Lo mejor que leí en 2011

Por Martín Cristal

Este año, visto que ya escribí (o preparé) mis comentarios sobre casi todos los libros que más disfruté leer, simplifico el ya tradicional post presentando sólo las tapas con los links a las correspondientes reseñas. Van en orden alfabético de autores; esto no es un ranking. Estos son los libros que más disfruté leer en 2011:

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Fiebre de guerra,
de J. G. Ballard
Por dentro todo está permitido,
de Jorge Baron Biza
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Me acuerdo,
de Joe Brainard
Ubik,
de Philip K. Dick
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Un canto pisano,
de Sam Hamill
Qué hacer,
de Pablo Katchadjian
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Chronic City,
de Jonathan Lethem
Asterios Polyp,
de David Mazzucchelli
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Las batallas en el desierto,
de José Emilio Pacheco
Contraluz,
de Thomas Pynchon
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Siempre juntos y otros cuentos,
de Rodrigo Rey Rosa
Lint,
de Chris Ware
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[Ver lo mejor de 2010 | 2009]

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En el ciclo «Las lecturas de 2011» de la revista digital Hermano Cerdo,
se puede leer una síntesis de la impresión que me causó cada uno de estos libros.

Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco

Por Martín Cristal

El siguiente es el libro que recomendamos en el Nº 15 de la revista Ciudad X (septiembre de 2011).

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“Voy a guardar intacto el recuerdo de este instante, porque todo lo que existe ahora mismo nunca volverá a ser igual”. Esto piensa Carlos, el protagonista, en un pasaje crucial de Las batallas en el desierto. En ese momento, Carlos es un chico de ocho o diez años; ahora es el hombre mayor que nos narra aquella historia, y hay que reconocer que su memoria del México de fines de los cuarenta es nítida y consistente.

Remebranza vívida de una ciudad y una infancia perdidas, esta novela corta de José Emilio Pacheco (1939) es un exitoso intento de volver a ser niño —como quería Korczak— para batallar otra vez en el desierto de un patio de escuela. También es una forma de volver a enamorarse por primera vez. El primer amor es lo que congrega los recuerdos de Carlos, una memoria urbana hecha de nombres de autos, anuncios comerciales o la “Obsesión” por un bolero. Muchos de estos indicios son reconocibles como marcas de época; otros se centran en la demarcación de lo local: más que el tiempo, nos señalan el espacio de la Ciudad de México. También se infiltran las antiguas (las persistentes) moralinas, las diferencias de clase y de origen: entre capitalinos y provincianos, o entre mexicanos y extranjeros.

La prosa es impecable, viva prueba de que, para tener ritmo, las frases cortas y secas no son la única opción disponible; la variedad sintáctica puede ser mucho más efectiva. Lo que hay que manejar es la cadencia, y Pacheco (Premio Cervantes en 2009) la domina como el reconocido poeta que es. Incluso las enumeraciones —de películas, de revistas, de programas de radio— suenan perfectas en el orden que el autor les asigna. No es entonces sólo la brevedad de esta novela la que puede llevarnos a leerla en lo que duran una tarde y dos cafés, sino la hipnosis producida por el depurado oficio de un poeta que, esta vez, eligió narrar. Pacheco no nos cuenta una historia de amor ambientada en los años cuarenta del DF; nos cuenta los cuarenta y el DF, condensados en una historia de amor. Eso hace de Las batallas en el desierto una gran novela corta, y no un muy buen cuento largo.

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Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco. Novela. Tusquets, 2010.
(Publicada originalmente en 1981).

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PD1. .

PD 1. Sobre esta novela, recomiendo leer también este texto reciente de Eduardo Huchín Sosa.

PD 2. De yapa: un perfecto fanmade video de Gabriella Pérez para «Las batallas» de Café Tacvba, canción basada en la novela. El video está armado con escenas de la película Mariana, Mariana (Alberto Isaac, 1987), que también se basa en el texto de Pacheco.