Por Martín Cristal
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Una vez enfocado nuestro interés en la historia de la casa, el juego formal de la novela muchas veces nos pareció superfluo, o los ensayos sobre cualquier minucia, excesivos o innecesarios. La historia de Navidson y la casa de Ash Tree Lane es atrapante, tanto que por momentos la estructura elefantiásica del libro conspira contra ella al hundir su relato en un maremágnum de información periférica.
El oscilante relato exterior de Johnny Truant tiene sus momentos pero no es ni por asomo tan interesante como el de la casa; se vuelve exasperante tener que interrumpir el estudio de Zampanò acerca de El expediente Navidson para derivar otra vez por la mente confusa del lamentable Johnny. Por el contrario, otras veces lo exasperante es la minuciosidad obsesiva de Zampanò: en su estudio dilata tanto los acontecimientos narrativos de la casa que el argumento parece avanzar en cámara lenta. (En fin, no hace falta recordar que prácticamente todas las novelas de +500 páginas necesariamente tiene partes que son un embole…).
Borgeswski
Si Danielewski fuera hoy un joven escritor argentino buscando editor en nuestro país, estimo que varios rechazarían su novela por ser “demasiado borgeana”. Entre nosotros, esa influencia es muy evidente: narrativa fundida con ensayo, laberintos, espacios que sugieren la idea de infinito, puestas en abismo (incluso la muy cervantina de que el libro La casa de hojas aparezca dentro de la novela)…
Al lector iniciado en Borges le resultarán familiares esos tics; en algunos casos —por ejemplo, en el abundante uso de referencias bibliográficas falsas intercaladas con otras verdaderas—, incluso los sentirá transitados por demás (y no sentirá ni por asomo la necesidad de andar corroborando cada minucia). Borges aparece citado en algún epígrafe; también se ve su cara en uno de los collages del libro. (Y la de Poe, y en otro la de Jack London…).

Otra jugada borgeana: intercalar distintas series de referencias culturales que, en 2000, no podían constatarse tan rápidamente con Google o Wikipedia. Ese entramado de data externa (cientos de nombres y cabos sueltos diseminados por el autor) favoreció un culto alrededor del libro, fomentando una discusión incansable en foros de internet. Consultar hoy dichas exégesis puede resultar agobiador tras una lectura que, en sí misma, ya resulta extenuante. (Algo similar a esto comentábamos respecto de Contraluz de Pynchon).
¿Menospreciaría el malicioso Borges (en una cena en casa de Bioy) a su epígono Danielewski? Quizás diría de él lo mismo que dijo sobre Girondo: “como escritor, nunca contó mucho […]. Creo que a él le interesaba más la tipografía, la imprenta”. [*]
[Continúa en el próximo post.]
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[*] Citado de sus Siete conversaciones con Fernando Sorrentino. Creo que no todos los juegos tipográficos de Danielewski consiguen su efecto, y de hecho en muchas páginas la diagramación no se percibe como directamente relacionada con lo que se cuenta ahí mismo; en esos casos, todo resulta un tanto caprichoso y hasta pueril, como si en efecto MZD estuviera más interesado en sacarle el jugo al QuarkXPress (¿4.0?) que en narrar. En esos pasajes —no en todo el libro— uno piensa que la forma en Danielewski no pasa de un cambalache bastante desbalanceado si se lo compara, no tan arbitrariamente, con la perfecta armonía de un experimento narrativo como el Jimmy Corrigan de Chris Ware, novela gráfica compilada el mismo año en que se publicó La casa de hojas.
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