterior: «Vida y literatura en la literatura«.

Desde aquel primer libro han pasado diez años. Ésa es otra razón para un blog como éste: hacer un corte, un balance del oficio, ver qué caminos seguir de ahora en más, dejar de soltar un libro tras otro en forma inconexa para pensar un designio para una obra completa… Pensar abiertamente sobre todo eso. Lo venía haciendo en apuntes privados, hasta que un amigo me dijo: “todo esto se podría compartir”. Me hizo ver que la experiencia podría ser enriquecedora. Esto devino en El pez volador.

Una buena pregunta

En el Nº 83 de la revista Ramona —dedicado al tema “Blogs & Flogs”—, leí un interesante artículo de Reinaldo Laddaga, titulado “Un artista se explica”. La siguiente es una síntesis apretada pero fiel de los conceptos que más me atrajeron de ese texto:

  • Eric Gans propone que la novela En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, es una precursora de los blogs. En efecto, la composición de esa novela es tan nebulosa como la de un blog…
  • Laddaga opina que Gans se equivoca al pensar los blogs sólo como si fueran diarios personales. Esto “no es, en general, lo que hacen los que mantienen blogs”. Cuando estos individuos son artistas, lo que hacen es asociar a sus obras “una multitud de materiales que Proust pensaba que era preferible dejar ocultos”.
  • “No explicarse nunca (o a lo sumo hacerlo de manera indirecta, por señas e indicios): ésta es la regla cardinal, pensaba Proust, del artista que se preciara de ser tal”. Lo contrario —explicarse— era una vulgaridad.
  • “Pero un número creciente de artistas se pone, voluntariamente, en la escena del Internet para explicarse. ¿Por qué? Debe de haber multitudes de razones. Lo cierto es que la situación normal entre nosotros es que al artista se le solicita que se explique”. En efecto, lo hace en festivales, bienales, ferias, entrevistas, mesas redondas, conferencias… Que no percibamos como una vulgaridad esa insistencia del artista en hacer acto de presencia en el lugar en que recibimos su obra, es un índice de cuánto han cambiado las cosas, dice Laddaga.
  • Hace veinte años, el axioma de la crítica era que el artista, en tanto artista, no era idéntico a la persona, en tanto persona. Sus preferencias, sus explicaciones no tenían que distraer al crítico de la lectura de su obra. Así lo preferían Foucault, Derrida, Deleuze, Lacan, Barthes… (éstos coincidían con el imaginario de Proust).
  • Laddaga opina que esos términos ya “no son particularmente útiles para analizar las maniobras de los artistas cuando se explican, y menos de los que ensayan hacer de la explicación una forma que es, me parece, lo que pasa con los blogs más ambiciosos”.

Me interesó este artículo porque, sin querer, yo estaba empezando a hacer eso en el blog: a explicarme, con la salvedad de que me pareció importante no hacerlo en el mismo lugar donde estuviera la obra, o las muestras de la obra. Me sentí interpelado sobre todo por la pregunta: ¿por qué el artista usa Internet para explicarse?

Entre “multitudes de razones”, Laddaga propone como respuesta el hecho de que hoy “al artista se le solicita que se explique”. Cierto. Aunque hacerlo no sea una necesidad del propio artista, sí le son requeridas esas explicaciones, al punto tal que casi todas las artes han incorporado esa información adicional a sus formatos más comunes: después del The End de la película, ahora tenemos los extras del DVD; en las muestras de artes plásticas están las obras colgadas en la pared y, en la misma pared, un texto en plotter de corte que explica la muestra; el cuadernito del CD trae las letras y material adicional, etcétera.

Se me ocurren veinte razones —cuyos bordes se superponen— para representar esas “multitudes de razones” que Reinaldo Laddaga sospecha en su artículo…

[Leer la segunda parte]

El pez volador en Fenómenos (II)

Por Martín Cristal

Síntesis de la presentación de El pez volador en el espacio Fenómenos, nuevos soportes para las letras. Feria del Libro de Córdoba (Cabildo Histórico, 18 de septiembre de 2008). Parte 2 de 2.

[Leer la primera parte]

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El escritor se explica en un blog:
20 razones

La pregunta planteada es, entonces: ¿Por qué el artista (el escritor) de hoy usa Internet (el blog) para explicarse? Se me ocurren veinte razones —cuyos bordes se superponen— para representar a esas “multitudes de razones” que Reinaldo Laddaga sospecha como posibles respuestas. Aquí van:

1. Independencia. El artista elige explicarse en un blog porque está a su alcance utilizarlo, puede llevarlo adelante con libertad, sin condicionamientos externos, con facilidad y sin más costos que su propio tiempo de vida, que en el fondo es el único capital con el que cuenta.

2. Circulación. Porque, al ser el blog un medio más —no un nuevo género ni tampoco una necesidad de la literatura—, integra el mundo de la circulación y difusión de la obra, y para tal fin no es nada despreciable, sobre todo si se considera que el mundo de la circulación de la obra se ha vuelto casi tan importante como el de la producción de la obra (para algunos, quizás, más importante).

3. Definición. Porque, aunque la alta mediatización actual en principio debería colaborar a la difusión de la obra, también es cierto que en una medida similar la difumina, la sume en la multiplicidad del caos mediático; el artista, entonces, decide explicar algunos rasgos de su obra para presentarla más definidamente y así contrarrestar esa interferencia, logrando que el sentido que quiere dar a su obra no se disgregue y atraviese el ruido ampliado de la sobreinformación.

4. Interpretación. Porque al dar algunas pistas más o menos sutiles sobre su trabajo, reduce en un pequeño porcentaje las posibilidades de que se cumpla ese destino que de todos modos resultará irremediable: el destino de ser malinterpretados, que es el de todos nosotros, según decía Goethe (o según lo malinterpretamos nosotros).

5. Foco. El escritor elige explicarse porque sabe que para la eventual difusión de su obra, los periodistas de los medios culturales casi siempre estarán muy ocupados como para ponerse a pensar qué opinan ellos mismos acerca de esa obra; y como en general están mucho más predispuestos a una indiferencia absoluta, el artista les ofrecerá de antemano la posibilidad de ahorrarles el trabajo de producir un texto original sobre su obra por la vía de explicárselas él mismo, sirviéndoles en bandeja todos los beneficios de la cita directa y del copy-paste de algunas razones un poco más elaboradas que las de la contratapa del libro.

6. Visibilidad. Porque gana visibilidad para su obra, que en el fondo es lo único que le importa: su obra, su obra, su obra. Salvo que, más que su obra, le importe su imagen de escritor (lo cual no es mi caso, pero sí el de cada vez más escritores: “mi imagen, mi imagen, mi imagen”. Eso también puede construirse desde un blog).

7. Retroalimentación. Porque el blog le da un feedback valiosísimo, el cual de otro modo no tendría. El libro es un objeto que tiene circulación lenta. El blog es instantáneo en ese sentido, propone una relación más fluida entre autor y lector.

8. Socialización. Porque también lo vincula socialmente, cosa para la que, quizás, en persona, no sería tan apto. Gracias a la globalización nos creemos más visibles pero, al mismo tiempo, somos más conscientes que nunca de ser uno entre millones. Esta contradicción nos empuja a una mayor socialización en el mundo virtual: comentarios y enlaces van formando una constelación donde los unos leen a los otros y viceversa. De esa forma se combate la angustiante sensación de ser sólo una gota en el mar. La mera posibilidad de las lecturas mutuas —aunque no quedaran huellas tangibles de esa lectura, incluso si no hubiera comentarios o estadísticas para verificarlas— propone la confirmación de la existencia de los unos por los otros y viceversa. Incluso si hay rechazos o hasta insultos en comentarios, esto funciona igual: el antagonismo también es el reconocimiento de la existencia del otro. Sólo la indiferencia nos destruye con su ceguera helada.

9. Disponibilidad. Porque luego de tener su blog, quien quiera buscarlo lo encontrará, quien quiera recomendarlo lo linkeará y quien quiera insultarlo podrá dejar un comentario que él, aunque después lo borre, tendrá que leer forzosamente. Y esa disponibilidad, la amenazante cercanía de ese canal abierto, le servirá para sentir que vive, que su tiempo es hoy, que para bien o mal, es un hacedor más.

10. Atención. El escritor elige explicarse en un blog porque —aunque las estadísticas sólo indiquen clicks o visitas, y la calidad de los comentarios por lo general sólo revele lecturas superficiales—, la cantidad potencial de lectores es tan grande que le permite tener la ilusión de ser leído al menos por dos o tres de ellos con verdadera atención y detenimiento.

11. “Público”. Porque descontando a esos lectores atentos, el resto de los diez, cien o mil idiotas que quizás lo leen por día también integrarán en su deseo el vago padrón de ese “público” que el artista cree que está contribuyendo a generar para su obra.

12. Claridad. Porque el diálogo con ese interlocutor virtual —externo, anónimo, nebuloso o incluso por entero imaginario— contribuye a la aclaración de sus propias ideas, lo cual permite ir “ecualizando” la mezcla de todas las decisiones estéticas que definen la propia obra, en otras palabras: ir explicitando una poética personal sobre la marcha.

13. Seguridad. Porque sabe que la inmediatez y la fugacidad propias del medio le perdonarán sus errores, los cuales, si lo torturan, podrá enmendar al instante. Esto, que difiere radicalmente de la publicación en papel, le infunde seguridad y aumenta su audacia a la hora de hacer algunas afirmaciones extremas. (En Internet es mucho más fácil decir incluso barrabasadas, porque uno sabe que el medio es más indulgente; en ese sentido, creo que el papel es más condenatorio).

14. Seguimiento. Esto tiene que ver con las estadísticas, pero no únicamente. El artista se explica en un blog porque, aunque su texto queda expuesto al manoseo de terceros, esa manipulación es también una forma del interés; si el texto se multiplica tras sucesivos “copiar” y “pegar”, ese crecimiento es medianamente rastreable y mensurable: esa proporción es también una medida del eventual interés que el texto despierta.

15. $inceridad. Porque, en lo económico, si bien quisiera seguir creyendo en el derecho de autor, sabe que éste ha devenido en una burla, al limitarse al ridículo 10% del precio de tapa en librerías. Aunque cobre puntualmente ese diezmo, sólo podrá verlo como un ingresito extra, disociado del hecho de escribir; nunca podrá contar con ese dinero para cubrir su subsistencia diaria, la cual dependerá de alguna otra actividad. En el 99% de los casos, la literatura no paga el alquiler. (Es para otra discusión si debe o no pagarlo).

En cambio, el autor se libera del tema al escribir en Internet: mientras que en el mundo real se empecina en seguir reclamando sus regalías para no pasar la vergüenza mayor de ser un pelele estafado por el sistema, en el mundo virtual se relaja y acostumbra a la lógica flexibilidad de licencias al estilo Creative Commons. (En materia de derechos, es más sincera esta modalidad del mundo virtual que todo el circo de las regalías del mundo real).

Eso sí: el escritor puede resignar dinero, pero no su firma, la marca del tiempo vital que ha invertido en un texto. Todavía no se resigna a eso de “qué importa quién habla” ni a que su texto sea copiado sin citar su fuente, porque en su blog él podrá decir cosas repetidas o archisabidas, pero jamás copiadas de otro a sabiendas.

16. Sentido. Porque en muchos de los campos laborales en los que quizás se desempeñe para ganarse el sustento diario, probablemente esté sometido durante varias horas a estar sentado frente a una computadora, y en ese caso quizás quiera hacer algo útil o divertido con los tiempos muertos que todo empleo así presenta. Su labor en el blog le da sentido a esas “horas-obligatorias-frente-a-la-pantalla”.

17. Libertad (por ahora). El artista (el escritor) se explica en Internet porque asume que la dependencia de la electricidad que supone el medio no será usada demasiado pronto como una forma de censura, aunque esté claro que en el futuro ésa será la forma más sencilla de cancelar la expresión de quienes resulten indeseables para aquellos que tienen su poderoso dedo sobre la llave de la luz universal. Y también porque asume, no sin ingenuidad, que los motores de búsqueda son robots honestos y automáticos.

18. Constancia. El artista se explica en un blog porque al entrar en el ritmo regular del posteo semanal, sus reflexiones sobre el arte, que solían ser intermitentes, ahora están obligadas a ser tan constantes como sus reflexiones acerca de sí mismo.

19. Trabajo. Porque así trabaja más, y obtiene una doble ganancia: desmitifica su trabajo ante sí mismo y lo mitifica ante los demás. Lo desmitifica ante sí mismo porque empieza a conocerlo mejor, a razonar sobre sus propias herramientas, intereses, intenciones, potencias y limitaciones; y lo mitifica ante los demás porque, cuando uno entra al blog de otro, uno como lector se arma una “imagen” del otro, y se genera una mística de lo que hace el otro. Aunque como escritor yo no sepa cuáles son los efectos de lo que hago, como lector sí me doy cuenta de que en mí hay efectos de lo que hacen los demás.

20. Concentración (acervo). El artista abre un blog para explicarse porque esas explicaciones adicionales que hoy se le piden sobre su obra —en charlas, mesas redondas, y otros encuentros “en vivo”— antes quedaban mayoritariamente sin registro, diluidas en la fugacidad del momento; ahora el artista puede filmarlas, fotografiarlas, grabarlas y desgrabarlas con relativo bajo costo, convirtiendo esas esporádicas intervenciones orales en nuevos textos que podrán ser consultados más tarde cuantas veces se desee.

Esto existía desde antes de la aparición del blog: hay libros basados en conferencias (Aspectos de la novela, de Forster; Seis propuestas para el próximo milenio, de Calvino; Siete noches, de Borges…). Lo bueno es que ahora ese acervo está a disposición de todos en forma instantánea, en Internet. [De hecho, este mismo post pone a disposición de quien la requiera, la síntesis de la charla en Fenómenos.]

Por qué no publico narrativa en este blog

La razón para esto quizás es la misma que propone Abelardo Castillo cuando —en su libro Ser escritor— dice:


Un escritor inventa una historia; si necesita de un aparato crítico dentro del libro para apoyarla, es porque tiene cierta desconfianza en su historia. […] Habría que imaginarse lo que sería una disertación académica sobre
Ulises, intercalada por Joyce, en el Ulises, para explicar cómo leer Ulises.

Sin duda que Joyce tenía teorías, pero se limitaba a contárselas por carta a los amigos.

Los post de este blog, de alguna manera, son mis “cartas a los amigos”, donde yo estoy tratando de sacar ese aparato teórico de mi narrativa, para que mis futuros personajes no hablen de literatura y puedan desarrollarse en otro sentido. Vi al blog como un depósito de estas inquietudes sobre el arte y la literatura.

Lo virtual tiene que incidir en lo real. Nadie vive sólo en la virtualidad. El chico que se interesa en una chica que conoció en un chat, a la larga querrá una cita en un bar o en un hotel. El crédito de nuestra cuenta en pantalla en algún momento querrá ser billetes saliendo del cajero automático. Quienes comparten diariamente sus ideas en un foro de Internet, algún día decidan hacer una convención o una fiesta. Mucha de la literatura de blog, tarde o temprano quiere ser legitimada con una edición en papel, es decir, pasar a integrar el mundo real. A mí, al menos por el momento, me interesa que mi literatura se lea en el mundo real.

Mi manera de lograr esa incidencia de lo virtual en lo real es ésta: ofrecer mis explicaciones en mis “cartas a los amigos” del blog, bien separadas de la muestra de relatos ofrecida en el website, y así favorecer que quien navegue entre ambos espacios virtuales intente al fin una lectura de los textos completos de mi obra narrativa en el mundo real: cómodamente sentado en un sillón, quizás, y con un libro de verdad pesando entre sus manos.