August Eschenburg y Risas peligrosas, de Steven Millhauser

Por Martín Cristal

Instrumentos de precisión fantástica

Steven-Millhauser

Puede que hoy sea más rápido ubicar a Steven Millhauser (Nueva York, 1943) por ser el autor del relato en el que se basó la película El ilusionista que por trabajos anteriores como su novela Martin Dressler —ganadora del Pulitzer— o el tríptico Pequeños reinos (ambos libros publicados en castellano por la editorial Andrés Bello). Si se lo busca actualmente por las librerías argentinas, pueden encontrarse al menos dos obras más: la novela breve August Eschenburg (Interzona, 2005) y los cuentos de Risas peligrosas (Circe, 2010).

Steven-Millhauser-August-Eschenburg Millhauser sitúa muchas de sus historias en el salto del siglo XIX al XX. El fervor cientificista y los recursos técnicos de esa época le permiten imaginar toda clase de invenciones de corte steampunk (como se le llama a la corriente de la ciencia ficción cuyo imaginario se despliega desde esa “era del vapor”). August Eschenburg, por ejemplo, es la historia de un alemán de esos años que sobresale por la construcción de muñecos mecánicos, autómatas capaces de movimientos cada vez más delicados. Su habilidad sorprende al público,
al menos mientras éste no se distrae con las otras novedades que ofrece la época. Con bella precisión, Millhauser nos hace meditar sobre las diferencias entre arte y artesanía, sobre lo efímero del interés social dispensado a ciertas prácticas, sobre el gusto estético como una construcción colectiva y mutante, prisionera de su tiempo, y también sobre la amenaza permanente del fracaso y el sinsentido vital. El libro integra la colección Línea C, dirigida por Marcelo Cohen, quien también se ocupó de traducirlo.

Steven-Millhauser-Risas-PeligrosasSi bien es más reciente, Risas peligrosas quizás sea más difícil de conseguir. Abre con “El ratón y el gato”, un cuento muy distinto del resto; en él, Millhauser le inyecta un hálito reflexivo a las habituales rencillas entre Tom y Jerry. La Parte II, “Actos de desaparición”, reúne cuatro historias que transcurren en la actualidad. La más memorable es “La desaparición de Elaine Coleman”. Apartado del triste y ominoso sentido histórico que la palabra “desaparición” tiene en la Argentina, el cuento propone que la presencia de los otros es una construcción de la que todos somos responsables: nuestra pertinaz indiferencia podría erosionar la existencia de una persona. También se destacan el cuento que titula al conjunto, donde la potencia de la risa es explorada como una moda pasajera entre adolescentes, y el impecable “Historia de un trastorno”, que desnuda lo inútil del lenguaje para dar cuenta de la profunda vastedad de lo real, un poco como lo hacía el Funes borgeano.

Borges y también Calvino sobrevuelan la Parte III, “Arquitecturas imposibles”. La pueblan los extremos de lo enorme (cúpulas que cubren ciudades enteras, o torres babélicas construidas por varias generaciones de obreros)[*] y de lo pequeño (las obras infinitesimales del maestro miniaturista de un antiguo reino, o los ínfimos detalles que cuidan unos “duplicadores” que, a diario, reproducen los cambios de una ciudad entera en otra cercana e idéntica).

La última parte, “Historias heréticas”, vuelve al siglo XIX y a personajes como Eschenburg: miembros de una Sociedad Histórica que intentan conservar cada bagatela del presente en aras de su futuro estudio; un precursor del cine que no consigue el movimiento mediante la fotografía, sino con la pintura; un grupo de científicos que intenta perfeccionar una máquina que reproduzca hasta las sensaciones táctiles más finas…

Es el amor por los detalles lo que caracteriza la prosa de Steven Millhauser. Esa atención por lo preciso y lo exacto incluso se vuelve su tema en aquellos relatos donde los personajes destilan una obsesión similar por la minucia trabajada y pulida hasta la locura, aunque luego descubran que sus empresas conducen a callejones sin salida.

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Risas peligrosas, de Steven Millhauser. Relatos. Circe, 2010. 288 páginas. | August Eschenburg, de Steven Millhauser. Nouvelle. Interzona (Línea C), 2005. 98 páginas. | Con una versión más corta de esta reseña, recomendamos ambos libros en “Ciudad X”, La Voz (Córdoba, 6 de junio de 2013).

 

[*] Este cuento, «La torre», nos recordó inevitablemente a otro cuento de Ted Chiang, «La torre de Babilonia» , el cual preferimos sobre el de Millhauser.

La historia de tu vida, de Ted Chiang

Por Martín Cristal

Ted Chiang (EE.UU., 1967) reunió en La historia de tu vida sus primeros ocho relatos de ficción especulativa, casi todos publicados en revistas entre 1991 y 2002. Con ellos, este autor —que publica a cuentagotas— cosechó varios de los premios que galardonan a la mejor ciencia ficción. Son destacables la frescura del enfoque para cada tema y la inteligencia de los planteos que conducen cada trama, transportados por una prosa llana y amena. Aquí sintetizo el disparador de cada relato, sin quemar sus argumentos.

El libro abre con “La torre de Babilonia”, un
vívido relato en primera persona sobre la construcción de aquella mítica obra arquitectónica; su tono de fábula antigua lo distancia un poco del resto del libro. Mejor y más representativo resulta “Comprende”: narra la irrefrenable expansión de la inteligencia de un hombre cuyo cerebro, dañado después de un accidente, ha sido reconstruido y potenciado mediante una nueva droga. Si hace poco viste Sín límites (Limitless; Neil Burger, 2011) y te pareció que la peli desperdiciaba una buena idea por falta de profundidad —al fin y al cabo, la “inteligencia total” de su protagonista apenas le alcanza para hacerse rico y obtener poder, como si más allá de esos primeros objetivos los problemas metafísicos no terminaran siendo un desafío mayor para cualquier mente excelsa—, Chiang demuestra con este relato cuánto más lejos se puede llegar con el mismo concepto.

El núcleo duro del libro se compone de tres relatos que abrevan en las ciencias de los números y las letras. “Dividido entre cero” reexplora el tópico del matemático cuya propia genialidad se inclina hacia la locura, lo que lo lleva a cortar lazos con los demás; esto recuerda un poco a las películas Una mente brillante (A Beautiful Mind; Ron Howard, 2001) o La prueba (Proof; John Madden, 2005). En “La historia de tu vida”, una lingüista contratada para aprender el idioma de unos aliens recién llegados a la Tierra, le va contando a su hija el curso de sus vidas entrelazadas; los saltos adelante y atrás del relato quedan justificados por la nueva concepción del tiempo que ella abraza tras comprender el extraño sistema lingüístico de los extraterrestres. “Setenta y dos letras” es una sinuosa amalgama de autómatas victorianos, permutaciones cabalísticas, homúnculos, gólems y clonación genética.

En forma de ensayo, el brevísimo “La evolución de la ciencia humana” discurre sobre un salto en la historia del conocimiento, el cual dejaría atrás a buena parte de la humanidad, incluidos los mismos científicos. “El Infierno es la ausencia de Dios” pasa de la ciencia a la religión (cristiana): en un mundo contemporáneo en que los milagros son la práctica habitual de unos ángeles gigantescos —tan misericordiosos como destructores—, pueden distinguirse las fatalidades causadas por Dios de las que son obra del puro azar. La paradoja de tener que seguir amando a (y creyendo en) un ser superior capaz de dañarnos y quitárnoslo todo, obliga al protagonista a una difícil prueba: la de intentar acercarse a ese mismo Dios que mató a su mujer. Chiang entiende su cuento como una reescritura crítica de la historia de Job. Dice el autor en sus notas:


Para mí, una de las cosas menos satisfactorias del Libro de Job es que, al final, Dios recompensa a Job. Dejen a un lado la cuestión de si los nuevos hijos pueden compensar la pérdida de los anteriores. ¿Por qué Dios le devuelve algo a Job? ¿Por qué ese final feliz? Uno de los mensajes básicos de ese libro es que la virtud no siempre es recompensada; que a las buenas personas les suceden cosas malas. Job finalmente acepta esto, probando su virtud, y por consiguiente es recompensado. ¿No les parece que esto debilita el mensaje?

Me parece que al Libro de Job le faltó el valor de sus convicciones: si el autor estuviera realmente comprometido con la idea de que la virtud no siempre recibe su recompensa, ¿no creen que el libro debería haber terminado con un Job absolutamente desposeído de todo?

Cierra “¿Te gusta lo que ves? (Documental)”. Con una fluida estructura de documental televisivo (la cual recuerda un poco a la segunda parte de Los detectives salvajes), se alternan los testimonios de distintas personas a favor y en contra de un experimento: la “calistenia”, que consiste en eliminar, con una sencilla operación quirúrgica, la conexión cerebral entre la percepción y el reconocimiento de la belleza física. Las posiciones ideológicas y las consecuencias que Chiang extrapola de esa posibilidad son ricas y variadas.

Como los extras de un DVD, el libro se completa con una jugosa serie de comentarios del autor para cada cuento [de ahí tomamos la cita sobre Job]. La historia de tu vida no es fácil de conseguir en las librerías argentinas: podés comprarlo en alguna megalibrería virtual, pedirlo en el website de la editorial o —si no queda más remedio— rastrearlo por la gran tela de araña digital, ahí donde todavía no ha sido apedreada por el FBI. Yo no lo haría, pero ésta es la historia de tu vida, no de la mía.

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La historia de tu vida, de Ted Chiang. Relatos. Bibliópolis, Madrid, 2004. 256 páginas. Con otra versión de esta reseña, recomendamos este libro en el número 22 de la revista Ciudad X (abril de 2012).