Por Martín Cristal
Algunas literaturas nacionales —como la alemana, por ejemplo— quedan profundamente marcadas por los hechos más aberrantes de la Historia. En Argentina, muchos escritores no pueden dejar de escribir sobre la dictadura militar, de situar sus ficciones más o menos cerca de ese contexto histórico o de mencionarlo más o menos tangencialmente.
Sin embargo, el tiempo no se detiene y la Historia sigue proveyendo hitos nuevos, que no están desconectados de los anteriores, pero que de a poco van superponiéndose a ellos. En la ficción alemana, por ejemplo, el tema que sucede al nazismo es la vida en la Alemania oriental y la caída del muro de Berlín, lo cual se ha visto reflejado claramente en el cine (Good bye, Lenin!; La vida de los otros). En Argentina —y aunque sea de una índole totalmente distinta a los crímenes de la dictadura militar—, la crisis económica de 2001 fue un momento histórico que marcó al país de un modo indeleble.
En esta primera década del siglo XXI, muchos autores locales contextualizaron obras de ficción durante la crisis final del gobierno de Fernando de la Rúa: tenemos por ejemplo El grito, de Florencia Abbate (2004); El cantor de tango, de Tomás Eloy Martínez (2004); La balada del asador, de Vicente Muleiro (2007); o El que avisa no es traidor, de Jorge Felippa (2007).
En esta corriente reconocible también se inserta Allá, arriba, la ciudad, novela corta de Ramón D. Tarruella (Quilmes, 1973; actualmente vive en La Plata, donde forma parte de la editorial independiente Mil Botellas). La novela resultó ser una de las premiadas en la edición 2008 del Premio Municipal Luis de Tejeda, de Córdoba. El jurado —Angélica Gorodischer, Tununa Mercado y Perla Suez— destacó la «notable madurez» de este libro «fuerte, sin recompensas» (y nada pretencioso, agregaría yo).
La acción transcurre en un pequeño teatro céntrico de Buenos Aires, el Alborada, que funciona en lo que antes fuera el sótano de una fábrica de galletitas creada por inmigrantes italianos. Tres miembros del personal —un joven carpintero, un electricista de Misiones y la encargada de la limpieza— interrumpen sus tareas cuando oyen, en el techo, los cascos de los caballos de la policía, lanzados por las diagonales del centro: son las corridas de diciembre de 2001, en los alrededores de Plaza de Mayo. Roberto, Julián y Silvana quedan inmovilizados bajo tierra, reducidos a acciones mínimas: rememorar viejas puestas de ese teatro, tomar un mate (que tal vez se lleva demasiadas páginas) y desentrañar lo que sucede afuera.
Los personajes no tienen forma de saber con precisión lo que sucede allá arriba, en la ciudad, pero van haciendo sus conjeturas (en ocasiones con demasiada claridad para la poca información que tienen). Sus interpretaciones y recuerdos están mediados por la voz de un narrador que prefiere las enumeraciones poéticas y los enunciados largos, larguísimos, a veces francamente extenuantes o encabalgados. Tarruella aprovecha para establecer un paralelo entre ésta y otras crisis mundiales que trajeron a los inmigrantes a nuestro país, tal como vinieron, por ejemplo, los fundadores de la fábrica de galletitas; en este paralelo, la novela se emparenta vagamente con la miniserie televisiva Vientos de agua (Juan José Campanella, 2005).
Los tres personajes quedan así por debajo de la línea de la calle (¿debajo de la línea de pobreza?), «en medio del caos y los estruendos, indefinidos y siempre presurosos» pero también «juntos y en su lugar de trabajo, un refugio al fin…». Con la tasa nacional de desempleo en un nivel escandaloso, dicho refugio llegará a su fin para la clase trabajadora. Y cuando el techo del teatro comience a agrietarse, la metáfora del derrumbe argentino de 2001 quedará más que clara para los lectores.
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Allá, arriba, la ciudad, de Ramón D. Tarruella, se presenta hoy jueves 29/4 a las 19:30 hs en la ciudad de La Plata, en el Centro Cultural Islas Malvinas (calles 19 y 51). Invitada: Tununa Mercado. Entrada libre y gratuita.
Imagen tomada de PapBlog.