Las furias, de Renzo Rossello

Por Martín Cristal

Cronista del futuro terrestre

Las furias no se muestra exteriormente como un libro de ciencia ficción, ni es publicado por una editorial especializada; sin embargo, su lectura devela pronto que entreteje motivos propios de ese género. Según Elvio Gandolfo en la contratapa, se trata de “un registro del todo nuevo” en la obra de Renzo Rossello (Montevideo, 1960), autor usualmente centrado en el género policial.

¿Novela o libro de cuentos? Respuesta corta: ambas cosas a la vez.

Para una respuesta más larga y precisa, recurramos a un concepto de la ciencia ficción: el de fix up. Según Miquel Barceló (en Ciencia ficción: Nueva guía de lectura), un fix up consiste en el “montaje de diversos relatos interrelacionados formando un único volumen, para lo cual, si hace falta, el autor ‘rellena’ los huecos que deja el material disponible con algunas historias escritas precisamente para ese fin”.


Con esos “arreglos” a la medida solía venderse mejor un ramillete de cuentos publicados previamente en revistas, aunque luego el procedimiento también pudiera aplicarse a inéditos (como en el caso que nos ocupa). Un ejemplo famoso de fix up es Crónicas marcianas; Ray Bradbury contaba que al presentarle el libro al que sería su editor, éste le preguntó: “¿Tienes más material con el que podamos hacerle creer a la gente que está leyendo una novela?” (Resultó que Bradbury sí tenía: en esa misma oportunidad también le vendió a la editorial El hombre ilustrado, otro fix up).

Las furias presenta diez relatos ensartados por los apuntes de viaje de un periodista sueco, Gunnar Ejbert. A la vez, esos diez se encuentran enmarcados por otros dos: el inicial, “La desaparición de Will Hudson”, cuyo asunto queda claro desde el título (Hudson es un periodista conocido de Ejbert); y el de cierre, “Diario de las furias”, donde un militar deja testimonio del caos desatado tras el hallazgo de una puerta colosal en la ladera de un monte groenlandés (el Gunnbjorn, en el que Hudson había estado antes de desaparecer).

Esos misterios impulsan al lector a atravesar las demás historias. La estructura episódica permite considerarlas en forma independiente: Ejbert recopila relatos como “La noche de Antón”, sobre el impiadoso exterminio de unos mutantes; “La cura”, acerca de un operativo gubernamental obsesionado con la profilaxis de enfermedades cardíacas; el conmovedor “El hundimiento del edificio Excélsior”, acerca de la manifestación de los malestares espirituales de un viejo edificio; o el ciberpunk “Toda la verdad sobre el proyecto Kurtz”, donde se explica (¿demasiado?) cómo una nueva tecnología reconfigura el espionaje internacional. Otros destacables son “Mientras llueve sobre Ciudad Gótica” y “Juicio al monstruo nonato”.

Unas “Notas al pie del futuro reciente” revisan, al cierre del libro, su paleta temática. La adenda no aporta narrativamente; parecen apuntes del autor, ofrecidos (como decía Cortázar sobre los libros VI y VII de Adán Buenosayres) “un poco como las notas que […] incorpora para librarse por fin y del todo de su fichero”.

Por lo demás, el conjunto funciona bien porque su ilación plantea cierta intriga (un aspecto menospreciado hoy por cierta narrativa que se autopercibe “exquisita”); también porque Rossello narra casi siempre con imágenes, como quería Mario Levrero; y porque el formato elegido lo ubica en un punto de equilibrio respecto de la habitual dicotomía “variedad/unidad”, dilema habitual en los volúmenes de cuentos.

La voluntad lectora se renueva ante cada relato, mientras la forma alienta un interés general. Esto hace que Las furias proponga una experiencia de lectura muy entretenida.

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Las furias, de Renzo Rossello. Estuario Editora, 2012. 152 páginas. Recomendamos este libro en “Número Cero”, La Voz (Córdoba, 5 de noviembre de 2017).

Sultanes del ritmo, de Leonardo Oyola

Por Martín Cristal

Hacia el hondo bajo fondo

Por su constancia, y por la claridad conceptual de su propuesta, Leonardo Oyola (La Matanza, 1973) se ha ganado un lugar propio entre los narradores que mixturan géneros populares. Más específicamente —y como bien lo define la solapa del libro Sultanes del ritmo—, Oyola “escribe policiales y le guiña un ojo a lo fantástico”.

En su obra, el término “fantástico” también abarca lo sobrenatural (estirándose hasta los superhéroes, como en Kryptonita, su novela llevada al cine por Nicanor Loreti); y “policiales” no contemplaría sólo a los relatos detectivescos, sino sobre todo a las perspectivas delincuenciales del género negro (como por ejemplo en la recientemente reeditada Chamamé).

En los ocho cuentos de Sultanes del ritmo, basta listar la “ocupación” de los protagonistas/narradores para relevar los puntos de vista predilectos del autor:

En “Matador” tenemos a un preso gay (aunque, para autodefinirse, él mismo usa la palabra “puto”); en “Oxidado”, a un viejo malandra que sale de la cárcel para atestiguar que el mundo de hoy no lo recibe con los brazos abiertos.

En “El fantasma y la oscuridad” —quizás el mejor relato del libro—, narra un montonero tucumano, circa 1976, cuando se la ve venir negra entre los cañaverales; en “Animétal”, un coreano que, junto a un linyera amigo, prende un fueguito para calentarse debajo de una autopista porteña.

En “De caravana”, hay un adicto al paco, con amigos tan adictos y sacados como él; en “Diablo III”, un asesino serial; y un secuestrador en “Estocolmo” (cuento que, como adelanto, también fuera publicado en la revista Palp). Sólo en “Rick Astley” —donde Oyola hace gala de su sentido del humor— tenemos por protagonista a un policía. Para más datos, pelirrojo. Y harto de su apodo.

Queda de manifiesto la intención de explorar los márgenes y el bajo fondo, el suburbio y la criminalidad. Oyola distingue muy bien la Ley de los códigos, y se centra especialmente en estos últimos (que entre los criminales abundan, al menos entre los de la ficción).

Para cada cuento, Oyola elige un léxico particular. Busca (o inventa) expresiones que delimiten el ámbito de la acción: eufemismos carcelarios, la jerga del hampa, el habla de un barrio o una claseEsa oralidad, crucial en su estilo, estructura la deriva de cada narración y contribuye a verosimilizarla (aunque la percepción sobre ese verosímil dependerá de lo que cada lector ya conozca sobre los ámbitos citados).

Esas voces y sus sociolectos particularizan cada relato, y les dan, a todos, un ritmo arrollador: los vuelven unos verdaderos “sultanes del ritmo” (esto, más allá de los juegos de palabras con canciones de Dire Straits, mediante los cuales Oyola justifica el título en los agradecimientos del libro). Otro ingrediente, habitual en el autor, son las referencias de la cultura popular —el rock, el cine—, que todo el tiempo saltan desde la página como pop corn recién hecho.

Es elogiable que Oyola busque finales contundentes. Estos cuentos piensan en el lector y quieren garpar —como aconsejaba Padgett Powell—; un afán evidente, más allá de que a cada lector luego le parezca que lo logren o no. En otras palabras: no tenemos aquí esos cuentos —tan frecuentes en cierta literatura argentina de hoy— que, aunque “bonitos” por su prosa, no pasan de contar una escenita sensible pero inconducente, o peor: que se truncan de repente con un final que se declara “abierto” —por no decir irresuelto— y que quiere pasar por “sugerente”. Abrir una historia, la abre cualquiera; convencer con su cierre es bastante más difícil (OK, it’s just my opinion).

Sultanes del ritmo va por su segunda edición; integra la colección “Cosecha Roja”, editada por el sello uruguayo Estuario, el cual —al reanudar su distribución en la Argentina— vuelve a ocupar un lugar en las librerías cordobesas tras algunos años de ausencia.

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Sultanes del ritmo, de Leonardo Oyola. Cuentos. Estuario Editora, Montevideo, 2016 [2013]. 120 páginas. Con un texto algo más breve, recomendamos este libro en “Número Cero”, La Voz (Córdoba, 20 de agosto de 2017).

PALP, revista de géneros: presentamos el número 2

revista-palp-2

PALP, revista de géneros

Llega el Nº 2 de esta revista-libro semestral —sí, impresa, en papel—
inspirada en las viejas publicaciones pulp norteamericanas.
Trae relatos completos de género (ciencia ficción, fantasía, terror,
policial, mixturas y zonas aledañas) escritos por distintos autores.

En el #2 escriben
Osvaldo Aguirre, Javier Mattio, Juan Manuel Candal,
Iván Wielikosielek, Laura Ponce, Pablo Dobrinin,
Sebastián Pons, Guillermo Bawden, Fernando Montes de Oca y Juan Manuel Porta.

Lo presentamos en Córdoba mañana viernes 30 de mayo.

El proyecto también comprende la publicación
de ficciones online por entregas: PALP Series.

Más información en el sitio:

www.revistapalp.wordpress.com
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PALP, revista de géneros: ¡presentamos el número 1!

Revista-PALP-1
Muy contento de participar
en este nuevo proyecto colectivo:
PALP, revista de géneros.

Una revista-libro semestral —sí, impresa, en papel—
inspirada en las viejas publicaciones pulp norteamericanas.
Trae relatos completos de género (ciencia ficción, fantasía, terror,
policial, mixturas y zonas aledañas) escritos por distintos autores.

En el #1 escriben
Elvio E. Gandolfo, Rodolfo Santullo, Ramiro Sanchiz,
Cezary Novek, Luciano Lamberti, Diego Cortés,
Leonardo Oyola y un servidor.

Lo presentamos en Córdoba el próximo viernes 13 de diciembre.

El proyecto también comprende la publicación
de ficciones online por entregas: PALP Series.

Más información en el sitio:

www.revistapalp.wordpress.com
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Examen de residencia, de Eduardo Muslip

Por Martín Cristal

Sentido y sensibilidad

Eduardo-Muslip-Examen-de-residenciaEnfocada en los detalles, atenta, inteligente: así es la mirada de Eduardo Muslip (Buenos Aires, 1965), un autor que sitúa sus narraciones en la existencia cotidiana de Buenos Aires o el extranjero —usualmente Estados Unidos—, y también en los vericuetos de la vida universitaria.

En Examen de residencia, el libro donde Muslip reunió sus primeros relatos, las experiencias vividas por sus personajes se acoplan a reflexiones abiertas y constantes sobre el lenguaje, sobre cómo las palabras velan o revelan dicha experiencia (previa o presente). Sus narradores quedan definidos por el encuentro de esa atención exterior y ese riguroso razonamiento interior.

Dicho de otro modo: Muslip no le teme a las interpolaciones (esas reflexiones intercaladas en la acción del relato, algo de lo que otros autores huyen como si fuera una peste). Si esa estrategia discursiva funciona bien en Examen de residencia, es porque el autor nunca pierde de vista el tema de cada cuento: así, un pasaje interesante pero que en principio puede parecer una digresión o un comentario tangencial, al finalizar la lectura cristaliza como un ángulo más del tema tratado, otra manifestación de las manías y las obsesiones del observador/narrador.

Algunos de esos temas son las fobias a vencer antes de pasar a una nueva etapa (“Arácnido en tu pelo”); los viajes, los sueños y los simulacros (“Montevideo”); y sobre todo, la fugacidad del presente, la provisionalidad de las relaciones humanas. Esto último se percibe en cuentos como “Power Rangers”, “Examen de residencia” o “La playa”, y domina abiertamente en “Estela Muscari”, una exploración de las relaciones en la era previa a la llegada de las redes sociales. Lejos de avejentarlo, eso le agrega otra dimensión al relato: si bien en él no hay más que correos electrónicos y celulares, el pensamiento del narrador, aplicado a la lógica relacional de entonces, nos permite repensar nuestra convivencia actual con Facebook y Twitter. En otro cuento destacable —“Martha”, una pseudo Mirtha Legrand, objeto del deseo crucial para la trama— Muslip se prueba en el género fantástico, aunque sin mostrarlo de entrada (un poco a la manera de Elvio Gandolfo en Mujeres).

El estilo es reposado y reflexivo. Para garantizar la transparencia de sus conceptos Muslip no simplifica la sintaxis hasta el límite último de lo unimembre y lo insulso; por el contrario, prodiga variantes sin que su pulso se descontrole. Así, sus textos ofrecen un sentido hondo sin renunciar a una buena cadencia —hagan la prueba de leerlo en voz alta—. Esto, sumado al interés que provoca una mirada inteligente y aguda, motiva a seguir leyendo incluso más que la estructura o la construcción argumental de los relatos (aspectos que el autor tampoco descuida, por supuesto).

Otros libros de Eduardo Muslip disponibles en librerías cordobesas son Plaza Irlanda (2004) y Phoenix (2009). En ellos, el autor continúa destilando relatos controlados, con extensiones intermedias que van del cuento a la nouvelle.

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Examen de residencia, de Eduardo Muslip. Relatos. Simurg, 2000. 160 páginas. Recomendamos este libro en “Ciudad X”, La Voz (Córdoba, 3 de octubre de 2013).

En La máquina de pensar (entrevista, audio)

El miércoles 31 de agosto conversamos con Pablo Silva Olazábal
en su programa radial La máquina de pensar (Radio Uruguay, 1050 AM,
de Montevideo). El disparador fue la Molécula Levrero:
los diferentes Levreros que habitan en una obra singular.
Agradezco mucho la invitación.

Aquí la gente del programa subió el audio de la entrevista:

escuchar

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La Molécula Levrero

Por Martín Cristal

Este post de El pez volador complementa a un artículo que escribí en simultáneo para el blog de la revista La Tempestad de México.

Corriente y contracorriente de lectores

En ambas márgenes del Río de la Plata, todavía es fácil distinguir quiénes leían a Mario Levrero desde antes de su muerte (2004) y quiénes lo descubrieron después, con su relanzamiento editorial. Por supuesto, no es asunto de importancia ante la alegría de que efectivamente muchos estén leyendo a Levrero; además, cuando sus obras estén reeditadas por completo, ambos grupos de lectores terminarán por confundirse.

Mientras tanto, y si se perdona el pecado de generalizar un poco, se puede decir que la diferencia entre unos y otros radica en el sentido —la dirección— en que recorren esa obra. Los primeros venían zigzagueando desde la plaqueta de Gelatina (1968) hacia La novela luminosa (2005), más o menos en desorden según pudieran (o no) conseguir los libros. Los segundos arrancan por la luminosa, o por la reedición de El discurso vacío, y van explorando hacia atrás al ritmo de otras reediciones (o de lo que puedan hallar en librerías de viejo).

Uno, dos, muchos Levreros

La novela luminosa y El discurso vacío son libros impecables pero —gusten o no— son sólo una faceta de un escritor cuyo verdadero gen creativo resulta difícil de captar sólo desde la lectura de esos dos títulos.

Y es que hay muchos Levreros. Cuatro o cinco. O seis. O, por lo menos, dos Levreros. [Este asunto lo detallo mejor en el artículo del blog de La Tempestad].

Mínimo, dos Levreros. Es curioso: en las tapas de algunas ediciones de Arca, se ve una foto de Levrero partida en dos: la mitad izquierda saliendo a corte por la derecha y la mitad derecha saliendo por la izquierda… El diseño era horrible, pero a la larga su concepto resultó atinado.

A veces ambos Levreros se sienten como personas distintas. Quizás sólo haya una diferencia de madurez: una juventud juguetona que prefiere las piruetas formales y el vuelo imaginativo, frente a una vejez cuya experiencia lo decanta hacia la reflexión y la sencillez formal. A pesar de la distancia que pueda haber entre ambos modelos, la mirada y el tono espiritual que los recorren son los mismos. Otra constante es cierta tersura kafkiana en la prosa.

Aunque yo mismo, como lector/escritor, me he distanciado un poco de “lo fantástico”, igualmente tengo para mí que el corazón de la obra levreriana no es La novela luminosa, sino los cuentos multiformes de Espacios libres y la llamada “trilogía involuntaria”, compuesta por las novelas cortas La ciudad, El lugar y París. La ciudad es decididamente kafkiana, al modo de El castillo. El lugar me parece la mejor (aunque el propio Levrero pensara lo contrario): creo que su concepción es genial, y que además puede leerse como un puente entre los mundos de la fantasía y el mundo real. París cierra bien el conjunto, con un toque más surrealista que las otras dos.

El mapa de una obra sui generis

¿Cómo representar y valorar una obra tan variada y heterodoxa? No me van los rankings; en este blog me he inclinado varias veces a favor del mapa literario. Al mapa de Mario Levrero lo he imaginado en la forma de una molécula bastante sui generis:

Ampliar la imagen para ver las relaciones internas de la Molécula Levrero.

La cronología va de izquierda a derecha (con alguna alteración por razones de espacio). En el eje vertical, ubico arriba las obras más importantes y abajo las que juzgo menores (o meras curiosidades en el contexto de la obra completa), esto siempre según una valoración que es personal y que seguramente no coincidirá con la de otros lectores. El tamaño de las esferas también indica la importancia que estimo para cada obra (aunque los cuentos se ven más grandes que las novelas porque necesitaba más espacio para detallar los contenidos de cada libro; no quiero decir que me parezca más importante un género que el otro). Las relaciones más fuertes entre las obras están indicadas por los conectores que las unen. Los estilos y géneros —a veces mixtos, no siempre claramente definidos—, se sugieren con un sistema de colores (ver referencias al ampliar el gráfico. Si no ampliás el gráfico, no te enterás de nada…).