Pájaro de celda, de Kurt Vonnegut

Por Martín Cristal

Los años como personajes de la Historia

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Con tapas de Liniers y traducciones de Carlos Gardini, La Bestia Equilátera fomentó un revival de la obra de Kurt Vonnegut (1922-2007). Pájaro de celda es una de esas reediciones. A esta novela le caben los mismos calificativos que a otras ficciones satíricas del autor: imaginativa, irónica, pesimista, compasiva… y divertidísima.

Si en Cuna de gato Vonnegut ajusta cuentas con la religión; si con Galápagos lo hace con Darwin y la biología evolutiva; y si en Barbazul se lleva por delante al arte contemporáneo, en Pájaro de celda su blanco es la historia reciente de los Estados Unidos.

El narrador de esta novela sobre la relación dinero-poder es Walter F. Starbuck, un viejo egresado de Harvard que rememora su vida desde la celda donde está por cumplir su condena. Sin un centavo —pájaro desplumado—, pronto saldrá para reinsertarse en la misma sociedad en la que, pocos años antes, fuera un opaco e inoperante funcionario del gabinete de Richard Nixon. En 1975, tras el escándalo de Watergate, Starbuck fue a la cárcel junto con otros miembros de ese gabinete.

Escrita al calor de este contexto histórico tan cercano (el libro es de 1979), Pájaro de celda podría señalarse como la más coyuntural de las novelas del autor. Sin embargo, Vonnegut no entra directamente en la historia de Starbuck en los setenta; como en otras de sus novelas, primero establece una breve historia-marco donde prima la voz autorial: el que narra ahí sería el propio Vonnegut, que arranca en modo autoficción.

En Pájaro de celda, esa primera voz autorial se desenvuelve en un prólogo (firmado por “K. V.”) donde lo histórico y lo ficcional se barajan a la vista del lector. Por ejemplo, el autor “confiesa” que algunos de los personajes secundarios de la novela están basados en personas reales, y detalla similitudes o diferencias; y también presenta un antiguo antecedente para la historia de Starbuck, una “violenta confrontación entre huelguistas y la policía y los soldados”: la Masacre de Cuyahoga. A renglón seguido, Vonnegut admite que esa masacre es “un invento” suyo, “un mosaico compuesto de fragmentos de anécdotas de muchos disturbios similares” de fines del siglo XIX. La maestría del autor se patentiza cuando, aun habiéndonos avisado esto, Vonnegut nos narra esa masacre con pelos y señales, en un alarde de su capacidad para insuflarle credibilidad a una escena de ficción.

La relación entre esa vívida escena y el relato que Starbuck hará de su propia vida quedará clara al final del prólogo. Sigue una significativa cita de una carta de Nicola Sacco —escrita justo antes de que lo ejecutaran junto a Vanzetti—, la cual subraya el tema de la novela: los desmanes de la despiadada política económica norteamericana, consecuencia lógica de un capitalismo extremo. El diagnóstico a futuro es el predominio de las empresas por sobre los gobiernos, representado en una corporativización total de la sociedad (en la novela todo va pasando a formar parte de una misma compañía, la RAMJAC).

Vonnegut revisa la historia del siglo XX y no da dos centavos por el futuro de la humanidad. Sin embargo, no es un satirista amargo, impiadoso y violento como, digamos, Céline; y no lo es gracias a que en su espíritu siempre guarda una pizca de compasión por los seres humanos. Esa compasión y un característico sentido del humor descomprimen el desconsuelo de los lectores. Con Vonnegut podemos, a pesar de todo, reír, y sentir que, si bien como especie lo hacemos todo mal, todavía tenemos alguna chance de redimirnos.

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Pájaro de celda, de Kurt Vonnegut. Novela. La Bestia Equilátera, 2015 [1979], 256 páginas. Con una versión ligeramente distinta de esta reseña, recomendamos este libro en el suplemento “Número Cero” de La Voz (Córdoba, 13 de mayo de 2018).

Matadero Cinco, de Kurt Vonnegut

Por Martín Cristal

“Si este libro es tan corto, confuso y discutible, es porque no hay nada inteligente que decir sobre una matanza. Después de una carnicería sólo queda gente muerta que nada dice ni nada desea; todo queda silencioso para siempre. Solamente los pájaros cantan.”

Con este párrafo, que adjetiva en desmedro de su propio libro, Kurt Vonnegut Jr. anima al lector a pensar lo que quiera acerca de su obra, un poco como Cervantes lo hace en el prólogo del Quijote. “¿Te parece corto, confuso, discutible, poco inteligente? Ya te lo había dicho yo mismo”.

Se hace corto, sí, y es discutible como todo, pero Matadero Cinco no es confuso ni poco inteligente. La historia de Billy Pilgrim, ese hombre despegado del tiempo, en rigor arranca en el capítulo 2 (“Listen: Billy Pilgrim has come unstuck in time”); el capítulo 1 funciona como una historia-marco donde el propio “autor” narra cómo llegó a escribir su demorado libro sobre el bombardeo de Dresde (a fines de la segunda guerra mundial, esa “Cruzada de los niños” del subtítulo, que refiere a la corta edad de los soldados). Pilgrim será el protagonista de ese libro, si bien el mismo autor aparece de soslayo en él de vez en cuando.

“Todos los momentos, el pasado, el presente y el futuro, siempre han existido y siempre existirán”. El planteo de Matadero Cinco respecto del tiempo es determinista. Así lo explica uno de los extraterrestres que se lleva a Pilgrim a su planeta, Tralfamadore, y lo tiene ahí en una especie de zoo durante años (aunque en la Tierra no transcurren más que unos minutos):


Los terrestres son grandes narradores; siempre están explicando por qué determinado acontecimiento ha sido estructurado de tal forma, o cómo puede alcanzarse o evitarse. Yo soy tralfamadoriano, y veo el tiempo en su totalidad de la misma forma que usted puede ver un paisaje de las Montañas Rocosas. Todo el tiempo es todo el tiempo. Nada cambia ni necesita advertencia o explicación. Simplemente es. Tome los momentos como lo que son, momentos, y pronto se dará cuenta de que todos somos, como he dicho anteriormente, insectos prisioneros en ámbar. —Eso me suena como si ustedes no creyeran en el libre albedrío —dijo Billy Pilgrim. —Si no hubiera pasado tanto tiempo estudiando a los terrestres —explicó el tralfamadoriano—, no tendría ni idea de lo que significa ‘libre albedrío’. He visitado treinta y un planetas habitados del universo, y he estudiado informes de otros cien. Sólo en la Tierra se habla de ‘libre albedrío’”.

Desde el día en que este “peregrino” (pilgrim) se sale del tiempo y queda condenado a circular, una y otra vez, por todos los momentos que conforman su vida —incluidos el de su nacimiento y su muerte, y a veces hasta más allá de esos extremos—, comprende que todo lo que hacemos ya ha sido predeterminado, y que esa circulación suya por hechos consumados no será capaz de alterarlos. “Entre las cosas que Billy Pilgrim no podía cambiar se contaban el pasado, el presente y el futuro.” Aquí no hay Marty McFlys ni Terminators.

Esta idea de la repetición (y también la estrategia de plantear la narración fantástica dentro de una historia-marco contada por el “autor”) me recordó por supuesto a Borges. En su cuento “Los teólogos” el heresiarca Euforbo, ya quemándose en la hoguera, mantenía su posición respecto de la circularidad del tiempo: “Esto ha ocurrido y volverá a ocurrir […]. No encendéis una pira, encendéis un laberinto de fuego. Si aquí se unieran toda las hogueras que he sido, no cabrían en la Tierra y quedarían ciegos los ángeles. Esto lo dije muchas veces”.

Si no esa circularidad, los libros de Tralfamadore buscan por lo menos la simultaneidad del tiempo. Por eso en ellos “no hay principio, no hay mitad, no hay terminación, no hay ‘suspense’, no hay moral, no hay causas, no hay efectos. Lo que a nosotros nos gusta de nuestros libros es la profundidad de muchos momentos maravillosos vistos todos a la vez”. Matadero Cinco es, sin duda, un libro tralfamadoriano.
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La elección narrativa más sorprendente y riesgosa, la más elogiable entre las que toma Vonnegut en esta novela —sobre todo por haberla llevado a buen término— es la de renunciar a la mera crónica, o incluso a la ficción realista autobiográfica. Vonnegut podría haber aprovechado el “prestigio” de haber vivido él mismo el bombardeo de Dresde —“la mayor carnicería de la historia de Europa”, con más víctimas que en Hiroshima, según explica en el libro; podría haberse quedado en narrarnos llanamente que él estuvo ahí, en vivo y en directo cuando cayó prisionero de los nazis en un matadero de esa ciudad: el número 5, al que también va a dar Billy Pilgrim (una y otra vez).

Un escritor cualquiera con esa misma experiencia de vida hubiera ido por ese camino, el más seguro y directo. ¿Para qué inventar, para qué ficcionalizar sobre esa capa de experiencia de primera mano? Y mucho menos, pensaría uno, haría falta llevar las cosas al extremo del fantástico o la ciencia ficción (¡con extraterrestres!). Qué enorme decisión toma Vonnegut en esta novela, qué lección nos da a quienes tratamos de escribir ficciones.  Si, como dice él mismo, “la vida es mucho más de lo que se lee en los libros”, aquí Vonnegut cubre esa brecha con pura imaginación a favor de su libro, para que éste tenga una forma memorable y así esté a la altura de la vida.

Y si hablamos de otro tipo de lecciones, incluyamos también la de los tralfamadorianos que —además de explicarle lo de sus viajes temporales— de paso “enseñarían a Billy que lo importante era concentrarse tan sólo en los momentos felices de la vida ignorando los desdichados, disfrutar de las cosas bonitas puesto que no podían ser eternas”.