El tedio del Paraíso

Por Martín Cristal

El paraíso de la Divina comedia es una especie de cebolla celestial donde un cielo se superpone a otro, con la Tierra en el centro. Con la ayuda del programa Swift 3D hice un corte de los cielos del Paraíso, los cuales se organizan de la siguiente manera:

paraisochico

Ampliar la imagen para ver en detalle la estructura del Paraíso de la Divina comedia.
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Dante asciende a través de cada uno de estos cielos —administrados por las diferentes categorías angélicas— y va conversando con una multitud de personajes. Por ejemplo, en el cielo de Marte, donde están las almas militantes, Dante se encuentra con su abuelo Cacciaguda (¿por qué Dante nunca se pregunta dónde está su padre? Se refiere a Virgilio como su “dulce padre”, pero no le dedica ni un pensamiento a su padre verdadero…). En cierto momento —XVII, 128—, su abuelo lo conmina a poner de manifiesto lo que ha visto en este viaje, es decir, a que escriba la Comedia

Así, conversando, Dante llega al Empíreo, el gran finale (XXVIII, 109-111), el lugar donde se alcanza a ver a Dios. La Belleza divina resulta insoportable para los mortales (Paraíso, XXI). Esto, que es razonable para el pensamiento teológico, exime a Dante de pintarnos los cielos: todo es luz, nada vemos… Luego (en XXIII, 61-69), el poeta se excusa abiertamente sobre la imposibilidad de describir lo que ve; lo mismo hace después (en XXIV, 25-27), cuando dice:


Y así salta mi pluma y no lo escribo:
Pues la imaginativa, a tales pliegues,
No ya el lenguaje, tiene un color burdo.

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Però salta la penna e non lo scrivo:
ché l’imagine nostra a cotai pieghe,
non che ‘l parlare, è troppo color vivo.

Gracias a esto, el Paraíso resulta bastante más desvaído que el Infierno, mucho menos vívido. A quien me pidiera mi resumen valorativo de la Divina comedia, le diría: el Infierno es impresionante; el Purgatorio, interesante; y el Paraíso, un tedio insufrible.

Incluso Borges, que ponía a la Comedia entre las obras cumbres de la humanidad y le dedicó un libro entero de ensayos, dijo de ella, en una de las conferencias de Siete noches (1980):


“Carlyle y otros críticos han comentado que la intensidad es la característica más notable de Dante. Y si pensamos en los cien cantos del poema parece realmente un milagro que esa intensidad no decaiga, salvo en algunos lugares del Paraíso que para el poeta fueron luz y para nosotros sombra”.

Para mí, esas “sombras” ocupan casi toda la tercera cantiga… lo cual le restó potencia a mi lectura. Sé que a algunos puede sonarle a blasfemia el que yo fuera perdiendo interés conforme nos íbamos acercando a Dios… pero así sucedió conmigo.

En lo personal, de la Divina comedia me resulta más atractivo el nivel estructural que el poético (sin desmerecerlo, claro); sucede que, en general, a mí lo narrativo me atrae más que lo lírico. En cuanto a los personajes, mi interés, de menor a mayor, los ordena así: contemporáneos de Dante (güelfos, gibelinos…); otros personajes históricos de la antigüedad; personajes bíblicos y personajes mitológicos. La articulación que Dante consigue entre estas dos últimas categorías, me parece un puente fascinante.

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Ver además:
Esquema del Infierno.
Esquema del
Purgatorio.
Esquema integral.

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