Por Martín Cristal
Dibujar la música, cantar una historia
Recientemente, Joann Sfar (Niza, 1971) debutó como director de cine con Gainsbourg (Vida de un héroe), una bio-pic sobre el célebre y controvertido cantautor francés, Serge Gainsbourg. En algunos momentos de la película puede apreciarse la cruza entre lirismo y fantasía que también se halla en Klezmer, una gran historieta de Sfar que, en castellano, va por el tercer volumen (en francés ya salió el cuarto).
“Klezmer” es una antigua música de la tradición judía de Europa del Este. La dominan clarinetes y violines con un ritmo que puede ser frenético y muy alegre, para bailar en bodas y celebraciones. Es “el ídish de la música” o “el jazz del ídish”, según define Marc-Alain Ouaknin. En esta historieta, Sfar entrelaza las vidas de cinco músicos ambulantes, cuyos caminos se unirán cuando las circunstancias los lleven a formar una banda klezmer. Se harán amigos (o más que amigos) y se ganarán el pan tocando en fiestas, oasis alegres hundidos entre los arrebatos violentos de la Europa Oriental del siglo XIX.
Estos “héroes no religiosos” —según los define Sfar— son Yaacov, el joven expulsado de la ieshivá, despierto y cándido a la vez, actual aprendiz del banjo; el furibundo y temerario Barón de mi Culo, clarinetista; Vincenzo, el frágil y temeroso violinista; Tchokola, el guitarrista gitano y pendenciero, que en los intervalos improvisa relatos judíos para la concurrencia (parafraseando los de su propio pueblo); y la bella cantante, la alegre y desenfadada Hava.
Picaresca condimentada con folklore judío ashkenazí, Klezmer busca trasvasar el espíritu de aquella música a sus imágenes: ritmos visuales en bailes multitudinarios, corcheas que flotan en el aire, onomatopeyas que varían para cada tema e instrumento y las letras de las canciones (verdaderas, en ídish) en boca de los cantantes. Sin embargo, lo que realmente particulariza a esta obra es el color, su uso de la acuarela. Sobre dicha técnica, no muy común en historieta, Sfar desarrolla todo un ensayo en uno de los apéndices de bocetos y notas que cierran cada volumen de la edición. Entre otros temas, en esos apuntes —muy personales— también habla sobre judaísmo, antisemitismo, Israel, religión y música.
Me conmueven las exploraciones de los orígenes que no ansían la literalidad histórica, sino que utilizan esa argamasa mítica para fabular a partir de sus indefiniciones. Usan un ancla fáctica (por ejemplo, los relatos familiares incompletos sobre algún antepasado), pero esa ancla se puede levantar en cualquier momento para que el barco de la ficción navegue a otros cuadrantes ricos en nuevos relatos.
Según sus apuntes, es en parte así como Sfar construye su Klezmer: con retazos de lo escuchado en el seno familiar. Al respecto, consigna un precepto narrativo para recordar: “Si se quiere escribir una historia, es una suerte tener lagunas en la memoria”.
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Klezmer, de Joann Sfar (Vol. I, II, y III). Historieta. Norma Editorial (España), 2006-2008. 432 páginas. Recomendamos esta serie en «Ciudad X», La Voz (Córdoba, marzo de 2013).