Dibujar el jazz

Por Martín Cristal

Jack Kerouac y los beats sacralizaron a los músicos de jazz; en Rayuela, Cortázar ponía discos de Bessie Smith, Louis Armstrong o Dizzy Gillespie (que a Oliveira no le gustaba); antes, en “El perseguidor”, Cortázar ya había imaginado a un Charlie Parker a su medida; en los ochenta, Clint Eastwood nos lo bajaría a tierra con su película Bird

Y así: como cualquier género musical consolidado, el jazz cuenta con un panteón de héroes que pueden ser tomados y reversionados no sólo por los nuevos músicos del género, sino también por narradores de distintas disciplinas, que contribuyen a ampliar su mitificación. Éste es el caso de dos historietas editadas en la Argentina: Coltrane, del italiano Paolo Parisi, y Billie Holiday, de la dupla Muñoz-Sampayo.
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Un amor supremo

Coltrane-Paolo-Parisi-La-PintaPaolo Parisi (1980) vive y trabaja en Bolonia. En 2009 expuso en Buenos Aires, en el Festival Internacional Viñetas Sueltas; de ese mismo año es Coltrane, su historieta sobre el saxofonista norteamericano. Tres años después fue publicada en nuestro país por la editorial La Pinta.

La tapa en negro y azul remite a la de Blue Train, aunque Parisi estructura la historieta calcando la forma de otro gran álbum del músico: A Love Supreme. Al igual que aquel disco, el libro se divide en cuatro partes, tituladas Acknowledgement, Resolution, Pursuance y Psalm. Parisi declara abiertamente su intención de “relacionar la lectura del libro con la escucha del disco”, propósito que evidencia el desafío sinestésico de estas historietas devotas de la música: el de captar con un arte visual el fenómeno emocional y físico del sonido (algo que ya habíamos señalado en Klezmer, de Joann Sfar).

Coltrane-Parisi-vinetaTenemos así “Reconocimiento”, “Resolución”, “Persecución” (o “Cumplimiento”) y “Salmo”. Vale preguntarse si esa secuencia no sugiere —tanto en el disco como en la historieta— cierta progresión en la vida de Coltrane como artista. Primero la necesidad de aceptación; luego, la decisión para seguir adelante; después una búsqueda sostenida que cumpla en alcanzar la trascendencia espiritual: el “salmo” de Coltrane (esto es, un poema que incluyó en las notas de A Love Supreme, con insistente referencia a Dios). En efecto, Parisi reparte algunas pistas de “evolución artística” aquí y allá, aunque sin atarse a ninguna cronología. A cada vuelta de página —todas ellas con márgenes y medianiles en negro—, la historieta salta de una época a otra, sin dejar de brindar la datación exacta de cada episodio, detalle que se agradece.

Coltrane-Parisi-vineta-gde

Parisi evita todo didactismo y se salva de convertir su historieta en un mero “Coltrane para principiantes”. Más que brindar una biografía wikipediesca, logra esbozar una personalidad: la del músico que a puro talento atraviesa los prejuicios de una época y un país. Conocemos a un Coltrane capaz de remontar su propia timidez; capaz de amar y de dejar de amar; capaz de sucumbir a las drogas para luego sobreponerse. Lo vemos entregado al dominio de su instrumento pero sin estancarse sólo en la técnica. Rehúye del sonido ajeno (admira a Bird pero no quiere sonar como él) y sin embargo aprovecha la influencia de colegas como Miles Davis o Eric Dolphy. Se nutre de ellos e ignora a los críticos, siempre tratando de ir más allá.

El libro incluye una bibliografía, discografía y videografía sobre Coltrane, que los interesados en su música sabrán valorar.
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Cuerpo y alma

Billie-Holiday-Sampayo-MunozEn Billie Holiday, su historieta de 2007, Carlos Sampayo y José Muñoz eligen un camino aún más alejado de la llana biografía para dar cuenta de la pasión y caída de la gran cantante del jazz.

Tras el prólogo de Alfredo Rosso, es el alma de la propia Lady Day la que nos introduce en su tragedia. Enseguida el relato se desdobla en dos personajes que enmarcarán la evocación de Billie: uno es un periodista que debe escribir una nota sobre la cantante, pero no sabe nada sobre ella; el otro es un hombre solitario y taciturno que “sabe muy bien quién era Billie, aunque ignora un episodio que sucedió hace cincuenta y un años”. No es otro que Alack Sinner, personaje emblemático de la dupla Muñoz-Sampayo.

El encastre de biografía-en-ficción propuesto por el guión de Sampayo, junto con el alto contraste de los dibujos de Muñoz —cuya síntesis logra que lo difícil parezca fácil—, nos transportan al reino triste de Holiday: la cruel aguja en el brazo, la luz cenital sobre el micrófono, Billie-Holiday-Munoz-vinetala música que redime y salva; el racismo —también en blanco y negro— que la lleva a tener problemas con la policía, y de ahí directo a los calabozos; los hombres que se aprovechan de ella, a excepción de Lester Young, que la entiende y la acompaña con el saxo (pero no con el sexo, porque el del fiel amigo Lester apunta hacia otra parte).

Fruto extraño, la pobre Billie: más páginas en esta breve historieta que años de vida. Queda el consuelo de que, tras el final, su voz haya perdurado como síntesis de un alma. Una voz ya sin cuerpo, pícara o melancólica según lo mande la canción, pero siempre llena de gracia, hermosa como el estallido blanco de una flor en el pelo.

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Coltrane, de Paolo Parisi. Historieta. La Pinta, 2012. 128 páginas. | Billie Holiday, de José Muñoz y Carlos Sampayo. Historieta. Ojodepez!, 2007. 56 páginas. Recomendamos ambos libros en «Ciudad X», La Voz (Córdoba, 3 de julio de 2014).

Klezmer, de Joann Sfar

Por Martín Cristal

Dibujar la música, cantar una historia

klezmer-1-joann-sfar-OKRecientemente, Joann Sfar (Niza, 1971) debutó como director de cine con Gainsbourg (Vida de un héroe), una bio-pic sobre el célebre y controvertido cantautor francés, Serge Gainsbourg. En algunos momentos de la película puede apreciarse la cruza entre lirismo y fantasía que también se halla en Klezmer, una gran historieta de Sfar que, en castellano, va por el tercer volumen (en francés ya salió el cuarto).

“Klezmer” es una antigua música de la tradición judía de Europa del Este. La dominan clarinetes y violines con un ritmo que puede ser frenético y muy alegre, para bailar en bodas y celebraciones. Es “el ídish de la música” o “el jazz del ídish”, según define Marc-Alain Ouaknin. En esta historieta, Sfar entrelaza las vidas de cinco músicos ambulantes, cuyos caminos se unirán cuando las circunstancias los lleven a formar una banda klezmer. Se harán amigos (o más que amigos) y se ganarán el pan tocando en fiestas, oasis alegres hundidos entre los arrebatos violentos de la Europa Oriental del siglo XIX.

klezmer-2-joann-sfar-OKEstos “héroes no religiosos” —según los define Sfar— son Yaacov, el joven expulsado de la ieshivá, despierto y cándido a la vez, actual aprendiz del banjo; el furibundo y temerario Barón de mi Culo, clarinetista; Vincenzo, el frágil y temeroso violinista; Tchokola, el guitarrista gitano y pendenciero, que en los intervalos improvisa relatos judíos para la concurrencia (parafraseando los de su propio pueblo); y la bella cantante, la alegre y desenfadada Hava.

Picaresca condimentada con folklore judío ashkenazí, Klezmer busca trasvasar el espíritu de aquella música a sus imágenes: ritmos visuales en bailes multitudinarios, corcheas que flotan en el aire, onomatopeyas que varían para cada tema e instrumento y las letras de las canciones (verdaderas, en ídish) en boca de los cantantes. Sin embargo, lo que realmente particulariza a esta obra es el color, su uso de la acuarela. Sobre dicha técnica, no muy común en historieta, Sfar desarrolla todo un ensayo en uno de los apéndices de bocetos y notas que cierran cada volumen de la edición. Entre otros temas, en esos apuntes —muy personales— también habla sobre judaísmo, antisemitismo, Israel, religión y música.

klezmer-3-joann-sfar-OKMe conmueven las exploraciones de los orígenes que no ansían la literalidad histórica, sino que utilizan esa argamasa mítica para fabular a partir de sus indefiniciones. Usan un ancla fáctica (por ejemplo, los relatos familiares incompletos sobre algún antepasado), pero esa ancla se puede levantar en cualquier momento para que el barco de la ficción navegue a otros cuadrantes ricos en nuevos relatos.

Según sus apuntes, es en parte así como Sfar construye su Klezmer: con retazos de lo escuchado en el seno familiar. Al respecto, consigna un precepto narrativo para recordar: “Si se quiere escribir una historia, es una suerte tener lagunas en la memoria”.

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Klezmer, de Joann Sfar (Vol. I, II, y III). Historieta. Norma Editorial (España), 2006-2008. 432 páginas. Recomendamos esta serie en «Ciudad X», La Voz (Córdoba, marzo de 2013).

Lo mejor que leí en 2012

Por Martín Cristal

Van en orden alfabético de autores; esto no es un ranking. Figura el link a la correspondiente reseña, si es que la hubo en este blog. Aquí están los libros que más disfruté leer en 2012:

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HellraiserEl corazón condenado (Hellraiser),
de Clive Barker
novela breve

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Fun Home,
de Alison Bechdel
historieta
Leer reseña

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El hombre en el castillo,
de Philip K. Dick
novela
Leer reseña

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Leer reseñaEl mal menor,
de C. E. Feiling
novela
Leer reseña

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Mujeres,
de Elvio E. Gandolfo
relatos
Leer reseña

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El proyecto Lázaro,
de Aleksandar Hemon
novela
Leer reseña

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El mapa y el territorio,
de Michel Houellebecq
novela
Leer reseña

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Plop,
de Rafael Pinedo
novela breve
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La afirmación,
de Christopher Priest
novela
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Aún sin reseña aúnKlezmer (Vol. I, II y III),
de Joann Sfar
historieta
Leer reseña

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Hombres salmonela en el planeta Porno,
de Yasutaka Tsutsui
relatos
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Vonnegut-cuna-de-gatoCuna de gato,
de Kurt Vonnegut
novela

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GalápagosGalápagos,
de Kurt Vonnegut
novela

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Matadero Cinco,
de Kurt Vonnegut
novela
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[Ver lo mejor de 2011 | 2010 | 2009]

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