Antología: Obras maestras. La mejor ciencia ficción del siglo XX (III)

Por Martín Cristal

Continúo con mi recorrido por esta antología
confeccionada por Orson Scott Card en 2001.

[Leer la primera parte ]
[Leer la segunda parte]

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Parte 3. La generación mediática

Este segmento del libro me resultó algo polarizado: cuatro cuentos memorables, pero también algunos de los más aburridos. Los cuentos que más me gustaron de esta parte:

• George R. R. Martin, “Los reyes de la arena” [1979]: El cuento del creador de Juego de tronos (de Una canción de hielo y fuego) es uno de los más impactantes de esta antología. Un ermitaño ricachón, fanático de las mascotas alienígenas, compra un arenero con bichos que comparten una mente-colmena. Los insectos son capaces de adorar a su dueño como un dios… salvo que les toque un dios demasiado ambicioso y tirano, como éste.

• William Gibson y Michael Swanwick, “Combate aéreo” [1985]: Otro relato memorable, en la atmósfera del cyberpunk. Un perdedor vagabundo, recién llegado a un pueblo pequeño, intenta ganarse su lugar entre los competidores de un juego 3D con combates aéreos (dogfights). Para mejorar sus chances, no duda probar cierta droga que potencia sus reflejos y su poder de anticipación. Todo sea por ganar, aunque ¿qué significa ganar?

• John Kessel, “Una huida perfecta” [1985]: El síndrome de Korsakov implica una pérdida parcial de la memoria del Paciente. En los interrogatorios que le hace la Doctora de este cuento, el Paciente jamás recuerda los interrogatorios anteriores…

• John Crowley, “Nieve” [1985]: Junto con el de Sturgeon, el otro gran cuento lírico del libro. Lo central aquí es la “avispa”, una camarita que te sigue mientras filma toda tu vida, no para que tus seres queridos te terminen reclamando cualquier cosa —como en el tercer capítulo de Black Mirror—, sino para que tus deudos puedan recordarte, viendo escenas al azar (esto no es como The Final Cut, donde al video póstumo te lo editaba Robin Williams).
 

Otros:

Harry Turtledove, “El sendero descartado”: En tono de farsa: una raza alienígena ha logrado dominar la técnica del viaje espacial y la usa para llegar hasta la Tierra e intentar invadirla, pero con armas de fuego del siglo… ¿XV? No toda la técnica se desarrolla igual: los humanos, por ejemplo, nunca han logrado viajar tan lejos, pero en su casa pueden defenderse con armas muy distintas. Las consecuencias del encontronazo pueden ser fatales para toda la galaxia y zonas aledañas.

Terry Bisson, “Los osos descubren el fuego”: Los osos aprenden a manipular el fuego. Esto es sólo un telón de fondo para una historia que, sin ese condimento fantástico coyuntural, sería tranquilamente un cuento realista cheeveriano.


Y los que menos me gustaron:

George Alec Effinger, “Uno”: Desazón de un explorador interestelar al comprobar que no hay más planetas habitados que el de su partida: la Tierra.

Lisa Goldstein, “Turistas”: La situación es kafkiana: un turista no puede irse nunca del lugar donde está vacacionando. Su única salida será quedarse en ese lugar… y vivir del turismo, claro.

James Patrick Kelly, “Rata”: Una rata con conciencia humana es traficante de drogas en Nueva York. (¿Y? Eso mismo pregunto yo. Me quedo con Ratatouille).

C. J. Cherryh, “Vasijas”: Unos arqueólogos del futuro analizan restos de… ¿la Tierra? No llegué a saberlo. Me resultó muy aburrido, y es el único cuento que abandoné.

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Más allá de los defectos que puedan encontrarse en la selección o en algún relato en particular, esta antología me resultó útil como paneo del género. Un barrido muy esclarecedor y, sobre todo, muy entretenido.

Dos libros de Hebe Uhart

Por Martín Cristal

Recomendamos estos dos libros de cuentos en el Nº 19 de la revista Ciudad X (enero de 2012).

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Hebe Uhart (Moreno, 1936) publicó el año pasado sus Relatos reunidos (Alfaguara), un volumen importante que materializa una larga trayectoria y que le valió el Premio de la Feria del Libro de Buenos Aires. Sin embargo, dicha recopilación no abarca la totalidad de sus cuentos. Faltan al menos dos libros recientes, editados por Adriana Hidalgo: Del cielo a casa (2003) y Turistas (2007). Ambos libros son excelentes y prueban que Uhart escribe cada vez mejor; además, establecen cierta continuidad conceptual que permite leerlos como si fueran un solo volumen.

Por ejemplo, en ambos hay relatos con una mirada irónica sobre el mundillo literario y el de la cultura, algunos de los cuales adelantan su asunto ya desde el título: “Congreso”, “Organización de eventos”, “La colecta”, o los divertidísimos “Revista literaria” y “El centro cultural”.

El tópico del viaje es central en Uhart (de hecho, este año publicó Viajera crónica, también por Adriana Hidalgo). Puede implicar tanto la morosa exploración de algún pueblito perdido en una provincia argentina como un tour por alguna capital europea. “En realidad, uno viaja para ver si son verdaderos el Vesubio, el Coliseo y el Papa en su balcón”, escribe al comienzo de “Del cielo a casa”. En ese libro, pero sobre todo en Turistas, el itinerario de los viajeros suele desembocar en la sonrisa, cuando no en la carcajada del lector: son ejemplos la desastrosa familia argentina que visita Nápoles (“Turistas y viajeros”), “La excursión larga” a Mendoza, o las tribulaciones de Goran (“El holandés errante”), que lucha con un diccionario para comprender los giros del habla argentina.

Ése es otro de los berretines de Uhart: captar el habla, no sólo la de los argentinos, sino también la oralidad extranjera. Así, en “Bernardina” pone a narrar a una inmigrante paraguaya, y en “Teresa” a una boliviana, con sus respectivos tiempos y giros idiomáticos. En “Stephan en Buenos Aires”, es un alemán el que nos cuenta sus experiencias porteñas con un léxico y una sintaxis retorcidos por su conocimiento limitado del idioma. Esas voces, construidas a la perfección, estructuran el verosímil de cada relato.

Los temas de Uhart —que suele optar por lo pequeño, lo cotidiano y lo próximo, incluso cuando su personal mirada salga de viaje y se pose sobre ciudades lejanas—, así como su humor liviano y la sencillez de su escritura hacen que muchas otras propuestas cuentísticas, en apariencia más importantes, se revelen solemnes y pretenciosas. En este sentido, Hebe Uhart es una narradora ejemplar.

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Del cielo a casa, cuentos. Adriana Hidalgo, 2003. 188 páginas.
Turistas, cuentos. Adriana Hidalgo, 2007. 164 páginas.