La casa de hojas, de Mark Z. Danielewski (III)

Por Martín Cristal

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Mark-Z-Danielewski-La-casa-de-hojasOtro rasgo de La casa de hojas es el fuerte uso de la ironía, muchas veces centrada en desacreditar o poner en tela de juicio al propio libro, el cual contiene comentarios sobre sí mismo y hasta lineamientos de lectura; por momentos uno siente que Danielewski intenta orientarlo demasiado sobre cómo interpretar su propia obra.

Lo único que argumentalmente no me cerró del todo es que, habiéndose producido bibliografía tan abundante sobre El expediente Navidson en tan poco tiempo —lo cual habla del suceso que representa el descubrimiento de la casa—, Truant no sepa absolutamente nada sobre el documental ni sobre Ash Tree Lane desde antes de encontrar los escritos de Zampanò. Son hechos extraordinarios y no de un pasado remoto —no hay ni una década de diferencia entre los sucesos y el momento en que Truant se hace de los papeles del viejo—; y aunque todo sucedió en la costa opuesta del país, la abundancia de citas bibliográficas (no todas académicas) sugiere que el tema fue tratado en diversos medios a los que Truant podría haber tenido acceso. (Esto asumiendo que no sea todo una invención de Zampanó, con citas y todo).

Tampoco me convence el uso que Danielewski hace de la historia de la foto —tan conocida— de la niña africana y el buitre, para aplicársela a la biografía de Navidson. (¿Quizás en los noventa todavía no era una historia tan conocida? Siento que esa superposición debilita al personaje de Navidson).

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El libro se completa con una serie de apéndices a los que —con la debida excepción de las cartas de la madre de Truant— les caben las palabras de Cortázar en su temprano comentario sobre los libros VI y VII del Adán Buenosayres marechaliano:

“…podrían desglosarse […] con sensible beneficio para la arquitectura de la obra; tal como están, resulta difícil juzgarlos si no es en función de addenda y documentación; carecen del color y del calor de la novela propiamente dicha, y se ofrecen un poco como las notas que el escrúpulo del biógrafo incorpora para librarse por fin y del todo de su fichero”.

También se incluye un índice analítico muy útil para la relectura (con algunos chistes internos, como incluir entre sus entradas las palabras “no” o “etc.”).

Hay páginas que fluyen como agua, por centrarse en los hechos de la casa (o por tener muy poco texto en ellas); otras se empantanan por las exasperantes digresiones, por la minucia (o por la tipografía abigarrada). La lectura promedia así una resignada velocidad crucero. Es recomendable no dilatar ese pulso para disfrutar de cierta continuidad y percibir mejor la unidad del conjunto.

Quienes busquen hundirse en una experiencia de lectura diferente, que requiera de ellos constancia y una participación atenta, encontrarán en La casa de hojas el laberinto ideal para perderse: como la casa de Ash Tree Lane —y como los buenos libros—, esta novela también es más grande por dentro que por fuera. Para los demás lectores existe la primera línea del libro, un desafío irónico impreso en tipografía Courier, solito en una página blanca. Dice:
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Esto no es para ti. [*]

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[*] Epígrafe que recuerda al de Milorad Pavic en el Diccionario jázaro —otro libro borgeano y laberíntico, aunque de prosa y estructura más refinadas—. El de Pavic decía: “Aquí yace el lector que nunca abrirá este libro. Aquí está, muerto para siempre”. Ambos epígrafes funcionan como un aliento por el negativo: son desafíos lanzados al verdadero lector.

La casa de hojas, de Mark Z. Danielewski (II)

Por Martín Cristal

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Mark-Z-Danielewski-La-casa-de-hojasUna vez enfocado nuestro interés en la historia de la casa, el juego formal de la novela muchas veces nos pareció superfluo, o los ensayos sobre cualquier minucia, excesivos o innecesarios. La historia de Navidson y la casa de Ash Tree Lane es atrapante, tanto que por momentos la estructura elefantiásica del libro conspira contra ella al hundir su relato en un maremágnum de información periférica.

El oscilante relato exterior de Johnny Truant tiene sus momentos pero no es ni por asomo tan interesante como el de la casa; se vuelve exasperante tener que interrumpir el estudio de Zampanò acerca de El expediente Navidson para derivar otra vez por la mente confusa del lamentable Johnny. Por el contrario, otras veces lo exasperante es la minuciosidad obsesiva de Zampanò: en su estudio dilata tanto los acontecimientos narrativos de la casa que el argumento parece avanzar en cámara lenta. (En fin, no hace falta recordar que prácticamente todas las novelas de +500 páginas necesariamente tiene partes que son un embole…).

 

Borgeswski

Si Danielewski fuera hoy un joven escritor argentino buscando editor en nuestro país, estimo que varios rechazarían su novela por ser “demasiado borgeana”. Entre nosotros, esa influencia es muy evidente: narrativa fundida con ensayo, laberintos, espacios que sugieren la idea de infinito, puestas en abismo (incluso la muy cervantina de que el libro La casa de hojas aparezca dentro de la novela)…

Al lector iniciado en Borges le resultarán familiares esos tics; en algunos casos —por ejemplo, en el abundante uso de referencias bibliográficas falsas intercaladas con otras verdaderas—, incluso los sentirá transitados por demás (y no sentirá ni por asomo la necesidad de andar corroborando cada minucia). Borges aparece citado en algún epígrafe; también se ve su cara en uno de los collages del libro. (Y la de Poe, y en otro la de Jack London…).

Collage-DanielewskiBorges-Poe

Otra jugada borgeana: intercalar distintas series de referencias culturales que, en 2000, no podían constatarse tan rápidamente con Google o Wikipedia. Ese entramado de data externa (cientos de nombres y cabos sueltos diseminados por el autor) favoreció un culto alrededor del libro, fomentando una discusión incansable en foros de internet. Consultar hoy dichas exégesis puede resultar agobiador tras una lectura que, en sí misma, ya resulta extenuante. (Algo similar a esto comentábamos respecto de Contraluz de Pynchon).

¿Menospreciaría el malicioso Borges (en una cena en casa de Bioy) a su epígono Danielewski? Quizás diría de él lo mismo que dijo sobre Girondo: “como escritor, nunca contó mucho […]. Creo que a él le interesaba más la tipografía, la imprenta”. [*]

[Continúa en el próximo post.]

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[*] Citado de sus Siete conversaciones con Fernando Sorrentino. Creo que no todos los juegos tipográficos de Danielewski consiguen su efecto, y de hecho en muchas páginas la diagramación no se percibe como directamente relacionada con lo que se cuenta ahí mismo; en esos casos, todo resulta un tanto caprichoso y hasta pueril, como si en efecto MZD estuviera más interesado en sacarle el jugo al QuarkXPress (¿4.0?) que en narrar. En esos pasajes —no en todo el libro— uno piensa que la forma en Danielewski no pasa de un cambalache bastante desbalanceado si se lo compara, no tan arbitrariamente, con la perfecta armonía de un experimento narrativo como el Jimmy Corrigan de Chris Ware, novela gráfica compilada el mismo año en que se publicó La casa de hojas.

La casa de hojas, de Mark Z. Danielewski (I)

Por Martín Cristal

Más grande por dentro que por fuera

Mark-Z-Danielewski-La-casa-de-hojasLa casa de hojas, de Mark Z. Danielewski (Nueva York, 1966) demoró trece años en aparecer en castellano: supongo que nadie estaba dispuesto a asumir los esfuerzos de traducción y edición que supone publicar una novela así.

Finalmente salió en España —con gran interés de la crítica— gracias al trabajo de las editoriales Alpha Decay y Pálido Fuego (que seguirán editando otras obras de Danielewski). El solvente traductor es Javier Calvo. Llegamos al libro por la insistencia del amigo René López Villamar, quien lo comentó tempranamente con tanta pasión y conocimiento que acabó siendo el revisor de la maqueta en castellano.

Basta hojear sus 710 páginas para apreciar lo titánico de esta coedición. La casa de hojas es un libro de diagramación no convencional, intransferible —por ahora— al formato electrónico. Danielewski trastoca el género del terror y lo trasciende mediante una estructura y recursos visuales de corte experimental. Resulta inevitablemente posmoderno (y, quizás por eso, un tanto demodé) en su manera de licuar toda clase de variantes visuales: hay diferentes tipografías alternadas, según qué narrador escribe; hay párrafos invertidos, espejados, tachados, inclinados; hay cajas de texto con distintas formas, marcos, orientaciones y tamaños; hay páginas con una sola línea, y otras cargadísimas de letra enana; hay textos en braille, pentagramas musicales, esquemas, fórmulas físicas, guiones de cine, poemas, cartas, historieta, fotos, collages; hay tintas de colores (la azul, siempre, para la palabra “casa”, sin importar dónde aparezca ni en qué idioma).

¿Caprichos? A veces lo parecen (ya ahondaremos sobre esto más adelante), pero en la mayoría de los casos esas piruetas apuntalan el sentido de la historia, sintetizable en cuatro círculos concéntricos:

  1. Johnny Truant, un tatuador de Los Ángeles limado por las drogas y la vida, explora los papeles de Zampanò, un vecino viejo y ciego, que acaba de morir.
  2. Así como Truant se obsesiona con esos papeles, en ellos Zampanò dejó constancia de su propia obsesión: un documental, El expediente Navidson, sobre el que escribió un ensayo erudito, plagado de citas y referencias.
  3. El documental fue rodado años antes por Will Navidson, ex fotoperiodista, en una casa de Virginia a la que se mudó con su esposa e hijos. Su intención era recomponer un tejido familiar dañado, pero en el camino se encontró con que…
  4. …la casa de Ash Tree Lane evidenciaba una anomalía: algunas habitaciones resultaban más grandes por dentro que por fuera. Cuando en una de las paredes apareció una puerta hacia un amenazante pasillo negro (sin que por fuera la casa mostrase ninguna alteración), el documental de Navidson se volcó a la exploración de ese nuevo territorio, cada vez más extenso: un misterio oscuro, helado e insondable.

O bien, detallando un poco más la cosa…

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En resumen: notas erráticas y digresivas (de Truant) sobre un ensayo pormenorizado (de Zampanò) sobre un documental inquietante (de Navidson) sobre un lugar aterrador (la casa “de hojas”: una posible explicación para dicho apodo se encuentra en uno de los poemas de Zampanò). En esta mediación de fuentes sucesivas para el relato —y también en el supuesto registro documental—, la novela se relaciona con una película estrenada poco antes de su publicación: El proyecto de la bruja de Blair.

Si bien la estructura y sus artificios visuales atraen en primera instancia al lector, es la historia de la casa y su exploración la que interesa una vez que se ha superado la sorpresa formal. Sin embargo, la importancia de dichos experimentos no puede soslayarse: sin esa faceta crucial, La casa de hojas sólo sería una (llana) historia de terror más sobre el tópico de la casa “embrujada” o “encantada”.

[Continúa en el próximo post.]

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La casa de hojas, de Mark Z. Danielewski. Novela. Pálido Fuego-Alpha Decay, 2013 [2000]. Traducción de Javier Calvo. 710 páginas. Con una versión más corta de este texto —que acá en el blog continuará en dos posts más—, recomendamos este libro en “Ciudad X”, La Voz (Córdoba, 6 de febrero de 2014).