La editorial Comunicarte publicó Carolina Cacerola, un relato para niños de mi autoría, ilustrado a todo color por el maestro Alejandro O’Kif. El libro integra la colección Bicho Bolita.
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La editorial Comunicarte publicó Carolina Cacerola, un relato para niños de mi autoría, ilustrado a todo color por el maestro Alejandro O’Kif. El libro integra la colección Bicho Bolita.
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Aquí se puede leer un fragmento
de la primera parte de mi nueva novela,
Las alegrías (Caballo Negro Editora, 2019):
La presentación será el próximo
viernes 13 de septiembre, desde las 21 hs.,
en Bastón del Moro (Chacabuco 483,
Córdoba, Argentina). Leticia Ressia dirá
unas palabras. Habrá brindis y baile.
¿Nos vemos ahí?
|La Fundación El Libro publica mi libro de cuentos La música interior de los leones tras haber ganado el III Premio Literario Fundación El Libro 2018/19. La presentación será el día domingo 28 de abril de 2019, a las 18 hs., en la sala Sarmiento de la 45ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.
Esta es la contratapa:
Sobre este libro dijo el jurado: “Sus relatos son mecanismos perfectamente armados que extrapolan focos puntuales de la sociedad tecnológica actual, para pensar distópicamente una cultura en descomposición, abrevando en el carácter especulativo que caracteriza a la ciencia ficción, aunque construya cuentos que no se puedan enmarcar fácilmente en ese género”.
Se trata de una verdadera propuesta (y apuesta) literaria en la que se alternan el minimalismo, el realismo sucio, la fantasía, la ficción paranoica, y donde las voces que narran cambian de relato a relato.
Martín Cristal entrega, en La música interior de los leones, un volumen para la gran biblioteca del libro de cuentos en español.
Este libro obtuvo el Primer Premio en la tercera edición del Concurso Literario Fundación El Libro 2018/19. El jurado estuvo integrado por Elsa Drucaroff, Carlos Liscano, Vicente Battista, Leopoldo Brizuela y Luis Chitarroni.
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En la Argentina, esta edición se distribuye
en librerías de todo el país.
El jueves 28 de marzo tuve la suerte de que mi libro de cuentos La música interior de los leones obtuviera el Premio Literario Fundación El Libro 2018/19, otorgado por dicha entidad (promotora de la lectura y organizadora de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires). Es la tercera edición de este premio internacional, a la cual se presentaron 200 obras.
Sobre el libro, dijo el jurado (integrado en esta oportunidad por Elsa Drucaroff, Carlos Liscano, Vicente Battista, Leopoldo Brizuela y Luis Chitarroni):
“Sus relatos son mecanismos perfectamente armados que extrapolan focos puntuales de la sociedad tecnológica actual, para pensar distópicamente una cultura en descomposición, abrevando en el carácter especulativo que caracteriza a la ciencia ficción, aunque construya cuentos que no se puedan enmarcar fácilmente en ese género. Propone una mirada nueva de la ciudad de Córdoba: hace entrar a la narrativa el relato de una urbe atravesada por el capitalismo globalizado. Pese a mantener preocupaciones e imaginarios similares, cada relato encuentra su propio lenguaje y forma: minimalismo, realismo sucio, fantasía, ficción paranoica y hasta policial se combinan en relatos que consiguen una voz y perspectiva propia cada vez que cambia el personaje narrador”.
Aquí algunos enlaces de prensa:
Ediciones de la Terraza publicó Bosque Bonsái, un pequeño libro-objeto con treinta microrrelatos de mi autoría, ilustrados por El Esperpento. Se trata de una caja de 11 x 7,5 x 2,5 cm con tapa corrediza; alberga un acordeón de 66 páginas (impresas por ambas caras en casi 2 metros de papel).
El libro-objeto puede adquirirse en el sitio de Ediciones de La Terraza y en varias librerías de Argentina. También está disponible en su integridad para su visualización online en Issuu, y en versión digital (PDF) para su descarga gratuita:
Bajar versión digital completa (gratis)
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Los textos de Bosque bonsái por Martín Cristal se distribuyen bajo una Licencia Creative Commons, Atribución – No Comercial – Sin Obra Derivada 4.0 Internacional. Las ilustraciones de Bosque bonsái por El Esperpento se distribuyen bajo una Licencia Creative Commons Atribución 4.0 Internacional.
La Institución Cultural El Brocense de Cáceres, España, editó Aplauso sin fin, mi nouvelle ganadora del Premio Cáceres de Novela Corta 2017. Esta es la contratapa:
Arturo Ibarra, el protagonista de Aplauso sin fin, es un poeta olvidado que sobrevive como carpintero en un rincón de las sierras de Córdoba, Argentina. Ya en su vejez se le presenta una última oportunidad para volver a mostrar sus versos en público y ser, de nuevo, “poeta ante los otros”. Sin embargo, a cada lectura pública que ofrece, va menos y menos gente… Esa tendencia alcanza un punto que fuerza ciertos límites naturales y provoca un cataclismo, tanto en la intimidad de Ibarra como en el entramado de lo real.
De esta obra (ganadora por unanimidad del Premio Cáceres de Novela Corta 2017), la presidenta del jurado, Elvira Lindo, destacó su escritura “sencilla con toques realistas”, en un relato que, de pronto, “levanta el vuelo hacia lo fantástico”.
Con esa precisa configuración, esta novela de Martín Cristal se muestra poco a poco como una fábula breve sobre el valor de los afectos, la vanidad en el arte y las molestias de la fama.
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En la Argentina, esta edición ya se consigue en seis librerías de Córdoba Capital (El Espejo, Rubén, Volcán Azul, Quade, Librería del Palacio y Séptimo Arte Videoteca); por envíos por Correo Argentino a otros puntos del país, favor de contactarse por aquí. Interesados en conseguir el libro en España, favor de contactarse con el servicio de publicaciones y convocatorias de El Brocense.
El martes 18, en la Facultad de Lenguas (UNC),
leemos y conversamos con el público:
Entrada gratuita. Todos invitados.
La editorial Postales Japonesas acaba de publicar
El camino del peyote y otras crónicas de viaje.
Este es el texto de la contratapa:
En la crónica “El camino del peyote” —escrita tras una ingesta de este cactus alucinógeno en el desierto de San Luis Potosí, México—, Martín Cristal narra su llegada al lugar y, enseguida, el “viaje dentro del viaje”: los efectos, la experiencia enteogénica en sí. Se trata de una visión personal, literaria, despojada de toda apología o perspectiva mística. En las siete crónicas que amplían esta edición se exploran otros aspectos del paisaje idiosincrático mexicano (el miedo ante los terremotos; el ambiente etílico de las cantinas; las emociones contradictorias que afloran en las corridas de toros; la vigilia durante una Noche de Muertos; un trip de hongos en la selva chiapaneca), hasta completar un periplo que también abarca Guatemala y Belice. El abanico de experiencia vital que ofrece este libro interesará tanto al lector curioso como a quienes, mochila al hombro, ya planean sus propios recorridos para sembrarlos de vivencias inolvidables.
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El libro ya está disponible en el stand Baron Biza (carpa de calle Independencia) de la Feria del Libro y el Conocimiento de Córdoba 2018. Pronto estará en varias librerías de Córdoba, y más adelante también en algunas selectas de Buenos Aires y Rosario. Pedidos y consultas a postalesjaponesas@gmail.com
En el Nº 143 de la revista Ocio,
conversamos con Santiago Aguirre
sobre Mil surcos y Las ostras,
entre otras cosas:
“…Mil surcos es tan libre como Las ostras, ambos libros se pueden leer de manera independiente. Aun teniendo puntos de conexión, las dos novelas resultan verdaderamente autónomas. Las ostras se refiere a un pasado reciente y Mil surcos a un pasado lejano…” […]
Por Martín Cristal
Éste es el texto que escribí para la presentación de Preparación para el amor, novela de Leticia Obeid (Caballo Negro, 2015). 8 de julio de 2015, en L’Ecole Bon Appetit, Ayacucho 333, Córdoba.
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En Preparación para el amor, segunda novela de Leticia Obeid (Caballo Negro Editora, 2015), una artista argentina —que se mueve en el universo de las artes visuales pero que también escribe— conoce a un joven cineasta palestino que está de paso por Buenos Aires. No son Scherezade y Onur y no comparten mil y una noches. Sólo pasan juntos trece noches, las suficientes para enamorarse. ¿Se enamora la artista realmente de ese hombre en particular o simplemente estaba “con ánimo de amar”, tal como titulaba Won Kar Wai una hermosa película suya (In the Mood for Love)? Y el cineasta palestino, ¿estará igualmente enamorado de ella? ¿Está dispuesto a profundizar una relación, a dejarse llevar por el amor?
Parece que sí: él da clases en Berlín y, ante la inevitable separación, invita a la artista a que vaya a Alemania y pase un tiempo con él. Ella acepta encantada (literalmente). Ya conoce Alemania, especialmente Frankfurt (de sus visitas previas trata la primera parte del libro, titulada “Heidi”). Tampoco la atemoriza el invierno europeo, así que allá va ella, con todas sus estrategias de amorosa cazadora y todas las incertidumbres de una nueva presa del amor.
El texto, entonces, además de construirse mediante la lógica secuencial y acumulativa de cualquier diario íntimo, se irá entreverando con los rasgos de una crónica de viaje. Recordemos que Leticia Obeid participó anteriormente en una antología de crónicas de viaje editada por Caballo Negro, titulada Los visitantes (2011). Su crónica en ese libro era la de un viaje a México DF. Viví un tiempo en esa ciudad y recuerdo que los mexicanos tienen un dicho —toda una opinión— sobre la situación de dos amantes geográficamente distanciados. Ellos dicen: Amor de lejos, amor de pendejos. No quedar atrapados en la lógica de desearse solamente por Skype es quizás otro buen motivo para que la narradora decida viajar a Berlín.
Ahora bien, a esta artista no le basta sólo con saberse enamorada: ella además quiere saberlo todo sobre el amor. Esta ansiedad reflexiva trastoca su diario; se había propuesto escribir una página por día sin por eso circunscribirse a un tema dado, pero —de a poco y en cierta medida— el texto se le convierte en un tratado sobre el amor.
La novela se estructura en un vaivén entre el relato principal del reencuentro amoroso y una larga serie de notas (que el libro prefiere no ubicar al pie de la página como es tradición hacerlo, sino en las páginas pares; el texto central del diario se lee en las impares). Estas notas —cuya recurrencia nos recuerda vagamente a David Foster Wallace— suelen expandir el relato en digresiones ensayísticas sobre diversos temas, aunque lógicamente el tema central nunca deja de ser el amor.
A veces las notas también expanden el argumento, presentando ramificaciones del viaje o más detalles de la experiencia amorosa. Un tercer uso que Obeid les confiere es el de insertar materiales adicionales —letras de canciones, por ejemplo—, un poco como Cortázar lo hace en la tercera sección de Rayuela. En el libro también hay imágenes intercaladas entre el relato principal, un poco a la manera del escritor alemán W. G. Sebald.
Tenemos, entonces, una narración heterogénea entretejida con densa reflexión: del mismo modo en que, según nos dice la narradora, a ella le gusta organizar las actividades de cada día, este libro también mezcla las acciones “más intelectuales con las más domésticas”.
El carácter reflexivo de la narradora no logra ser refrenado ni siquiera por su analista, que le pide que deje el autoanálisis. Pero a ella la escritura le ofrece un terreno que la enfoca y que le sirve, según ella misma confiesa; y entonces, interpreta. Analiza. Se sienta y escribe cosas como ésta: “El enamoramiento es un momento anticapitalista, de puro gasto y pérdida, de potlatch y, a veces, de locura; […] después viene el amor, que es otra cosa”. Y también: “El texto enamorado […] es como una especie de conjuro para sostener un estado, una forma, extender un momento o volverlo espacio”.
Pensamientos de este tenor remiten inmediatamente a los Fragmentos de un discurso amoroso de Roland Barthes; en efecto, la referencia a ese genial diccionario del amor no tarda en aparecer en la novela. Así como es posible leer el Werther de Goethe apoyándonos en el libro de Barthes, también se puede leer el libro de Obeid a través de esa misma lente. En mi opinión, las entradas de Fragmentos de un discurso amoroso más aplicables a Preparación para el amor serían ocho:
En algunas escenas puntuales figuran dos conceptos más: la Dedicatoria y la Escena (¿qué pareja de enamorados no se ha enzarzado en una escena?).
Escribe la artista en su diario: “Releo a Barthes y su Discurso amoroso porque me resulta terapéutico y reconfortante. Me siento menos idiota…”. Sería entonces su hemisferio racional el que se apoya en Barthes, en reflexionar a lo Barthes, para sacarla a flote del vaivén de sus sucesivas contradicciones amorosas.
Ese torbellino de contradicciones de esta enamorada resulta central; se manifiesta en expresiones oximorónicas, como por ejemplo (cito):
“Mi cabeza entiende que estoy hecha una tonta inteligente.”
“Anoche decidimos que me voy yo a Berlín, a verlo. A estar juntos, nomás, todo lo que se pueda. Me parece una locura, pero muy lógica…”
Dicho estado nos remite a la condición intrínsecamente contradictoria del amor, cortocircuito que Shakespeare ya pintaba en Romeo y Julieta. Temprano en la obra, Romeo define al amor con una seguidilla de hermosas contradicciones. Aquí en la traducción de Neruda:
¿Por qué el amor que riñe? ¿El odio que ama?
¡Y de la nada todo fue creado!
¡Vanidad seria! ¡Levedad pesada!
¡Informe caos de agradables formas!
¡Pluma de plomo! ¡Humo que ilumina!
¡Salud enferma! ¡Fuego congelado!
¡Sueño de ojos abiertos, que no existe!
(Podemos recurrir también a un ejemplo más cercano en el tiempo y el espacio: “Pasajera en trance”, de Charly García, canción que dice: “un amor real es como dormir y estar despierto / un amor real es como vivir en aeropuertos”. De paso ese verso nos devuelve al tema del viaje).
Así las contradicciones a las que el amor somete a esta artista. “La única independencia que tengo en este momento, con respecto a vos, es la música…”, dice ella, pero vive atrapada escuchando una misma lista de Grooveshark todo el día: es la música que le recuerda a él.
Romeo, en otra parte de la obra, también define al amor como una “locura juiciosa” (a madness most discreet). En el mismo sentido, Obeid escribe: “La obsesión amorosa […] es un estado parecido a la psicosis”.
Aun sin conocer la vida privada de Leticia Obeid, la “sensación autobiográfica” que emana del texto es alta. Esa misma sensación ya la habíamos tenido al leer su novela anterior, Frente, perfil y llanura, editada por Caballo Negro en 2013. Sabemos, claro, que difuminar las categorías de autor y narrador es uno de los juegos más frecuentados por la ficción, y también que buena parte de cualquier ficción consiste en poner una mentira muy cerca de una verdad. De ahí que esa “sensación autobiográfica” en el lector deba tomarse como una virtud del texto, ya sea por la verosimilitud lograda en la construcción de sus mentiras o por la natural honestidad con que expone sus verdades.
Cada lector podrá elegir qué creer. ¿Serán los preparativos de este viaje (o todos los viajes anteriores) la “preparación para el amor” que la espera en Berlín? ¿O será toda esta experiencia en sí misma la preparación para un amor todavía más hundido en el futuro, uno que logre equipararse con las historias de amor de nuestros abuelos, que tanto nos gusta idealizar?
Para saberlo tendremos que leer. Y dejarnos enamorar por esta novela.
[…] Atraviesa cada relato el sentido familiar, la identidad en la que se debaten las personas que sólo pueden vivir la vida que determina su tiempo y lugar. Y cuando son víctimas de los desastres de la guerra, el exilio, la tragedia, los resultados son identidades fragmentadas, interrumpidas, perdidas, reconstruidas. Es la memoria que subyace en los humillados, los diezmados, los inmigrantes. Sin embargo, como expresa el texto introductorio de William Faulkner que cita Cristal, tomado del relato “Gente de antaño”: “incluso el sufrimiento y la pesadumbre son mejores que nada; no hay nada peor que no estar vivo”.
La novela da cuenta de esas formas de estar vivos, atareándose en el afán de ser parte de una línea que se resiste a borrarse, a perecer, que busca su cauce entre las desgracias y las buenas venturas donde esas personas pudieron o supieron buscar amparo.
Para enviarnos a esas imágenes de hombres y mujeres esforzándose por seguir latiendo por sí mismos, o a través de otros, Martín Cristal produce una dinámica en el que es posible seguir sin esfuerzo la alternancia de cada una de las historias, porque pone la sal de las motivaciones, de las insinuaciones, de las promesas que cada parágrafo (que representa un año, unos personajes y un escenario propio) excita en el lector. […]
El viernes 21/11/14 presentamos Mil surcos en Río Cuarto,
conjuntamente con La canción de las máquinas, de Pablo Dema.
Agradezco a los editores de Recovecos y Caballo Negro por la iniciativa,
y a Pablo por las palabras con que presentó mi novela.
[…] Las historias que se cuentan focalizan en un personaje pero son más bien, como señalé, historias de familias disgregadas y reconstituidas. Por un lado, la diáspora, el exilio, el derrotero penoso del emigrado, la pérdida de los vínculos y la identidad amenazada; por otro, la recreación de lazos familiares y la refundación de proyectos de vida en Argentina, en la ciudad de Córdoba más precisamente. […] Mil surcos nos permite entender a nosotros la vida de estos personajes y funciona a su vez como un espejo: todas nuestras historias, si nos remontamos tres o cuatro generaciones, acaban siendo historias de guerras, de hambrunas, de emigrados, de desarraigo. Leía Mil surcos y me acordaba de Sebald (de Austerlitz), leía Mil surcos y me acordaba de Teresa Andruetto (de Pavese, de Stefano, de Lengua madre), de Tununa Mercado (Yo nunca te prometí la eternidad), de Sergio Chejfec (en particular de su Lenta biografía), pero leía Mil surcos y pensaba en mis abuelos, en mis bisabuelos, se me hacía patente el vacío que hay en torno a sus años en Europa durante la primera guerra mundial, las condiciones en las que emigraron, el periplo que acabó en la pampa húmeda. […]
Por Martín Cristal
Éste es el texto que escribí para la presentación en Río Cuarto de La canción de las máquinas, de Pablo Dema (Recovecos, 2014). [A su vez, en esa misma oportunidad, Pablo se refirió a mi novela Mil surcos].
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A medida que el lector avanza en La canción de las máquinas —cuarto libro de cuentos de Pablo Dema (General Cabrera, 1979)— va confirmando que sus once relatos se afirman en una “unidad de lugar”. El escenario común de sus ficciones es la ciudad de Río Cuarto, por supuesto, pero más específicamente la plaza Mójica, como centro de su universo narrativo, y también como su modelo. Presa en su rotonda, la plaza es circular; el libro también propone un viaje circular si se leen sus relatos en el orden propuesto por el autor. Otra correspondencia: bajo la plaza, al menos en la ficción de Pablo (ignoro si es así en realidad), funciona un conjunto de pasadizos subterráneos que comunican con otras casas o zonas aledañas. Del mismo modo, los relatos de este libro también presentan “pasadizos” entre ellos. Esas conexiones pueden ser los ya mencionados escenarios comunes, pero también el hecho de que, por ejemplo, un personaje secundario de algún relato aparezca luego como protagonista de algún otro. Son pequeñas marcas que cohesionan al libro de cuentos, que lo armonizan como conjunto.
La distancia temporal necesaria para la buena escritura —ese poder de evocación fría que recomendaba Quiroga—, Dema la ejerce no sólo en descripciones minuciosas sino además en varios instantes de pausada reflexión que son la marca de estos relatos y que constituyen los puntos más altos del libro (en especial si discurren sobre la enseñanza y el aprendizaje, temas que Pablo conoce bien por su experiencia como docente). Uno de sus profesores-narradores dice: “Todo esto que voy recordando se llena de matices y adquiere definición ahora que lo examino con tranquilidad”.
Es una de las tantas observaciones certeras que aparecen en el autoexamen implacable que los personajes de este libro hacen de sí mismos. En todos los casos, la concisa profundidad de estas interpolaciones sorprende por el redescubrimiento de situaciones que nos son comunes a todos, pero que aquí son tratadas con una meticulosidad que arroja nueva luz sobre viejos temas. “Había encontrado un libro en el que las cosas aparecían por fin nítidas”, dice el narrador del cuento “Un pozo de luz”. La nitidez del pensamiento es un atributo de este libro.
Paso a comentar algunos de los cuentos. El primero que leí, hace tiempo ya, se titula “Roque Santeiro”: salió en la revista online No-retornable, en un número que antologaba autores de Córdoba, donde Pablo y yo tuvimos el gusto de coincidir. En “Roque Santeiro”, dos hermanos visitan a su padre en la cárcel; el hermano que narra, dice lo siguiente: “La escuela, la clínica, la cárcel, siempre el mismo dolor de estómago cuando entro en esos lugares”. La equivalencia que establece esta enumeración comunica bien cómo es considerada en estas páginas la escuela (un escenario crucial en este libro). No es aquí el lugar edificante donde los jóvenes se entregan sin más a las potencialidades de un aprendizaje sano y seguro, deseado, sino un lugar que incluso es capaz de provocar dolor, un territorio donde los alumnos tienen que defenderse de la coerción institucional mediante el ejercicio pertinaz y consciente de la abulia.
Una de las preocupaciones recurrentes en este libro es la situación de los jóvenes, especialmente de los marginales, tanto en su relación con el sistema educativo como con la ciudad y la sociedad toda. La escritura, el dibujo o la música, si bien no son salidas para esa marginalidad, ofrecen —en el desahogo de sus expresiones— un paliativo, un instante de liberación. No mucho más: los narradores de Dema en este libro no logran sobreponerse a una desilusión vital que los acecha en cada esquina, sólo atinan a mitigar esa desilusión por la vía de comprenderla, de pensarla minuciosamente, en sus causas, en sus circunstancias. En “Roque Santeiro” —el cuento del que empezamos hablando—, el narrador escucha que “en la radio suena una canción en la que alguien dice que los caminos de la vida no son los que él pensaba ni los que él creía que eran”. Al leer ese pasaje recordamos de inmediato la voz de Vicentico, pero también pensamos, por ejemplo, en el personaje de Patricia Arquette en la reciente obra maestra de Richard Linklater, Boyhood, cuando se quiebra y confiesa la desilusión de haber creído, alguna vez, que en la vida habría “algo más”.
Aporto esta referencia externa de Boyhood desde el menú de mis recuerdos cinematográficos, pero La canción de las máquinas trae sus propias marcas cinéfilas. Esto es evidente en el título de otro cuento, “Mulholland Restaurant”, en clara referencia a la película de David Lynch, Mulholland Drive. Este cuento trepa desde una cita en un restaurante hasta una situación dramática muy atractiva: el reencuentro con alguien conocido pero en un ámbito distinto, lo cual motiva que se trastoquen los roles de autoridad. Este mecanismo reaparecerá en el último relato del libro, titulado “El pupilo” (lo comentaremos después).
La referencia a Lynch también funciona como aviso temprano para la plástica estructura narrativa que mostrarán ese último cuento y también otro llamado “Coma alcohólico”. Éste es el primero de los cuentos del libro cuya atmósfera podríamos llamar “rara”; opera mediante transiciones rápidas entre las escenas que lo componen, las cuales se articulan por una continuidad no siempre lógica, siguiendo más bien la dinámica del sueño o de la borrachera.
En el universo narrativo de Dema, la fatalidad y la inexorabilidad de la muerte se imponen a las eventuales alegrías que sus personajes puedan tener. A nadie se le escapa que, ante un instante de gozo, la muerte sólo tiene que sentarse a esperar que el tiempo pase. Cierta amargura recubre como una patina incluso los instantes más tiernos del libro. Sin embargo, en el cuento “La indómita luz” —titulado según un verso de “Rezo por vos”, esa canción preciosa que grabaron Spinetta y García, y de la que en este libro se hace una interpretación impecable—, cuando acontece, en dicho relato, una tragedia que ya es inmodificable, surge el mensaje que pudo prevenirla en su momento, y ese mensaje era defender la vida. La muerte campea en La canción de las máquinas, sí, pero el pesimismo natural del libro es confrontado por Dema en este cuento. Que la vida vale la pena, en especial la de los jóvenes, es algo que a ellos sí está dispuesto a decirles, lo crea verdad o lo crea mentira, y más allá de que en este cuento el narrador llegue tarde para hacerlo.
Dos cuentos, “El desengaño” y “La Madre Soltera”, exploran abiertamente cuestiones “de clase” (no de clase en el aula, sino de clase social). En el primero aparece una vergüenza de clase que desencadena una especie de complejo de inferioridad, aunque finalmente brindará herramientas para emanciparse del mandato familiar. En “La Madre Soltera” seguimos el drama de una mujer condenada a la soledad, el agotamiento y la alienación. Ella y los demás personajes del cuento se nos presentan como arquetipos. La ambigüedad en el manejo del tiempo y el espacio es magistral; es, en cuanto a su forma, el cuento más redondo del libro, uno que puede ser leído prescindiendo de la red de conexiones que agrupa a los demás. Por esto mismo no me sorprendería verlo extractado en alguna antología, más adelante.
Si hasta este cuento, que es el anteúltimo, el libro puede leerse de un tirón, les recomiendo hacer una pausa antes de acometer la lectura del último cuento, “El pupilo”. No sólo porque es notoriamente más largo que el resto, lo que quizás requiera que uno tome cierto envión antes de empezarlo, sino porque este relato final es una caja de sorpresas hecha de veloces transiciones entre ámbitos disímiles, un poco como si se comprimieran muchos cuentos dentro de uno. En “El pupilo”, el libro se permite ensanchar el abanico de estrategias narrativas que venía mostrando. Aquí Dema puede pasar de un futurismo satírico a la parodia borgeana (agregándole en ambos casos una cuota de humor al libro).
También puede bucear en un onirismo casi religioso —el combate contra un ángel, que recuerda al episodio bíblico de Jacob en la escalera—, y de ahí mudarse al realismo más puro y duro, de vuelta en el ámbito educativo y reencontrando todos los leitmotiv del libro: la unidad de lugar, cierta angustia vital, la observación del adolescente como sujeto o víctima de la violencia, el aula como mirador de la cuestión social y la sorpresa de un alumno reencontrado en un contexto nuevo, que otra vez trastoca las jerarquías. El “pupilo” del cuento puede ser lógicamente el alumno, pero también el maestro, si se entiende que el verdadero aprendizaje es para él (que hasta se vuelve pupilo de boxeo en su poético sueño de lucha contra el ángel).
Para cerrar este esbozo, completo la rotonda y vuelvo al primer cuento, que es el que da título al libro, “La canción de las máquinas”. Acerca de la plaza Mójica cuando se la mira con el Google Earth, en ese cuento se dice lo siguiente:
“Desde arriba se veía como un disco gris con manchones verdes y marrones; pero ahora, desde acá abajo, en la plaza misma, todo se multiplica y adquiere nitidez, mejor dicho, nos damos cuenta de todo lo que se borra a la distancia y de lo engañosos que son los planos generales del mundo”.
Esa distancia que media entre una plaza que recorremos caminando sin prisa y la representación de esa misma plaza en los mapas satelitales, es la misma distancia que media entre la lectura morosa de un libro y su presentación en reuniones como ésta. Queda en ustedes, entonces, acercarse al libro y recorrer sus cuentos como quien pasea por una plaza y elige demorarse bajo la copa de aquellos árboles que lo atraen por su aire distinto, por su sombra o por sus pájaros. Bajo la frondosidad de su prosa podrán sentarse a pensar en todos los temas que proponen las historias que cuenta Pablo Dema.
Horas robadas a la noche es un blog hecho desde la ciudad de Rosario. Reúne reflexiones en torno a los lugares y las metodologías de trabajo de escritores argentinos, en un intento de aproximación al mundo —público y privado— de su oficio. El cuestionario incluye preguntas sobre el lugar y el momento para escribir, la relación con la biblioteca y la inspiración, los libros infaltables, los autores sobrevalorados e infravalorados, la escritura y los estados alterados de la conciencia…
La selección de autores es ecléctica y muy amplia: ya hay más de cien escritores en su blogroll.
El martes pasado presentamos Mil surcos en Córdoba. Agradezco a todas las
personas (más de un centenar) que se acercaron al MUMU para la ocasión.
También, muy especialmente, al DJ Jerónimo Saer por su música y generosidad,
y a Adrián Savino, por su impecable presentación del libro.
[…]Esta novela asume la memoria familiar como lo que ésta, en el fondo, nunca ha dejado de ser: una ficción doméstica para consumo de abuelos, padres, hijos, primos, etc. Imprecisa, contradictoria, sesgada, y lo que es peor, en absoluto consciente de su naturaleza ficticia. En este libro, en cambio, y pese a su origen familiar, la ficción se asume sin vueltas como tal: ficción propiamente dicha, y satisfecha de serlo. Nada que ver con esos sucedáneos poco confiables a los que llamamos no ficción o memorias, esos relatos que dos por tres nos quieren vender como “lo verdadero” o “la vida real”.
El lugar desde el que Martín elige novelar la memoria familiar, es uno en el que las historias (con minúsculas) entran en turbulento contacto con la Historia (la de las mayúsculas). Pero este vínculo no responde aquí a una fórmula genérica, ni a ningún otro molde por el estilo. En Mil surcos la Historia no es un mero telón de fondo para escenas trilladas y rutinarias, sino que ambas, las historias y la Historia, aportan ambas en partes iguales con la imaginación novelística, para operar las tres juntas sin otras reglas que las que define, se impone y propone, un autor. […]